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La reforma laboral no entra en casa

Los sindicatos exigen la inclusión 'de una vez por todas' de las empleadas del hogar en el Régimen General de la Seguridad Social. Sujetas a una ley arcaica y discriminatoria, ahora no cuentan con ninguna protección socia

OLIVIA CARBALLAR

'Vengo de pedir de la iglesia porque no tengo ni para comer y trabajo como una bestia', afirma Pilar Díaz, una mujer de 60 años que lleva toda su vida limpiando casas. Nunca ha tenido derecho a paro, ni a baja por enfermedad, ni a vacaciones, ni sabe qué es un contrato. Ahora, cuando los huesos le fallan, tampoco puede jubilarse porque, al no haber cotizado, no puede cobrar una pensión. El Gobierno, en pleno debate de la reforma laboral, se ha olvidado año tras año no sólo de ella, sino del resto de las 700.000 empleadas del hogar que trabajan en España, la mayoría en la economía sumergida.

'Pero no es un olvido, es un intento de cargar el mayor tiempo posible sobre las espaldas de las mujeres pobres los costos del cuidado', puntualiza Isabel Otxoa, asesora de la Asociación de Trabajadoras de Hogar de Bizkaia.

Desde 1985, estas mujeres se rigen por un régimen especial en el que no se aplica el Estatuto de los Trabajadores ni el del Trabajo Autónomo. 'Están en desventaja con el resto de los trabajadores, por lo que el Gobierno no puede dejar fuera otra vez del nuevo Pacto de Toledo la inclusión de estas trabajadoras en el Régimen General. Ya es hora de que nos sentemos con la Administración', afirma la secretaria de política social de UGT, Carmen López.

La obligación de alta y cotización a la Seguridad Social desde la primera hora de trabajo, un contrato por escrito, la protección por accidente laboral y la prestación por desempleo son algunas de las reivindicaciones del colectivo. 'Este régimen se basa en la previa situación de opresión de las mujeres, dependientes económicamente de sus maridos y en condiciones de aceptar muy malas condiciones de trabajo', añade Otxoa, que incide en la 'vergonzosa utilización' de las mujeres inmigrantes.

En Opción Luna, una asociación de Córdoba que ayuda a mujeres como Pilar a dignificar su trabajo, consideran que ese aplazamiento constante fomenta aún más la economía sumergida y refleja una discriminación 'pura y dura' hacia estas trabajadoras.

'En este país no está aún resuelta la conciliación laboral y familiar'

'No tener cubiertos unos derechos básicos no es culpa del empleador, sino de una ley y de quien no controla los abusos que se producen', zanja Antonia González Ríder, presidenta de la asociación. 'El otro día, viendo una película en la tele de Adolfo Suárez pensé cuando salía con Santiago Carrillo: lo hicisteis todo muy bien, pero se os olvidó
esto', reflexiona.

Desde aquellos primeros años de la Transición, la mujer ha derribado obstáculos inimaginables. ¿Por qué esta discriminación se resiste tanto? La razón, según la secretaria de la mujer de CCOO de Andalucía, Antonia Martos, es que este trabajo no está reconocido socialmente. 'Siempre lo hemos hecho las mujeres de manera altruista', afirma. Sin embargo, paradójicamente, gracias a estas trabajadoras, otras mujeres pueden acceder al mercado laboral. Y aquí Martos incide en lo que ella considera el problema de fondo: 'En este país no está aún resuelta la conciliación laboral y familiar. Es evidente que se ha avanzado mucho, pero no puede ser a costa de otras mujeres, ya sean empleadas del hogar o familiares como las abuelas'.

Isabel Otxoa cree que el debate hay que plantearlo de otra forma: 'Es injusto e inexacto mencionar a las mujeres como si fueran las que se benefician del empleo doméstico. Las empleadas del hogar liberan de trabajo principalmente a los hombres'. ¿Qué pasaría si las mujeres se pusieran en huelga? La Administración tampoco responde esta pregunta, pero todas saben la respuesta.

Pilar Díaz. Empleada del hogar, 60 años

Su única vía para ganarse el pan siempre ha sido trabajando en casas. Pilar Díaz, una cordobesa de 60 años y sin estudios, sólo cobra 2,5 euros la hora –la media se sitúa en los 8 y los 9 euros–. “Estoy muy mal, con mis achaques, no tengo ni una vivienda y, claro, no puedo pedir más dinero porque si no llaman a una chica más joven”, lamenta. Hace de todo: limpia, cocina, plancha... Pero no cobra más de 300 euros al mes. Es diabética y necesita los cuidados de cualquier persona mayor machacada por una vida dura. Pese a llevar trabajando desde que era muy joven, nunca ha cotizado a la Seguridad Social. “Si me hubieran hecho un contrato como a cualquier trabajador normal, ahora me podría jubilar y tener mi paga. Pero es que, con esta edad, ahora tengo que seguir echando horas como una loca”, añade. Y lo peor, asegura, está por venir: “Tampoco veo un futuro mejor. Lo veo bastante negro todo, la verdad”. 

Antonia Pedregosa. Empleada del hogar, 51 años

Antonia Pedregosa sólo ha cotizado a la Seguridad Social tres temporadas en un hotel de Menorca y cuatro años en otro establecimiento del sector, del que fue despedida con la crisis. El resto del tiempo siempre ha trabajado como empleada del hogar. Y ahora, a punto de cumplir los 52 años, vuelve a limpiar casas. “No tengo ningún derecho, soy española, pero como si fuera extranjera”, afirma.  Actualmente cobra 8 euros por hora, pero con los desplazamientos en autobús, la primera se le queda en cinco. La situación no es muy boyante: su marido lleva un año de baja por enfermedad. “No me falta para comer, pero no me podría quedar en mi casa aunque quisiera”, añade. Gana 400 euros al mes. “Tendría que cambiar nuestra situación de una vez por todas, si no voy un día porque estoy enferma, no cobro, y si la familia decide que no quiere, porque la crisis le está afectando, pues tampoco”, concluye.

Patricia Sánchez. Empleada del hogar, 24 años

Con sólo 16 años, Patricia Sánchez tuvo que dejar sus estudios y ponerse a trabajar. Su madre se puso enferma y necesitaba llevar dinero a casa. Desde entonces, y ahora tiene 24 años, trabaja por horas limpiando casas. “Me hubiera gustado estudiar auxiliar de enfermería porque con todo lo que llevo trabajado es como si no hubiera hecho nada”, afirma siendo plenamente consciente de lo que supondrá en un futuro no haber cotizado para poder recibir una pensión. Ahora gana unos 750 euros al mes y ha preferido que su empleadora no le diese de alta en la Seguridad Social porque tendría que pagar ella gran parte de la cuota. “Y eso me reduciría el sueldo”, explica. A su marido se le terminó la prestación por desempleo el mes pasado y necesitan dinero para lo más urgente: pagar la hipoteca de su casa. Confía, no obstante, en poder recuperar algún día sus estudios.

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