Público
Público

Andrés Fernández: "Gandhi acabaría con los egos en el fútbol"

Será hoy uno de los hombres del día. El portero del Granada encargado de parar al Barça esta tarde en Los Carmenes. Una responsabilidad que, sin embargo, a él no le obsesiona. Ni eso ni contribuir al título del Madrid. “Al final, pase lo que pase, lo que yo haga se quedará en una anécdota”, explica

Andrés Fernández, tras un partido del Granada. EFE

MADRID.- Podría machacarlo a preguntas acerca del Barça, encontrar tal vez una conversación más popular, resumir su vida a los 90 minutos de hoy frente al Barça. Pero prefiero conocer al hombre, entender al portero que esta tarde se va a someter a juicio. Un carácter el de Andrés Fernández (Murcia, 1986) barnizado por los libros, por el budismo o por los viajes. De ahí la inteligencia de su vida en la que, pase lo que pase hoy, no se cancelarán esas vacaciones que ya tiene programadas en Japón. Hijo de funcionario, Andrés habla de la profesión de futbolista como algo más que una cuenta de resultados o una suma de dinero. “Todos necesitamos algún referente en esta vida y Gandhi es uno de los míos”, dice. En su geografía de la vida también se puede parar el tiempo. “Mis padres me enseñaron a ver más cosas de las que ven mis ojos”, advierte él, que fue figura en Osasuna, olvidado en Oporto y ahora se mantiene en Granada, donde recuperó la importancia. Otra cosa es que algún día se vea campeón de Liga en Los Carmenes. “El ejemplo del Leicester no lo veo posible en España”, explica.

El día que el Barça le metió 8-0 en el Camp Nou usted se dijo a sí mismo: “Qué malo soy”.

Es normal. Tenía una edad. Era muy joven. Estaba empezando en Osasuna y no estaba preparado para eso. Y el hecho de pensar lo que había sucedido en esa noche… casi era mejor ni pensarlo.

Vino Víctor Valdés y le dijo: “Tú no has tenido culpa de nada”.

Sí, efectivamente, creo que me cogió en el túnel de vestuarios, me pegó un abrazo y me insistió en que tuviese ánimo, que yo no me había equivocado en ningún gol. Todavía lo recuerdo, porque eso nunca se olvida.

¿Y ahora, que Valdés ha vuelto a quedarse sin equipo en el Standard de Lieja, no le llama usted para animarlo?

No, porque no sabría cómo hacerlo. Nunca hemos tenido relación. Aquello fue un detalle puntual, pero si pudiera animarle... todos los porteros le animamos. Él es una prueba de que el fútbol puede ser desagradable y de que muchas veces pierde la memoria.

¿Y a usted eso no le da miedo?

No, miedo no, pero sé que algún día podría pasarme a mí. Por eso siempre me apoyo en la familia, en mis libros, hasta en mis mascotas, que es una de mis grandes aficiones. El año pasado nos comprados un perro, un golden retriever que nos acompañó a Oporto, y ahora, siempre que vuelvo a casa, ahí está él, en primera línea, aunque sólo sea para pedirme comida.

Se declara usted un admirador de Gandhi.

Sí, todos necesitamos un referente en esta vida y uno de los que yo he encontrado es él, esa sensación que nos explicó que debemos tolerar los defectos de los demás, esa filosofía del esfuerzo. Su propia lectura te ayuda a pensar, a salir de esa burbuja del fútbol o a recordar que no tiene sentido estar todo el día pensando en el fútbol. No puede ser.

¿Qué cambiaría Gandhi en un vestuario?

Eliminaría egos, eso seguro. Al final, un equipo muchas veces es una lucha de egos y yo entiendo que los haya. Todo el mundo tiene su ego, yo el primero. Pero hay una medida. A veces, merecemos más tranquilidad. La vida no va a cambiar nada por amargarnos o por impacientarnos.

El año pasado usted fue suplente en el Oporto. ¿No se enfadó?

A veces sí, porque al final los futbolistas somos como niños. Pero, en general, sí es verdad que trataba de mantener el estado de ánimo, ver más cosas de las que veían mis ojos. Y en los peores momentos siempre estaba mi pareja, la que se comía todos los marrones, la que te sacaba de casa a dar un paseo, la que te recordaba: “Andrés, no tiene sentido estar todo el día amargado”, o a la que , de pronto, una tarde se le ocurre preguntarte: “¿Te apetece ir al cine?”. Y vas, claro que vas.

