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El retorno del penúltimo tránsfuga

Cinco ídolos de la Penya ya vivieron el calvario que hoy le espera a Ricky

N. ROMÁN / M. ALBA

Lo mío fue tremendo: hubo lluvia de monedas, pancartas, insultos, pitos, en fin, una locura; un día difícil, sí', dice José Antonio Montero y calla. Reflexiona unos segundos, rebusca entre sus recuerdos las sensaciones de aquella primera vez en la que, vistiendo la camiseta del Barça, regresó a la cancha del Joventut, y prosigue: 'Pero aquello fue una campaña orquestada por el club y una responsabilidad de la directiva, que no intervino... Pinta que con Ricky será lo mismo'.

Una tarde de marejada, que hoy (18.00 h., La 2), actualizará en Badalona la versión 2010 de una vieja historia: la del jugador que regresa por primera vez a casa tras haber fichado por el Barça, el gran rival. Una historia dura si se atiende a los antecedentes y a los testimonios de viejos protagonistas. Una prueba más para el prodigio del baloncesto español, que, a sus 19 años, experimentará en carne propia lo que, en su momento, vivieron Juan Ramón Fernández, Luis Miguel Santillana, José Montero, Andrés Jiménez y Rafa Jofresa, portentosos productos de la cantera de la Penya que, por motivos diversos, acabaron enfundándose la camiseta del eterno enemigo. Antiguos ídolos que, a ojos de la afición verdinegra, pasaron a engrosar la lista de traidores tras ese gesto.

Fernández, Jofresa,Montero, Jiménez y Santillana pasaron de ídolos a traidores

'Si alguien piensa que no van a pitar a Ricky es que es imbécil. Le van a poner a caldo', anuncia Santillana, desde la experiencia. 'La gente le tienen preparado un recibimiento bestial. Le va a caer la marabunta', coincide Jiménez, que sigue viviendo en Badalona. 'Marcharse al Barça crea un rencor especial en el público', asevera Fernández, que culminó el viaje Badalona-Barcelona en 1980. 'La gente se encrespa porque piensa que les has fallado', continúa Fernández, concuñado del Matraco Margall, y trotamundos en el baloncesto catalán (jugó seis temporadas en el Granollers). 'La Penya es el único club donde sucede algo así; en ningún otro la marcha de un jugador provoca tanta ira a su regreso', espeta Montero (olvidándose de Estudiantes).

Acusaciones a la directiva

'Y eso responde a un tipo de comportamiento y a un estilo propiciado por las directivas que no lo cortaron de raíz el primer día que actuaron así; hay una complicidad entre lo que el público quiere manifestar y lo que la directiva permite', abunda el ex base. 'Con Ricky se va a vivir una situación de morbo acrecentada desde arriba', confirma Jiménez. Un episodio tan hostil como el que azuzó a Montero.

'Tienen preparada una bestial; le va a caer la marabunta', augura Jiménez

Corría la temporada 1990-91 cuando, en el viejo Ausias March, la antigua cancha del Joventut, una pancarta le saludó de esta guisa: 'Montero, pesetero, te pesa el monedero'. Había muchas más; todas por el estilo. Y monedas; una lluvia incesante desde que los jugadores del Barça abandonaron el autocar hasta que alcanzaron el pabellón. 'Y llamadas los días antes, amenazándome de muerte, acosando a mi familia...; sólo porque había acabado mi contrato y decidí no renovar', recuerda Montero.

Y no es el único que lo vivió así. '¿Qué cómo fue mi vuelta? Pues, mala. Muy mala', asevera Santillana, mítico pívot de la Penya en los años 70 del pasado siglo, del Barça la siguiente década. 'La gente estaba aborregada por un divorcio que propuso Manel Comas y que el público aceptó', apunta Santillana. 'Siempre he sido un sentimental con todo lo que hago y así me fue', prosigue dolido el antiguo pívot.

Defensa a Rubio

'Si alguien piensa que no van a pitar es que es imbécil', dice Santillana

'A Ricky habría que recibirlo bien: ha dado mucho al club, que atraviesa un mal momento económico y la opción de su salida era la que más convenía a la Penya', apunta Rafa Jofresa, uno de los pocos exentos de la ira de la afición verdinegra pese a su fuga. Una tesis ideológica que también abandera Jiménez. 'Los clubes se hacen grandes honrando a la gente que te ha hecho grande. Y Ricky ha ayudado a la Penya a progresar. Por eso, no entiendo este tipo de recibimientos de quienes tanto te han querido'.

'En el caso de Ricky, a pesar de las formas, había cierto interés común', ahonda Montero, 'él se quería marchar y el club necesitaba que se fuera para que su situación económica fuera viable. Así que yo le daría la ovación más grande nunca recibida. Lo contrario es inexplicable'. Para Santillana, el caldo de cultivo de la bronca 'se debe a la forma de proceder de la Penya'. 'Siempre hacen lo mismo. Después de cobrar el traspaso, empiezan a vender que les han robado a un jugador'. 'Al final, el jugador forma parte de una circunstancia que le cae rebotada', apostilla Jiménez.

Él, como los otros cuatro jugadores baqueteados por diferentes generaciones de la afición de la Penya, confían en la madurez de Ricky para aislarse del entorno. 'Dudo que le afecte', asevera Jofresa. El retorno con otra camiseta le hubiera regalado el aplauso. Como a Aíto, con Unicaja; o a Pau Ribas, con el Baskonia. Pero Ricky y Barcelona sólo armonizan con el pecado en Badalona.

 

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