Punto de Fisión

Los votantes de Ayuso

Los votantes de Ayuso
Isabel Díaz Ayuso visita el nuevo Centro Quirúrgico del Hospital Gregorio Marañón, durante su inauguración el pasado miércoles. EFE/ Luis Millán

He leído con no poco interés las declaraciones de varios médicos, enfermeros y sanitarios que se quejan del caos en el servicio de urgencias de Madrid. Algunos comentan, como si se tratase de un argumento o una excusa, que ellos habían votado a Ayuso y que no logran entender la situación de descontrol en el que está sumida la sanidad madrileña. Una doctora se lamentaba de que un paciente la había agredido tras explicarle que no podía expedirle la receta de un anticoagulante después de esperar varias horas: una paliza que terminó con la mujer tirada en el suelo y el energúmeno propinándole patadas y gritando que se lo merecían, por vagos. No puedo asegurarlo, pero da la impresión, por el insulto empleado, que el agresor en cuestión también había votado a Ayuso.

La pregunta que cabe hacerse es qué demonios esperaban estos profesionales de la salud, que llevan años asistiendo al desguace de hospitales y ambulatorios, a la falta de personal y de contratación, al desastre y el desmantelamiento de la sanidad pública en favor de la privada, repito, qué demonios esperaban votando otra vez al PP. A fin de cuentas, Ayuso no engañaba a nadie en las pasadas elecciones al presentar un programa electoral que consistía en una invitación a tomar cerveza y una vistosa lista de tapas.

Puede que luego se cargara presuntamente a seis o siete mil ancianos en las residencias, puede que se dedicara a echar balones fuera y las culpas a Iglesias y a Sánchez, pero nadie con ojos en la cara y un dedo de frente podía decir que no estuviera advertido. Ayuso decidió que lo prioritario en Madrid era salvar la hostelería, preservar las terrazas -como si Iglesias fuese a establecer la Ley Seca en la capital- de manera que sus votantes no pueden quejarse ahora. Por las redes corría esta semana una fotografía de un centro de salud en el que alguien había pegado un cartelito: "No hay médico de urgencias, pero el bar de enfrente está abierto. Libertad". Es un montaje, sí, una imagen falsa, aunque ha resultado verdadera hasta los acentos. Más libertad imposible.

Estos días las estampas dantescas se suceden ante las puertas de los ambulatorios cerrados y las urgencias colapsadas por falta de personal. Una enfermera atendiendo a un niño con convulsiones, médicos empalmando turnos y completamente sobrepasados ante la inundación de pacientes. La huelga sanitaria, sumada a las dimisiones en masa de médicos y responsables de centros de atención primaria, no han hecho sino acelerar el naufragio de la sanidad pública madrileña y espolear las ganas de pelea de Ayuso, que achaca el desmadre a una conspiración antes de irse a perrear un rato en el concierto de una cantante brasileña.

A saber cuántos madrileños van a palmar estos días gracias a esta estupenda gestión de sálvese el que pueda recién inaugurada por la presidenta de la Comunidad de Madrid. Muchos de ellos, pobrecitos, todavía piensan que la culpa es de Pedro Sánchez, por viajar en Falcon, y de Pablo Iglesias y el puto chalet de Galapagar. Seguro que si sobreviven vuelven a votar al PP, ya que, como decía Nietzsche, lo que no te mata te hace más fuerte. Una niña de seis años le preguntaba a Ayuso: "¿Qué haces con mi mamá?". Mejor que le pregunte a su madre a quién votó en las últimas elecciones autonómicas y a quién piensa votar en las próximas, de paso.

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