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Sargento Rafa Benítez

El nuevo entrenador del Madrid es frío en el trato, controlador, muy exigente y perfeccionista al máximo. "Para él, los futbolistas son una herramienta de trabajo", recuerda Núñez, que coincidió con el técnico en el Liverpool

Benítez, durante un partido del Nápoles en la Europa League. RONNY HARTMANN / AFP

MADRID.- “No cuento contigo”. Escueto, directo, frío. Aún pervivía la vorágine de felicitaciones días después de aquella final de la Champions de locura que el Liverpool arrebató como un ladrón de guante blanco, como los chicos de Danny Ocean, al Milan en 2005. Rafa Benítez se acercó a Antonio Núñez y le comunicó una decisión que probablemente el extremo ya conocía, dado que apenas había contado en esos últimos meses para el preparador madrileño.

Una despedida amarga, pero correcta y educada. Como siempre fue con él. Benítez (Madrid, 1960) es dialogante, de palabra fácil, pero tener una relación personal con los jugadores no es algo que le preocupe en exceso. “Es una relación meramente profesional. Para él, los futbolistas son una herramienta de trabajo; intenta sacar el mejor provecho de ellos. Pero así es como debe ser, yo nunca he dicho nada en contra de eso porque a los jugadores se les paga normalmente mucho dinero para que hagan lo que dice su entrenador. Y al técnico se le paga para que saque el máximo rendimiento de la plantilla. Si no hay una buena relación, tampoco es necesaria. Creo que así es como él ve las cosas”, considera Núñez.

Una opinión que pueden corroborar muchos de los que han coincidido a sus órdenes hasta ahora. Como Lampard o Terry, en su breve época en el Chelsea, que mostraron públicamente su descontento hacia él en reiteradas ocasiones. La fama de preparador duro no es tal, advierte Núñez (Madrid, 1979), a quien Rafa fichó en su primera campaña. “No le pierden las formas, ni grita de mala manera”. Quizás le importe poco la cercanía con la plantilla, pero no es capaz de agarrar a un futbolista por la pechera, de hacer un Van Gaal en plena práctica o un Luis Aragonés en el banquillo. “No es de los que se le va la cabeza. Siempre controla mucho lo que dice. Si te tiene que corregir algo, te lo comenta de manera tranquila”.

Es exigente a todos los niveles y perfeccionista al máximo. Sus entrenamientos tienen mucho de táctica y de físico y muy poco de balón. En la ciudad de los Beatles se ocupaba bastante del posicionamiento de los jugadores sobre el campo. Ejercicios estáticos en los que el propio Benítez interpretaba a menudo las veces de balón para ejercitar los movimientos de las líneas, quién aprieta, quién bascula, quién fija o quién abre. “Era muy meticuloso. Los entrenamientos no eran muy divertidos. Desde luego, las prácticas de Rafa no tienen esa fama”, ríe el extremo madrileño, que ahora se desempeña en el Recreativo de Huelva. “Muchos nos aburríamos, pero al final uno tiene que entender que lo que está haciendo es su trabajo y no es obligatorio divertirse. Es su método”.

Pero ni eso hizo que Núñez perdiera la ilusión cuando con 25 años aterrizó en Merseyside en esa primera campaña en la que Rafa no dominaba el inglés y se expresaba con la plantilla como podía. Le costaba transmitir y explicar el mensaje. No lograba llegar a sus nuevos pupilos como él quería. Pero todo cambiaba cuando se dirigía a la colonia española de los reds. “Para mí era una oportunidad de oro. Lo que me hubieran echado en los entrenamientos lo hubiera hecho sin rechistar. Era joven y disfrutaba de cada momento”, recuerda.

Rafa Benítez, en un entrenamiento del Liverpool. PAUL ELLIS / AFP

El hecho de que lleve desde el lunes trabajando en Valdebebas, horas antes incluso de que se hiciera oficial su contratación, dice mucho de él. Su puntillosidad se despliega hasta la alimentación de sus pupilos, un tema con el que ha creado controversia desde hace tiempo: en el Extremadura prohibió masticar chicle; en el Valencia, comer helados hechos con leche entera. Es meticuloso, asimismo, con la vida de los futbolistas fuera del césped. “No se mete dentro de la vida privada, pero sí le gusta saber cómo es el jugador fuera del campo, si es o no familiar. Si sale, si entra. Le gusta también saber lo que dice la prensa, qué periodista ha dicho esto o lo otro”, revela.

Quizás por estas formas de desenvolverse tanto dentro como fuera del campo pueda chocar con el vestuario merengue. Con la mitad de vuelta de todo, puede que algunas estrellas o artistas, que no casaban con el leve juego físico que imponía Ancelotti, tengan más de un encontronazo con Benítez. “Cuando empieza un ciclo todo el mundo está mucho más abierto a lo que viene y a dar lo mejor de sí, así que supongo que tendrá que haber una adaptación por ambas partes. Pero no sé cómo encajará tanta táctica en algunos jugadores del Madrid, que quizás sí que necesitan un poco más una parte lúdica en la práctica”. ¿Y si hay motín? “Es un entrenador con mucha personalidad y seguro que sabrá llevar las situaciones complicadas. Pero, a veces, en el Madrid el técnico no es el que tiene todo el poder”.

En cualquier caso, el Madrid firma a un técnico excepcional, tras su paso por Nápoles. Un enfermo del fútbol, que se pasa las 24 horas del día pensando en el balón. Un preparador con el que se aprende y que posee una gran virtud, según el exjugador del Liverpool: “Tiene una facilidad para escrutar lo que pasa dentro de un campo, y eso no es fácil. Intenta anticiparse a todas las situaciones que se puedan dar y adelantarse al rival”. En eso tiene rasgos tanto de Mourinho como de Guardiola. Muy poco de Ancelotti.

Fiel a sus propias maneras, Benítez y Núñez no han mantenido el contacto, no han vuelto a charlar desde 2005. Hoy, pese a la agria despedida de hace una década, se saludarían, fantasea el jugador: “Seguro que hablaríamos de fútbol”.

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