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El ajuste cuartea la cohesión del Gobierno

Dirigentes del PSOE piden un gesto de autoridad a Zapatero. La opción de una remodelación ministerial vuelve a cobrar fuerza

GONZALO LÓPEZ ALBA

El ambiente que se respira en las filas socialistas es de fin de etapa, pero no necesariamente de fin de ciclo. 'Si Zapatero resiste, podemos volver a ganar', sostiene un veterano dirigente, curtido en los momentos más difíciles del mandato de Felipe González (1982-1996). Por eso, una de las mayores inquietudes en el PSOE es fortalecer la figura del presidente, severamente deteriorada a causa de la crisis, y atajar la sucesión de episodios de descoordinación que transmiten una imagen de desgobierno.

Aunque, tras seis años machacando en el mismo clavo, la derecha ha logrado que cale la imagen de insolvencia de José Luis Rodríguez Zapatero, hasta los más críticos con el presidente dentro del PSOE defienden que 'él es lo mejor que hay en el Gobierno'. A la campaña del PP para socavar su autoridad se sumó el jueves CiU con tal entusiasmo y tamaña contundencia 'esto ya no se aguanta más, su etapa está finiquitada' que hizo cundir al abatimiento entre los socialistas, cuyas caras fueron esa día la viva imagen del abandono y la soledad, si bien la saña y 'la irresponsabilidad' de la derecha han tenido el efecto de propiciar el reagrupamiento interno.

Varios ministros discrepan en la selección de las cargas del ajuste

El liderazgo de Zapatero sigue estando fuera de duda en el PSOE, pero hay voces destacadas que alertan de la necesidad que tiene de 'enviar un mensaje claro de autoridad, no sólo ante la sociedad sino también ante el PSOE', especialmente tras el episodio que el lunes llevó a los alcaldes socialistas al borde de la rebelión, tan sólo 24 horas después de que hubieran protagonizado la mayor demostración de cierre de filas en torno al presidente del Gobierno desde el anuncio del tijeretazo social.

'Lo que toca en estos momentos es estar todos como una piña detrás del jefe, aunque puedas no estar de acuerdo con algunas cosas', señala un ministro de acreditada fidelidad al presidente. Tras esta confesión se esconde el reconocimiento de que la dureza de la situación política a la que ha abocado la crisis económica ha cuarteado la cohesión del Gobierno, hasta el punto de que algunos de sus miembros reprochan en privado a otros que actúen 'pensando más en sí mismos que en el proyecto' o que intenten influir 'desde fuera' en la toma de decisiones.

El plan de ajuste provocó el jueves de la semana pasada el debate más intenso en un Consejo de Ministros desde que lo preside Zapatero y no precisamente a causa del tan traído y llevado impuesto para los ricos. Sobre la conveniencia de ese guiño al electorado de la izquierda existe práctica unanimidad dentro del Gabinete y las dudas se centran más en su complejidad técnica y en la elección del momento oportuno que en el temor a la fuga de capitales de la que alerta Economía. Zapatero cortó este debate cuando, tras la discusión sobre el recorte del gasto público, Miguel Sebastián advirtió de que las medidas fiscales nunca deben anunciarse con antelación .

Blanco alertó del impacto negativo en el empleo y las alianzas políticas

El debate, según diversas fuentes gubernamentales consultadas por Público, se centró en la selección de los sectores que debían cargar con el sacrificio del recorte del gasto. Así, el ministro de Fomento y vicesecretario general del PSOE, José Blanco, alertó del impacto negativo que el recorte de las inversiones públicas, que afecta especialmente a su departamento, tendría en el empleo y la reactivación económica como confirmó el viernes Elena Salgado,así como en la actitud de los potenciales socios parlamentarios según pudo comprobarse el jueves en la votación parlamentaria del decreto ley, ya que el recorte afectará a todas las comunidades autónomas y no se limitará a 2010. Pero Blanco no fue el único y hasta la ministra de Vivienda, Beatriz Corredor, planteó objeciones.

Son varios los ministros que hubieran preferido cargar parte del recorte sobre alguna fórmula de copago sanitario, como el cobro simbólico a los pensionistas de un euro por cada receta. Es el caso de la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, especialmente reacia a que el ajuste se haga recaer sobre las retribuciones de los funcionarios, con los que había firmado un acuerdo de mantenimiento de su poder adquisitivo, y los pensionistas.

