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Si ya es leyenda, ¿qué le queda a Usain Bolt?

El héroe no sabe si estará en los Juegos de Río 2016 en un atletismo internacional, que ha conocido infinidad de héroes en Londres: Mo Farah, Allyson Felix, Rudisha, Kirani...

ALFREDO VARONA

A las 14.08 horas del domingo, hora española, el triunfo de Stephen Kiprotich en el maratón despidió al atletismo de los Juegos en una mañana culta, preciosa y soleada. Desde entonces, la nostalgia tiene un motivo más para echar de menos estos fantásticos nueve días en el Estadio Olímpico de Stratford.

Una pista rápida, una temperatura que, excepto en la maratón femenino, no se ha portado mal y una música, la de 'Carros de fuego', que, como siempre, excitaba el sentimiento.

Ha gobernado Usain Bolt en velocidad y Mo Farah en fondo. Algo que se podía esperar, pero que no estaba tan claro. Bolt era un misterio que, a veces, él mismo aceptaba: 'Me duele la espalda'. Mo Farah no tenía el suficiente currículum para hacer lo que ha hecho frente a África. Al menos, era lo que suponía. Pero a veces el atletismo reserva momentos extraordinarios y descubre nuevos caminos.

Gran Bretaña conoció algo parecido a la felicidad infinita aquella noche en la que Mo Farah ganó el 10.000. Lo hizo momentos después de que otros dos atletas nativos (Jessica Enis en heptatlón y Greg Rutherford en longitud) lograsen el oro para la Union Jack. ¿Quién podía imaginar eso?

Si ya es una leyenda, ¿qué le queda, a partir de ahora, a Usain Bolt? Hay quien lo pronostica para batir los 43,18 de Michael Johnson en los 400 metros. Hay quien le recuerda para motivarle que sólo Ray Stewart, Linford Christie y Asafa Powell han estado en tres finales olímpicas de 100 metros. Bolt ha estado en dos, pero ya no sabe si volverá en Río de Janeiro 2016. 'He estado pensando y creo que va a ser muy duro'.

Acepta que Johan Blake (1989) 'viene muy fuerte' y no sabe si en cuatro años, con casi 29, él mantendrá este nivel. Pero ahora no es el momento de anticiparse al futuro ni de contagiarse de las dudas de Usain Bolt. También las tenía antes de empezar los Juegos. 'Me duele la espalda'.  No le gustaba nada los nuevos tacos de salida ('tenía dudas').

Pero la realidad es que en la pista ganó en carreras en las que se volaron (en la de 100 hubo siete hombres que bajaron de los diez segundos y en la de 200 fueron cinco los que descendieron de los 20 segundos). Así que hay una pregunta  más optimista y con más derechos: ¿es infinito Usain Bolt?

Mo Farah (1983) ahora acepta todo tipo de ambiciones. Incluso, ahora tiene una categoría de atleta en la Union Jack igual o superior a la de Sebastian Coe. Y parecía imposible. Pero también lo parecía que Mo Farah ganase el 5.000 y 10.000, acabase con la monarquía de Kenenisa Bekele y demostrase que es un hombre tan fuerte de palabra como de piernas.

Antes de empezar los Juegos, avisó al país de que 'iba a rendir al 110%' y que lo que había hecho en el Europeo de Barcelona 2010 se podía lograr ahora. No mintió. Mo Farah nunca se anda con chiquitas. De chaval fue capaz de lanzarse desnudo al Tamesis desde un puente. Británico de corazón y africano de sangre, quizá esta vez jugaba con divina ventaja.

Su mujer Tania espera gemelos y ya se sabe que los niños vienen con un pan debajo del brazo. En su caso, no lo olviden, son dos los que añadir a la familia de este hombre, que ya es un dios en Gran Bretaña.

Sebastian Coe siempre dice que 'el 800 es la distancia más complicada del atletismo'. Y el 800, cuando se pasa la primera vuelta en 49.28 segundos, como hizo el keniata David Rudisha en la final, lo normal es que no se haga la siguiente.

Pero Rudisha la hizo y no se suicidó. Por eso es el primer hombre de la tierra en bajar de 1.41 en 800. Su marca (1.40.91) tiene doble mérito: la logró sin liebres y se alejó años luz del anterior récord olímpico (Vebjorn en Atlanta 96), que estaba en 1:42.58.  Rudisha es un tipo distinto. No se parece al atleta keniata al uso.

Muy corpulento, es un tipo de casi 1,90 centímetros e hijo de Daniel, corredor de relevos en Méjico 68. Quizá ahí está el secreto de algo tan excepcional como ya predijo Sebastian Coe en el mes de febrero cuando invitó a David 'a viajar a Londres y conocer la pista de Strafford'. Rudisha regresó a casa diciendo, 'es muy rápida', y no se equivocó.

