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Un beso en vez de la Copa

La noche más blanca. 100.000 aficionados festejan sin incidentes

GERMÁN ARANDA

La Copa se celebró sin Copa durante la madrugada del jueves. La diosa Cibeles llevaba 18 años esperándola y no la vio, se tuvo que conformar con un beso de Casillas, que no es poco. Bueno, con eso, con las decenas de miles de espectadores que aclamaban al Madrid en su llegada a la plaza y con la bufanda y la bandera que el capitán le anudó al cuello.

Pero ni rastro del trofeo, que unos minutos antes se le había resbalado de las manos a Ramos, directo a la calzada, en el autobús descapotable que entraba por el Paseo de Recoletos a la plaza. El conductor no frenó a tiempo, el vehículo pasó por encima de la Copa y la dejó hecha un cristo. Literalmente, el Madrid tiró la Copa y el responsable se escondió detrás de la baranda del autobús para que no se le reconociera como responsable. No escapó de las cámaras y ayer las imágenes copaban las conversaciones y carcajadas de bar.

La Cibeles no recibió el trofeo porque se rompió tras caérsele a Ramos

Poco le había importado a la afición recibir al equipo y no ver el trofeo después de unas cinco horas de espera. Muchos no se dieron ni cuenta de la ausencia, aunque podían seguir la primera celebración del Madrid en la era de las redes sociales desde la óptica de los jugadores. Como por ejemplo en el twitter de Kaká, que colgó una foto abrazado sonriente a Zidane.

Entregados, desbocados y, muchos de ellos sí, con unas cuantas copas de más, no estaban los hinchas para atender a esos detalles. Y tampoco para liarla, puesto que en toda la larga noche de celebraciones no se registró ni un incidente grave. Lo único, las 42 personas que tuvo que atender el Samur, ninguna de ellas con heridas graves.

Desde las once y media de la noche, hora en que terminó el encuentro y la Cibeles empezó a poblarse, hasta las 4.35, que fue cuando Casillas besó a la estatua, los aficionados encontraron todo tipo de cánticos para pasar las horas. Curiosamente, ninguno de los dos preferidos por los hinchas iban dedicados a un jugador del Madrid. El más idolatrado y animado durante toda la noche fue Raúl. Centenares de aficionados lucían la camiseta del Schalke con su dorsal. Y la práctica totalidad de la plaza coreó en algún momento su nombre.

Raúl fue el más vitoreado; Piqué y Shakira, enemigos número uno

En la otra cara de la moneda, se refrendó que Piqué es el más odiado por gran parte de la afición. Para meterse con él, lo mismo le recordaban que 'España es su nación', aderezado el cántico con un insulto, que ingeniaban una canción que relacionaba a Shakira, su novia, con Khedira, aprovechando la rima. Cristiano y Mourinho, que tenían bufandas dedicadas personalmente, fueron los más aclamados del equipo actual. Incluso un equipo de televisión portugués cubrió los festejos, aprovechando lo que se desmelenan los aficionados cuando tienen sus minutos de fama.

Un speaker intentó guiar las celebraciones durante la noche a unos decibelios desmesurados a altas horas de la madrugada. La plaza se iba atestando y muchos aficionados se subían a las marquesinas de los autobuses para tener mejor visibilidad. La locura máxima se desató cuando el autobús descapotable del equipo llegó a la plaza, sobre las cuatro. Como para acentuar la épica, empezó a llover justo entonces. El automóvil se abrió paso entre una nube de humo roja formada por las bengalas que, combinada con el foco azul que iluminaba la antigua casa de Correos, pintaba una inesperada combinación de colores. Mourinho llegó en el autobús del equipo, atendió a redactores de televisión que no eran directores, saludó a la gente y se marchó sin esperar a los suyos en solitario dentro de un furgón policial. Es especial.

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