Pero, consumado el tijeretazo para satisfacer las exigencias de los socios europeos y de las instituciones financieras, la preocupación se traslada a la política doméstica y a la necesidad de 'animar' a la base electoral del PSOE, máxime si se tiene en cuenta que sobre el Gobierno pesa la amenaza de una huelga general. Aún así, el Consejo de Ministros concluyó el viernes que el Gobierno debe agotar todas las posibilidades de lograr un acuerdo con sindicatos y empresarios, pero también que, si no se consigue, 'en cualquier caso hay que afrontar una reforma laboral'.

Más allá de esta prioridad inmediata, el criterio generalizado es que 'algo hay que hacer' para revertir el clima de que el Gobierno vive ya en tiempo de descuento e impedir que el partido acuda a las elecciones municipales y autonómicas con ánimo derrotista. Otra cosa es 'qué hacer'.

Aunque está demostrado que el impacto de una remodelación ministerial 'se diluye rápidamente', se ha reavivado esta expectativa. Según quienes la defienden, se trataría de que Zapatero configure un equipo 'que haga política' y le sirva de cortafuegos, de modo que no toda la responsabilidad, y sobre todo no todo el desgaste, recaiga sobre sus espaldas.

Se ha reavivado la expectativa de una remodelación ministerial 

La posibilidad ha vuelto a cobrar tanta fuerza que incluso circulan quinielas internas. La más extendida concluye que Zapatero debería situar como auténticos pesos pesados del Gobierno 'a quienes lo son a los ojos del partido' y en la práctica interna: José Blanco y Alfredo Pérez Rubalcaba. Se trataría de atribuirles carteras que no requieran una dedicación tan específica como las que desempeñan en la actualidad para que sean reconocidos por la opinión pública y los potenciales aliados como los lugartenientes del presidente. También hay práctica unanimidad en que María Teresa Fernández de la Vega tendría que dar paso a un nuevo portavoz. Entre las posibles incorporaciones se habla del aragonés Marcelino Iglesias y del asturiano Vicente Álvarez-Areces, que no repetirán como candidatos autonómicos, y también hay quien aboga por repescar a Ramón Jáuregui, que fue consejero de Trabajo en el gobierno de Euskadi y ahora está en el Parlamento Europeo.

Destacados dirigentes socialistas advierten de que hay 'un tiempo para reaccionar, pero es un tiempo que se agota y cuanto más pasa, más difícil es la reacción'. Añaden que, si se demora demasiado, podría incluso ocurrir que ya no tenga eficacia porque, aunque aislados, no son menores los indicios de que más de uno ha caído en la tentación de salvarse por su cuenta.

Así se ha interpretado la reducción de consejerías aprobada por el presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, con el recuerdo explícito de que había invitado a Zapatero a adoptar una decisión ejemplarizante de estas características. Y así se ha percibido también que José Antonio Griñán se haya saltado las directrices de Ferraz y proclamado el nombre del nuevo candidato a la Alcaldía de Sevilla sin esperar a que se abra oficialmente el plazo, el 3 de julio.

Si estas actitudes proliferan, se teme que se instale la sensación de que la cuenta atrás es inexorable y el PSOE se descomponga en peleas internas y reinos de taifas.

En el calendario vuelve a aparecer el mes de julio marcado con un círculo. En la segunda semana los días 6 y 7, Zapatero tendrá que someterse a un debate sobre el estado de la nación que supondrá un punto y aparte. Para entonces habrá concluido el semestre de presidencia de la Unión Europea, se habrá celebrado en Toronto una importante reunión del G-20 a la que acudirá con silla propia y el comité federal del PSOE habrá dado el pistoletazo de salida a los preparativos para los comicios municipales y autonómicos de 2011.

El presidente es un convencido de que la política tiene altibajos

El Gobierno no tendrá más remedio que plantear este debate como una moción de confianza porque los partidos de la oposición lo plantearán como una moción de censura, pero la auténtica moción será el debate de los Presupuestos en el otoño. De momento, Zapatero ha ganado tiempo.

El presidente es un convencido de que la política tiene altibajos, momentos de euforia y de depresión que hay que saber transitar sin dejarse arrastrar por la ansiedad. Para cuando, a finales de octubre, llegue el debate de totalidad de los Presupuestos, se habrá aprobado la reforma laboral y estará culminado el proceso de fusión de las cajas de ahorro que amenazan la credibilidad del sistema financiero español, pero nadie se atreve a pronosticar cuántas cosas más habrán pasado, por ejemplo en Catalunya.

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