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Somos excluidos sociales, ¿y qué?

Un grupo de marginados reivindica su espacio en la sociedad y el derecho a mostrarse en público

SUSANA HIDALGO

Teresa se despertó una mañana de su matrimonio feliz y se encontró con que su pareja le había infectado de sida. 'A mí y al bebé del que estaba embarazada. Lo mío me dolió, pero lo del niño me partió el alma', recuerda Teresa, alta, huesuda, ojeras y la voz firme. Corría el año 1993 y los seropositivos, aún más que ahora, tenían un estigma. Ella consiguió superar el bache gracias a la ONG Apoyo Positivo. 'Menos mal, han sido mi punto de apoyo', dice. Ahora no tiene problema en hablar de su enfermedad, en cambio, su hijo, adolescente, tiene sida y no quiere 'salir del armario'. 'Se lo tuve que contar con 10 años, el niño tomaba la medicación, veía en la tele cosas sobre el sida, y claro, no era tonto', explica su madre.

Teresa tiene sida, al igual que Antonio. Pero ninguno quiere que su identidad quede oculta en unas iniciales o en una fotografía entre sombras. 'Me llamo Teresa Rodríguez'. 'Y yo, Antonio Moraleda, soy homosexual, y también estoy enfermo de sida', conversan los dos.

'Mi marido me infectó de sida, a mí y a mi hijo', cuenta Teresa Rodriguez

Ambos forman parte del proyecto de sensibilización Eres igual, impulsado por la Obra Social Caja Madrid, que consta de un libro y una exposición fotográfica basados en 67 historias 'de personas que en un momento de su vida se han visto abocadas a la exclusión social', señalan desde la entidad. Es decir, de enfermos de sida, inmigrantes, mujeres víctimas de trata, drogadictos o presos.

Como aclara Joan Subirachs, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad de Barcelona y que ha colaborado en el proyecto, 'no hay personas excluidas, sino momentos de exclusión'. Por eso, en la exposición, que se puede visitar en La Casa Encendida de Madrid, entre las fotos de los protagonistas hay un espejo, para que el visitante se identifique con ellos y no olvide que a cualquiera le puede cambiar la vida de la noche a la mañana. Subirach reivindica la dignidad de las personas del proyecto, que no tienen ningún problema en mostrar su rostro.

'Yo ya sé lo que es tocar fondo', señala Pedro Sanabria, que estuvo en la cárcel

Hay que diferenciar entre pobreza, que se mide por indicadores económicos, y exclusión, donde hay que tener en cuenta otras variables como fracaso escolar o violencia familiar. Cáritas alerta de que hay 3,1 millones de hogares en situación de exclusión social, lo que significa un aumento de 376.000 hogares que viven en esta situación con respecto a 2007.

El marroquí Soufiane El Fakir, de 21 años, sueña con convertirse en futbolista. A cada persona que ha participado en el proyecto, la Obra Social Caja Madrid le pidió que llevaran un objeto personal. Soufiane eligió un balón y un guante de portero. Él, que vive en un piso tutelado de la Comunidad de Madrid con otros chavales, está buscando trabajo, como su amigo Sergio, también veinteañero y que no pierde la esperanza de encontrar trabajo 'en lo que sea'.

De subidas y caídas en picado saben bien Antonio Márquez y Pedro Sanabria. Antonio, de 45 años, tiene VIH y estuvo en la cárcel. Los médicos le dieron ocho días de vida, y él fue a la ONG Proyecto Gloria y allí, de manera milagrosa, se recuperó. 'Empecé a comer, a sentirme bien, me saqué el Graduado Escolar', relata. Precisamente, para el proyecto, Antonio escogió retratarse con su título. Ahora, trabaja como guardia de seguridad en un garaje. Pedro, de 41 años, escucha a su lado y cuenta que él también ha sido preso y vivió 'tirado en la calle'. 'Yo ya sé lo que es tocar fondo', apostilla. La bajada a los infiernos empezó 'de la manera más tonta'. 'No me llevaba muy bien con mi familia, aposté por los amigos, pero estos me fallaron...', recuerda Pedro. Y llegaron las drogas y el alcohol, y la indigencia.

También hay niños que pueden verse abocados a la exclusión hasta que les llega la salida a través de una beca. Le ocurrió a la ecuatoriana Estefanía, de 12 años, y a su hermana Jaqueline, de 11. Su madre, Mariana, trabaja en la limpieza y saca ella sola adelante a la familia. 'El padre de las niñas no está', dice. Las pequeñas, a través de la ONG Fundación Tomillo, consiguieron una beca de ballet clásico de la escuela de danza de Víctor Ullate. Las niñas tienen ballet dos días a la semana y escogieron retratarse para el proyecto con sus zapatillas de ballet. 'Los dos días que bailamos llego muy cansada a casa por la noche, pero me gusta mucho bailar', concluye Jaqueline, que insiste en que sus zapa-tillas son diferentes de las de su hermana 'porque tienen las gomas en cruz'.

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