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El PSOE intenta evitar el contagio del descontento

Zapatero subraya que 'los cambios se consiguen votando y con exigencia crítica'

GONZALO LÓPEZ ALBA

A duras penas pueden (si es que pueden) ocultar los socialistas su desconcierto ante el movimiento de los indignados y tampoco su temor a que acaben contaminando con su protesta a los indecisos, en cuya movilización habían depositado las últimas esperanzas de evitar un hundimiento electoral el domingo.

Convencidos como estaban sus dirigentes de que el anuncio de la retirada de José Luis Rodríguez Zapatero había desbaratado la estrategia del PP y afanados como se encontraban en el rebusco de votos, la eclosión del malestar social en la recta final de la campaña electoral ha tomado por sorpresa al PSOE, que teme más que a una vara verde la pandemia del estallido de rabia, largamente incubada.

Las últimas decisiones del Comité Electoral son indiciarias de esa explosiva mezcla de desconcierto y temor, con cambios de última hora en los recintos de los mítines para evitar nuevos pinchazos ayer se pasó de un local con aforo para 5.000 personas a otro con capacidad para 2.500 o el anuncio de que el domingo, la sede federal de Ferraz 'no estará abierta a la militancia'. El argumento utilizado es que 'las celebraciones tendrán lugar en las sedes del PSOE en las respectivas federaciones al tratarse de unas elecciones autonómicas y municipales', pero la decisión entraña, además de la venda anticipada a la posible herida de una calle desierta, la renuncia de antemano a disputar la batalla de los balcones, donde el PP ha ganado más de una convocatoria de esta naturaleza.

Al doble objetivo de no excitar el ánimo de los acampados y evitar el contagio de los indecisos se entregó ayer José Luis Rodríguez Zapatero desde el minuto uno para que su mensaje entrara en las conexiones en directo de las televisiones. Por primera vez desde la tribuna de un mitin, habló directamente para los congregados en la Puerta del Sol de Madrid y en otras plazas de España. Lo hizo con una doble idea: respeto por el carácter pacífico de la protesta e insistencia en que el voto es la palanca de cambio más poderosa.

'Cuando estos días vemos a jóvenes que se manifiestan y se movilizan, siempre digo a los compañeros y os digo que lo más importante es que es una protesta pacífica y que merece nuestro respeto', dijo antes de que sus palabras fueran interrumpidas por el aplauso de los asistentes al mitin. Recuperado el hilo, añadió: ' Y quiero que sepáis que, como sabemos bien y saben muy bien los más veteranos, todas las mejoras y el apoyo que necesitan los jóvenes, especialmente en el empleo, se consiguen trabajando y votando. Los cambios, las mejoras y las reformas se hacen con el voto y la exigencia crítica a los gobernantes'.

Luego volvería a dirigirse a ellos, al final de su discurso, cuando subrayó que los socialistas 'siempre hemos sabido escuchar y respetar las críticas'; y 'no somos como el PP, que ni escucha, ni acepta críticas, ni nunca está dispuesto a tender la mano a nadie'.

Entre medias, espolvoreó alguna otra idea con idéntico destinatario. Así, defendió que las reformas que impulsa su Gobierno son 'el camino para dar una oportunidad a todos esos jóvenes que legítimamente demandan un empleo'. Y les pidió que no se dejen llevar por los cantos de sirena del PP con el argumento de que la crisis 'ha demostrado que eran ficticios' los empleos que se crearon con los gobiernos de José María Aznar.

Además, renovando el compromiso de que el PSOE seguirá haciendo 'reformas, cambios y mejoras', insistió en el guión de campaña para el empujón final: 'Que ningún progresista, esté crítico o no esté crítico, se quede en casa el día 22'. A este colectivo más amplio le recordó que si 'en la etapa del milagro' durante la que gobernó, el PP 'no se acordó de las becas, ni del salario mínimo, ni de los dependientes... si hubieran gobernado con la crisis, habrían desmantelado el Estado del bienestar'.

Zapatero cargó también contra Mariano Rajoy, al que acusó de tener 'una doble moral' por 'hacerse una foto con inmigrantes en la campaña', pero 'sin callar' a los dirigentes de su partido que hacen un discurso xenófobo.

Y, finalmente, tras pedir el voto 'con toda mi convicción, con todas mis ganas y con toda mi fuerza', el presidente del Gobierno reivindicó a los dirigentes 'que saben estar a las duras y a las maduras'.

Haruki Murakami, aficionado a correr como el líder del PSOE, que también es aficionado al escritor japonés, escribió en De qué hablo cuando hablo de correr (Tusquets, 2010): 'Tuve que ir convenciendo una por una a todas las partes de mi cuerpo, cual Danton o Robespierredisuadiendo con su elocuencia a una asamblea revolucionaria radical que, profundamente descontenta, empieza a sublevarse. Las exhorté, supliqué, espolée, regañé y animé: que si ya faltaba poco, que si ahora tocaba aguantar y echar el resto... Pero, bien mirado (pensé), lo cierto es que, al final, a esos dos acabaron cortándoles el cuello'. Eso (metafóricamente) debe pensar también Zapatero.

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