A los 19 años, Steve Lewis ya ganó los 400 metros con 19 años en los Juegos de Seúl 88. Se pensaba que nunca existiría nadie más así.  Pero en el Mundial de Daegu del año pasado Kirani James, un atleta de la isla caribeña de Granada, batió a LeShawn Merrit con esa edad.

Todo eso se ha reconfirmado en los Juegos de Londres. Kirani ganó los 400 metros con 43,94. Educado como  velocista en la Universidad de Alabama (EEUU), tiene un entrenador Harvey Glance, que fue campeón olímpico en Montreal 76 y que discrepa de los agoreros que dicen que Kirani pisa mal y que en el futuro será carne de lesiones.

Harvey, sin embargo, lo ve como el hombre indicado para acabar con el récord de Michael Johnson (43,19 en el Mundial de Sevilla 99). Hay demasiada gente que lo ha intentado sin éxito.

Wariner, el más célebre, es uno de ellos.  Kirani, con su espíritu caribeño, espera sin prisa. Mientras tanto,  está evaluando su posible paso a los 200 metros. Kirani tiene por ahora una marca de 20,41.

Correr sin presión es vencer. Lo dice Aries Merrit, un atleta norteamericano de 27 años que ha recuperado para su país la hegemonía en los 110 metros vallas. No sucedía desde Atlanta 96. Aries entonces tenía once años y vio esa final en su casa de Illionios.

Desde entonces, profesa esa tentación por esta prueba que hoy lo reconoce como el mejor. Ganó con 12,92 y se quedó a cinco centésimas del récord del mundo. Lo que nunca debe olvidarse es que Merrit corrió esa noche con el viento en contra. Todo eso valora más su hazaña en una distancia que los cubanos, con Anier García y Dayron Robles, habían encontrado enormes riquezas. Liu Xiang fue el único capaz de interrumpir su dominio en Atenas 2004.

Quizá la norteamericana Allyson Felix sea la gran atleta femenina de los Juegos. Hay motivos más que de sobra. Ha ganado tres oros (200 metros, 4x100 y 4x400). Pero, sobre todo, ha acabado a los 26 años con el maleficio que le perseguía en los Juegos.

A los 18 años, fue plata en Atenas 2004. Cuatro después, le pasó igual en Pekín 2008 y en ambas veces perdió frente a Veronica Campbell en los 200 metros. Su biografía olímpica no tiene nada que ver con los tres oros que Allyson ha logrado en los Mundiales en esa distancia. No se sabía si era culpa suya o del destino. Tampoco se sabía si tenía solución y la ha tenido, claro que sí.

Allyson ganó con 21,88 en los 200 en una poderosísima final que corrieron Sanya Richards, oro olímpico en el 400; Shelley Fraser, ganadora de los 100, y la propia Veronica Campbell. La diferencia es que esta vez Allyson, con la zancada más bella y el gesto más relajado que nunca, ha vencido.  Ha acabado con las dudas que, tras el bronce del Mundial de Daegu 2011, parecían más justificadas.

En realidad, el atletismo es una caja de sorpresas. A veces, se tiñe de drama como sabe Liu Xiang, lesionado al chocar contra sí mismo en los 110 metros. O Isinbayeba que ha salido desesperada de Londres y no encuentra más solución que la retirada. No le ha convencido la medalla de bronce en el salto de longitud. Pero la vida a veces es así con noticias que pierden la razón como el desfallecimiento de Asbel Kiprop que, tras hacer 3:28.88 en Monaco, estaba destinado a arrasar en los 1.500.

La realidad es que en la final fue el último. Y todo eso invita a preguntarse por qué o, simplemente, a recordar a Felix Sánchez, a la otra cara de la moneda. Sus lagrimas en el podio, tras ganar los 400 metros vallas, nos quedaban para siempre. Tenía 35 años y se pensaba que Felix ya era una reliquia del pasado.

Sus últimos años fueron horribles y parecía no quedar nada, o casi nada, del hombre que fue campeón olímpico en Atenas 2004. Afectado por la muerte de su abuela, fue eliminado en las preliminares en Pekín, fue último en Berlín 2009 y ya no se acercaba ni por asomo a sus 47.27. Pero en Londres sí, y con 47.63 ha logrado lo que ya no se imaginaba.

No es fácil en estos tiempos. No es una distancia muy comercial. Pero en este atletismo de hoy, en el que Galen Rupp (un atleta blanco fue plata en 10.000), hay que valorar el monopolio de Kenia en los 3.000 obstáculos. Desde 1984, siempre gana un keniata. Esta vez fue Ezekiel Kemboi con tanto margen que se fue a la calle 8 a celebrar el triunfo que regresaba a su vida ocho años después. Kemboi fue campeón olímpico en Atenas 2004.  Una historia mágica para él y antipática para Kiprop Kipruto, el ganador de Pekín, que lo tenía todo para repetir esta vez. Y quizá lo hubiese hecho si no es por la caída que sufrió en la cuarta vuelta. Aun así, Kipruto fue quinto.

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