Parece usted un tipo culto, distinto.

Bueno, hasta ahí no llego, no lo sé, pero sí me gusta leer, viajar, conocer dónde estoy, estudiar, no pensar que por el hecho de ser futbolista ya soy un privilegiado. Sí, lo soy, porque, además, era mi sueño de la infancia, pero ahora que ya soy futbolista también me apetece prepararme o pensar qué va a pasar el día de mañana.

Hoy es como si fuese portero del Real Madrid.

Eso parece, pero yo intento mantener la cabeza en mi sitio. No puedo pensar en eso; no voy a pensar, de hecho.

Podría ser el día más popular de su vida.

En cualquier caso, al final se quedará en anécdota pase lo que pase. Al final, el tiempo siempre se olvida de todo.

Le veo con poca hambre de gloria.

No, no es eso. Pero cada uno tiene su realidad. Nosotros ya cumplimos en el Granada, ya hicimos la temporada que debíamos hacer. Ahora, jugar ante el Barcelona es muy emocionante, sí. Es el partido que uno sueña de niño. Uno se hizo futbolista para vivir días así. Por lo tanto, pase lo que pase, tendrás que disfrutarlo y, siendo así, es como mejor va a salir.

Gandhi decía: “Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado”.

He vivido esa idea desde niño. Mi madre también me inspiró en el budismo. Me convenció de que la vida es muy larga y de que tenía que ver algo más de lo que veían mis ojos, y eso puede estar en los libros o en elegir los buenos momentos, por encima de los malos. Va a ser mejor así, te va a ir mejor.

¿Fue siempre así en el fútbol?

No. Yo nunca he sido tímido, pero cuando llegué no sabía, lo desconocía todo y, de pronto, llegó Ricardo, que había jugado en el Manchester United y hoy es preparador de porteros de la selección de Japón, y me dijo: “O sales a cometerte a la gente o no vas a ningún lado”. No lo olvidé nunca; ese hombre ha sido como un padre para mí. Todavía hablamos a menudo.

¿Qué aprendió usted de su suplencia en el Oporto?

El apoyo de los demás. Gente de la que no esperabas nada que te lo daba todo. Hubo compañeros de otras nacionalidades, brasileños, portugueses que se preocupaban porque yo, sin conocerme, estuviera animado. Y no era fácil porque yo había llegado a un equipo cinco estrellas para jugar y, de repente…. Quizá llegué tarde, no sé.

¿El ejemplo del Leicester le lleva a pensar que algún día ganará la Liga con el Granada?

Es un ejemplo muy grande. Pero no lo creo, aquí hay demasiada diferencia. Soy incapaz de sentir un caso así en España. No soy capaz de explicar lo que no veo.

¿Tanta diferencia existe entre usted y Keylor Navas?

Tiene que haber diferencia. Sobre todo por el equipo, la afición, el estadio… A partir de ahí, ya no sé qué decir. También se decía que yo pude haber ido al Madrid, pero estaba en un club como Osasuna que entonces no me dejó marchar. Muchas veces la suerte puede estar en una casualidad, en una decisión, en el propio mercado, qué sé yo… Son tantas cosas.

Su sustituto en el Oporto fue Casillas que, por lo visto, está en declive.

El entrenador quería algo más y hay que aceptarlo. Frente a eso no podemos decir nada. Yo también he ido a otros sitios y eso ha motivado que otros se fuesen. No se lo puedes reprochar a Casillas, porque el fútbol son momentos, son etapas: unas veces se te da mejor y otras peor.

Afortunadamente, a partir de este sábado, llegan las vacaciones.

Por una parte, sí, está bien, pero por otra no tengo ganas de que esto se acabe, enseguida echo de menos el día a día, porque me gusta ir a entrenar, casi el 50% del tiempo que paso despierto estoy rodeado de mis compañeros, porque vamos a entrenar a las nueve y no nos vamos hasta las 13.30, cuando comemos juntos en la Ciudad Deportiva y te enteras de cosas, de situaciones personales que a veces nos acercan tanto y que, incluso, en vacaciones se echan de menos.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?