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El Atlético nos gana a todos

ALFREDO VARONA

En la literatura de Goethe, en su propia autobiografía, Poesía y verdad, hay una frase que a veces conviene recordar: 'Yo amo a aquel que desea lo imposible'. También dice que 'para que pueda surgir lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible'. No sé si es una ridiculez empezar así una crónica de fútbol, pero el Atlético fue un equipo que en el Camp Nou no se intimidó ante lo imposible. Perdió a sus dos mejores unidades, Diego Costa y Arda Turan, como si eso en vez de un partido fuese una guerra. Tuvo algo más que un gol en contra. Tuvo a 80.000 espectadores que, a la media hora, celebraban una Liga más en sus vidas.

Parecía, en definitiva, una tarde de luto para el Atlético, que se enfrentó, incluso, a noticias más graves. Apenas tiró a la portería de Pinto en la primera parte y lo peor no fue eso, sino que se dudaba de que tuviese a la gente capaz para hacerlo. Así que frente a ese parte de guerra sólo faltaba que apareciese el romanticismo, que a veces existe en el fútbol. Y todo eso sucedió al inició de la segunda parte cuando Godín volvió a acordarse de la literatura de Goethe: 'Es peligroso aquel que no tiene nada que perder'.

El Atlético se convirtió en una fortaleza frente a un Barcelona que no supo operar en la necesidadGodín, efectivamente, representó ese papel. Lo hizo en el área de Pinto, en un sitio donde se impone la anarquía. Fue tras una jugada a balón parado, de esas en las que Godín nunca renuncia a nada, una diferencia crucial con los defensas actuales del Barça. Así, el central empató un partido que cambió totalmente. El Atlético encontró la paz en el marcador y algo más que eso. Venció a la preocupación. Recuperó lo que era suyo, la buena música y la sensación de poder en el césped. Todo eso convirtió al Atlético en una fortaleza frente a un Barcelona, que no supo operar en la necesidad. Fue incapaz de jugar en sociedad como hizo en otro tiempo, de probar realmente a Courtois.

No hubo equipo, porque no hubo futbolistas, una incapacidad total en la que Messi no recuperó la autoestima, cada vez más alejado de esa época en la que se iba de tres y cuatro defensas seguidos. Pero eso ya no sucederá en esta primavera. Una radiografía más del Barcelona de hoy, un equipo que, a pesar de quedarse a un gol de ganar la Liga, pasará por el quirófano. Al fondo queda una época que hoy murió de mala manera, sin nada interesante que ofrecer. Ni siquiera cuando Xavi volvió al césped para organizar a la clase. Fue imposible, porque sus compañeros ya jugaban con los brazos caídos, algunos hasta malhumorados frente a la fortaleza del Atlético que era la de Godín, feliz, honrado e insuperable. Una prueba más de lo que es Simeone, su entrenador, un estado de ánimo, una final en sí mismo, un hombre que ha adquirido demasiada sabiduría este año.

En la tarde fundamental, el Atlético estuvo por encima de los futbolistasLos minutos volaron sin preocupaciones para el Atlético. La grada echó de menos la incertidumbre para alterar el argumento. Pero, como pasa con el Fausto del que escribe Goethe, en el césped sólo había un equipo con ansia de saber, con deseo de grandeza, de plenitud, de totalidad. El otro, el Barcelona, no era nada más que una familia desunida. Un equipo de mármol, refugiado en las lágrimas de Busquets, retirado del césped en contra de su voluntad. No había nada que hacer para el Barcelona: ya no hacia falta ni tan siquiera ese golpe de romanticismo que en la primera parte pareció tan necesario para el Atlético.

Salió Neymar al césped, pero dio igual que hubiese salido cualquier estudiante de Magisterio. La trascedencia, absolutamente nula, fue la misma. Ahí no había nada que hacer frente a esa legión de hombres inteligentes en la que se convirtió el Atlético. Un equipo con garantía, que supo vencer al misterio, comprender el éxito, disfrutarlo, pelearlo, vivirlo en la ronquera de Simeone, en las lágrimas de Arda o en las de Diego Costa. Por eso, en la tarde fundamental, el Atlético estuvo por encima de los futbolistas. Una obra famosa que, en el fondo, no podía acabar en tragedia. Quizá porque Simeone, como también reza la literatura de Goethe, enseñó a sus futbolistas a gobernarse por sí mismos, a algo más importante que ganar o perder.

Barcelona: Pinto; Alves, Pique, Mascherano, Adriano; Busquets (Song m. 57), Cesc (Xavi m. 77), Iniesta, Alexis; Pedro (Neymar m. 62) y Messi.

Atlético: ourtois; Juanfran, Miranda, Godin, Filipe; Gabi, Tiago, Koke, Arda (Raúl García m. 22); Diego Costa (Adrián m. 16, Sosa m. 71) y Villa.

Goles: 1-0 M. 33. Alexis, de un tirazo por toda la escuadra. 1-1 M. 49. Godin, dentro del área pequeña.

Árbitro: Mateu Lahoz. Amonestó a Busquets, Messi, Tiago, Godin, Messi Raúl García y Mascherano.

Estadio: Camp Nou.


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