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La fe de Terim

El seleccionador turco combina psicología y filosofía

LADISLAO JAVIER MOÑINO

“Las horas oscuras vienen justo antes del alba, por eso no nos rendimos nunca”. Así resume Fatih Terim los amaneceres felices de Turquía cuando estaba abocada a la pesadilla. El seleccionador turco practica la filosofía y la hipermotivación por igual. Tiene admirada a la Europa fubolística, por las épicas remontadas de sus jugadores, y ésta se pregunta por la receta. Más que por el fútbol desplegado, la admiración que levanta es por la resistencia a admitir la derrota que muestran los suyos. Turquía nunca muere. Y menos se rinde si el balón sigue en juego.

Las gestas que tienen boquiabierto al continente no son una novedad ni para él, ni para sus internacionales. Para llegar hasta la fase final de esta Eurocopa, Turquía tuvo que igualar a Noruega un 0-2 en Estambul. Altintop, autor de los dos tantos, logró el empate en el minuto 90. También sacó un punto en Moldavia (1-1) tras ir por detrás en el marcador. El mayor de los milagros se dio en Oslo (1-2). La clasificación estaba en juego. Se adelantaron los noruegos. Turquía estaba prácticamente fuera. Emre y Nihat obraron la proeza de una victoria que les abrió las puertas de Austria y Suiza.

La culpa del carácter indestructible de sus jugadores es de Terim, de sus arengas, capaces de encender mechas bajo el agua. Las explicaciones tácticas de Terim no responden a la charla al uso, lo suyo son discursos donde mezcla el sentimiento del juego con la identidad nacional turca. Voces que retumban en las paredes del vestuario para que sus futbolistas salgan al campo con los ojos como platos y una idea tatuada en su cerebro: nunca hay que rendirse.

“Lo de esta selección es una cuestión de fe”, dijo eufórico Terim tras el partido ante Croacia. “Cuando marcaron los croatas vi jugadores derrotados. Le dije a Altintop que cuando sacara de centro se fuera en línea recta hasta la otra portería. Hasta el final hay que pelear”.

La orden al veloz centrocampista del Bayern es otra señal de la intensidad y la fe con la que vive los partidos. Quedaba un minuto y buscó una solución. Le salió redondo. “Es un ganador nato. Él es el secreto por el que nunca nos rendimos en el campo”, dice Nihat.

Terim y sus jugadores han puesto patas arriba esta Eurocopa. Nadie apostaba por ellos y todo el mundo le pregunta ahora por la fórmula utilizada para dar la campanada. “Nada es imposible y menos en el fútbol”, repite a la prensa y hasta la saciedad a sus jugadores para dotarles de ese carácter indestructible. Dialoga mucho con ellos. En tono afable y conciliador, en el hotel. Con el partido a punto de empezar, les pone la pistola en la cabeza y los enchufa al alto voltaje de los sentimientos y el orgullo.

Le llaman el Emperador, unos dicen que porque de su despacho cuelga un retrato de Napoleón y otros, por su capacidad de liderazgo. Los futbolistas le adoran y los aficionados también. Para los hinchas del Galatasaray es dios porque les dio la UEFA de 2000. En Florencia recuerdan que hace años que el equipo no ha vuelto a jugar tan bien como en su época. Berlusconi le echó del Milan a las nueve jornadas, pero provocó que Maldini, que no suele matar una mosca levantara la voz en su defensa. Otro más en su lista de jugadores entregados a su fe.

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