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Las chuches, fuera de control

Ni Sanidad ni las comunidades vigilan el veto a las máquinas de golosinas

A. F.

En julio del año pasado, el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas acordaron prohibir la venta en los colegios de alimentos y bebidas con altos índices de grasas, azúcares y sal. El documento, que no tiene capacidad sancionadora, fija en 200 kilocalorías el valor energético máximo de los productos que se vendan en las cafeterías y las máquinas expendedoras de los centros de Educación Secundaria. Un mes y medio después de su entrada en vigor, las consejerías de Sanidad de la mayoría de comunidades autónomas no pueden aportar datos sobre el cumplimiento del acuerdo.

El Ministerio de Sanidad tampoco tiene datos. 'Como fue un documento aprobado por todas las comunidades autónomas, no deben producirse incumplimientos de algo que se acordó voluntariamente', afirma un portavoz ministerial. De hecho, comunidades como Murcia y Catalunya ya tenían normativas para limitar los productos que se venden en los colegios.

La Administración recomendó hace ocho meses que fuesen eliminadas

La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) calcula que el 17% de los centros de Secundaria tiene máquinas expendedoras, un porcentaje que en Catalunya se reduce al 10%. Un grupo de expertos elaboró en 2007 un documento de recomendaciones y, desde entonces, ha inspeccionado 1.200 centros para comprobar qué alimentos se venden en las máquinas y supervisar los menús escolares .

En Murcia, el decreto de las chuches, aprobado en mayo del año pasado, prohíbe la venta de golosinas, alimentos y bebidas hipercalóricas, bollería industral y snacks en centros docentes no universitarios.

Estos productos dulces y envasados son muy calóricos y no sacian

La jefa de Nutrición del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, Clotilde Vázquez, explica que el principal problema de este tipo de alimentos y bebidas es que no sacian. 'La grasa comercial está químicamente tratada y, por eso, después de comernos una bolsa de 100 gramos de palomitas (348 calorías), al cabo de unas horas volvemos a tener hambre', explica Vázquez. No pasaría lo mismo si hubiésemos comido cien gramos de carne de cerdo, que tienen el mismo contenido de grasa (pero no química) que los cien gramos de palomitas.

Al margen del acuerdo con el Ministerio de Sanidad, prácticamente todas las comunidades tienen planes contra la obesidad infantil y, de hecho, Canarias, Castilla y León y Andalucía aplican restricciones en la comida que se puede comprar en los colegios. El presidente de la Sociedad de Nutrición Comunitaria, Javier Aranceta, valora estas iniciativas, pero cree que no van a solucionar el problema de la obesidad infantil. 'Lo mejor es que los niños lleven un bocadillo hecho en casa y no compren nada en el colegio', afirma.

Para controlar incluso eso, si los niños compran o no comida en la escuela, en el País Valencià existe la aplicación informática Etiobe, un sistema pionero en la asistencia especializada en obesidad infantil que utiliza la tecnología para saber cuántas calorías ha consumido el niño durante el día y cuánto tiempo ha estado sentado o corriendo.

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