Posos de anarquía

Vox se ahoga en su propia estupidez

Ruedas de prensa en el Congreso tras las reuniones con el Rey. -DIEGO RADAMÉS / Europa Press
Ruedas de prensa en el Congreso tras las reuniones con el Rey. -DIEGO RADAMÉS / Europa Press

El fascismo intrínseco en las filas de Vox siempre ha estado fuera de dudas. Su racismo, xenofobia y homofobia, entre otras tachas, dejan pocas dudas al respecto. Lo que para algunas personas no era tan evidente era su estupidez, pero la torpeza notable de que hace gala para comprender las cosas delata otra de sus características. El último ejemplo de ello es su iniciativa para "suspender la concesión de la nacionalidad española" a todas aquellas personas procedentes de "países islámicos".

El partido de extrema derecha ha registrado esta semana en el Congreso una iniciativa para privar a las personas de su derecho a solicitar la nacionalidad española, aunque cumplan con los requisitos. El argumento que esgrime Vox es cortar el "goteo de atentados terroristas" yihadistas, utilizando el reciente atentado perpetrado en Bruselas.

La comparación, sencillamente, no aplica porque por mucho que Vox pretenda retorcer una vez más la realidad, el autor del atentado en Bélgica no había solicitado la nacionalidad. Hasta ahí, la formación que lidera Santiago Abascal tan solo hace gala de la manipulación y su afición a la desinformación a la que nos tiene acostumbrados. El tuit xenófobo del propio Abascal, en el que aboga por asesinar sin juicio previo a personas "que traen odio, dolor y muerte", tan solo viene a ratificar el fascismo de la formación. El mismo que escupió al difundir mentiras hace unos meses acusando a una persona migrantes del asesinato de una comerciantes de Tirso de Molina (Madrid).

La estupidez rebosa en la iniciativa registrada en el Congreso. ¿De qué sirve suspender los trámites de concesión de nacionalidad a personas procedentes de "países islámicos", como apunta Vox? De nada. Bastaría comprender cómo funcionan los mecanismos para solicitar dicha nacionalidad. Para poder iniciar los trámites de nacionalización por residencia, que es la opción que se da en la mayor parte de los casos a los que hace referencia el partido de extrema derecha, se requiere un plazo genérico de diez años que, en el caso de las personas refugiadas, puede reducirse a cinco. En ambos casos, habría plazo más que suficiente para cometer cualquier atentado si ese fuese su deseo. Además, obvia Vox que las otras dos condiciones que han de darse para optar la nacionalidad por residencia son acreditar una buena conducta cívica y la integración en la sociedad española.


Así pues, suspender la tramitación de la nacionalidad de manera discriminatoria con el pretexto de la seguridad nacional no es más que una vía necia de dar salida a la xenofobia que destila Vox. Tan necio es el planteamiento de los de Abascal que cae en el ridículo, pues no hace falta destacar por intelecto para percatarse que basta entrar en el país como turista para disponer de 90 días para cometer cualquier tropelía. ¿Para qué embarcarse en un tedioso proceso de naturalización?

Vox se ahoga en su propia estupidez para dar salida a su ADN fascista. Probablemente, lo más inteligente que había hecho desde que comenzó a tener visibilidad institucional fue condicionar gobiernos sin entrar en ellos. Al romper ese planteamiento y asumir responsabilidades de gestión, su torpeza nos ha regalado grandes momentos de escarnio público, encontrando a su máximo exponente en Juan García-Gallardo, pionero en estos sainetes en Castilla y León.

Atendiendo a los últimos resultados en las elecciones generales, ¿significa esto que cerca de tres millones de personas son estúpidas? No seré yo quien emita ese juicio, pero lo que es incontestable es que muy ducho no parece que sea votar a quien hace gala de tamaña estupidez, tal desconocimiento de las leyes y de las mismas instituciones públicas. Imagino que pesa más el fascismo que la búsqueda de dotes intelectuales pues, a fin de cuentas, ¿acaso el fascismo no es reflejo de una estulticia supina? Lo es, porque el supremacismo que defiende es contra natura, hasta el punto de ser la mejor manera de pegarse un tiro en el pie, por hablar un lenguaje que entienda su hinchada.


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