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El hombre de las siete vidas

Raymond Domenech lleva seis años al frente de la selección gala en los que siempre ha sido muy discutido

ALFREDO VARONA

Hijo de emigrantes catalanes que se exiliaron a Francia durante la dictadura franquista, Raymond Domenech (1952) lleva seis años al frente de la selección gala en los que siempre ha sido muy discutido. Pero a él, lejos de molestarle las críticas, le motivan, porque 'todos los entrenadores que conozco viven al filo de la navaja'. Por eso, Domenech habla con el cuchillo en los dientes, se crece ante las preguntas más rabiosas y tampoco le importa que sus propios futbolistas hablen mal de él. Han sido legión los que lo han hecho. Henry le recriminó una vez 'lo mucho que se aburrían' en sus entrenamientos y le pidió lo que el pueblo francés le pide a voz en grito: un estilo para la selección. Pires llegó a considerar que con Domenech esa es una petición imposible, porque 'es un cagón', mientras que Benzema no está convencido de que no le haya cogido manía. 'Habría que preguntarle si tiene algún problema conmigo. Me siento coartado', dijo.

'Cuando hago algo, no soy Domenech, soy el seleccionador de Francia', dice

Otro entrenador que no fuese Domenech hubiese cogido una escandalosa depresión: no hay casi ninguna encuesta popular de la que salga bien librado. Pero él siempre contesta que si uno tiene la mano izquierda es para algo más que para ayudar a la derecha. Por eso su mirada origina un irónico desafío y, aunque a veces parezca un tipo frívolo, en realidad no lo es. Lo que sucede es que da 'una interpretación muy particular a la vida', en la que no conoce a gente mucho mejor que él. Y lo dice abiertamente. A los jugadores, que le critican, casi siempre les contesta de la misma manera: 'Ustedes tienen derecho a pensarlo, pero no a decirlo'. Y destierra el mínimo atisbo de rencor. 'Puedo tenderle la mano a cualquiera que se equivoque'. Y hasta presume de psicología: 'He hecho todo para tratar de conocer mejor a la gente, porque el ser humano es un pozo sin fondo'. Por eso también habla de la educación y se acuerda de sus años en la sub 21. 'Siempre hacíamos algo. Fuimos a Auschwitz, Jerusalén, para que no sean futbolistas, sino hombres'.

También dice que a la generación de Zidane fue él quien la llevó al teatro, pero resulta que la mayoría de esos futbolistas también le han criticado: Anelka, Trezeguet, Giuly. El único que jamás ha sospechado de él es Zidane que, junto a Ribery, fue el hombre que le libró de la guillotina en el Mundial de Alemania 2006. Entonces estaba casi eliminado.

El país no concebía un equipo tan viejo, pero se vivió un campeonato made in Domenech. Porque siempre llega ese momento en el que el muerto resucita y no se sabe cómo lo hace. El técnico nunca cuenta sus métodos, tan sólo habla de su carácter como 'un gran tesoro'. Y, en cualquier caso, reconoce la dificultad del cargo. 'Cuando hago algo no soy Domenech, soy el seleccionador y siempre he de pensar en ello. Lo olvidé una o dos veces y fue muy peligroso'.

'Tienen derecho a pensarlo, no a decirlo', dice a los jugadores que le critican

Amante de la astrología ('Me ayuda, incluso, a conocer a los futbolistas'), Domenech tiene un perfil casi teatral. Se da, incluso, un aire con el presidente Sarkozy, que alguna vez lo atacó sin piedad. 'Es un técnico horrible, un inútil y un incompetente'. Pero ni siquiera así fue suficiente para despedirlo. Domenech es el hombre de las siete vidas, el técnico más afortunado del mundo, ha llegado a titular France Football. Pero nada de eso le desmaya.

Alguna vez ha prometido tratar de cuidar sus impulsos, pero es una promesa que caduca pronto. Casualidad o destino, su fortuna es que no hay un hombre como él para sortear a la desgracia. Hace dos años, cuando Francia fue eliminada en la primera fase de la Eurocopa, parecía sentenciado definitivamente. Hace uno, la clasificación de Francia para el Mundial de Suráfrica estaba tan complicada que la prensa pedía 'otro estilo que nos haga mejores'. Pero la Federación Francesa siempre pone a Domenech de ejemplo y ya no se sabe si realmente tiene fecha de caducidad.

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