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Más de 600 caravanas radiactivas cruzarán España

Enresa trasladará, en 20 años, hasta 6.700 toneladas de residuos nucleares de las centrales al ATC

MANUEL ANSEDE

El pueblo tarraconense de Flix no tiene más derecho a quejarse por la candidatura de Ascó a albergar el almacén temporal centralizado (ATC) que la localidad soriana de Medinaceli. Según insisten los expertos de la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa), el llamado cementerio nuclear es una instalación cien por cien segura. El peligro se encuentra en el viaje de los residuos atómicos por toda España. 'Es indudable que el incremento previsto y necesario del número de estos transportes en los distintos países puede contribuir a que aumenten los riesgos', admite Enresa.

Durante los 20 años siguientes a la inauguración del ATC, prevista para 2014, unas 650 caravanas radiactivas circularán por las carreteras nacionales. El viaje podría realizarse en tren, pero sólo Ascó y Vandellós tienen estación. La basura nuclear tendrá que peregrinar sobre asfalto. Para llevar el uranio y el plutonio de la central cacereña de Almaraz a un almacén en Ascó, los camiones de Enresa tendrían que recorrer casi 700 kilómetros, pasando por pueblos como Talavera de la Reina o Medinaceli, a los que nadie ha consultado si quieren un depósito de desechos atómicos en Tarragona. El ATC tendrá una capacidad de hasta 6.700 toneladas.

Sin embargo, Enresa subraya que el riesgo es casi nulo, citando estudios internacionales. La probabilidad de que ocurra un accidente con fuga de material radiactivo es del 0,000023%, según un trabajo sobre el transporte de basura atómica al cementerio nuclear de Yucca Mountain, realizado en 2002 por el Departamento de Energía de EEUU. En otras palabras, un accidente grave cada 4,3 millones de años. 'El riesgo de la dispersión [el almacenamiento en las piscinas de las siete centrales españolas] se ha calculado infinitamente mayor al del transporte', sostiene Enresa.

Habrá un incidente grave cada 4,3 millones de años, según Enresa

Las cifras que airea la empresa son tranquilizadoras. Desde la década de 1970, se han transportado en el mundo unas 100.000 toneladas de residuos procedentes de centenares de reactores nucleares. Las caravanas radiactivas han recorrido unos 30 millones de kilómetros por todo el planeta. Y no se ha producido ni un incidente con fuga radiactiva.

El responsable de la campaña antinuclear de Greenpeace, Carlos Bravo, es más escéptico sobre la seguridad del transporte de residuos nucleares. 'ETA podría destruir un contenedor de residuos nucleares con un misil SAM-7, como el que querían emplear contra Aznar', opina el ecologista.

Greenpeace encabeza las protestas contra el ATC sobre todo por las dudas acerca de la seguridad de las cápsulas de acero que custodiarán el uranio en su periplo por España. La ONG apoya la construcción de almacenes en seco y en superficie como el que se está levantando en la planta de Almonacid de Zorita (Guadalajara) en cada una de las centrales atómicas. Sin embargo, según sostiene Bravo, la ONG admitiría el riesgo de un atentado y 'se sumaría al consenso social si el Gobierno establece un calendario aceptable de cierre de las nucleares'.

ETA puede destruir un contenedor con un lanzamisiles, según Greenpeace

El ecologista recuerda que ya ha habido accidentes en el transporte de basura nuclear. Sin embargo, como defiende Enresa, nunca se ha producido una fuga radiactiva. En junio de 1987, un camión cargado de residuos atómicos volcó en una carretera de Lailly-en-Val (Francia). El vehículo quedó desmoronado en la cuneta, pero el contenedor, con un cascarón de acero de varias toneladas, no sufrió daños. Diez años después, un tren con tres embalajes con uranio y plutonio descarriló en la frontera francoalemana. Tampoco hubo fuga radiactiva. 'Todos estos sucesos, transcurridos sin consecuencias radiológicas, demuestran la idoneidad de los embalajes', asegura la empresa de residuos.

El vecino de Medinaceli que viera pasar el convoy nuclear, a unos diez metros, recibiría una radiación de 0,025 microsieverts. Una décima parte de la radiación natural que sufriría al mismo tiempo un ciudadano al sol en Madrid, según Enresa.

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