Dominio público

'Bildugá'

Ana Pardo de Vera

La candidata del BNG a la Xunta, Ana Pontón, en un mitin en Ourense. / Brais Lorenzo (EFE)
La candidata del BNG a la Xunta, Ana Pontón, en un mitin en Ourense. / Brais Lorenzo (EFE)

La campaña para las elecciones en Galicia de este domingo ha terminado y solo queda votar. El PP de Alberto Núñez Feijóo y Alfonso Rueda se ha dejado muchísimos pelos en la gatera en dos semanas y es muy consciente de ello; por eso cunde el nerviosismo en la calle Génova y por eso se multiplican las lógicas más rocambolescas, del tipo, "si el Bloque Nacionalista Galego (BNG) concurre con EH-Bildu (y ERC) a las elecciones europeas, el BNG es ETA y Ana Pontón es Arnaldo Otegi con faldas y hablando gallego". El último vídeo electoral del PP de Galicia así lo constata ante la indiferencia de gallegos y gallegas, a las cuales, todo sea dicho, estas cositas desgarradoras contra el independentismo, la amnistía o los indultos nos hacen hasta gracia y las devolvemos envueltas en papel de regalo.

La primera vez que vi lo de Bildugá (no hace falta explicarlo, ya saben, Bildu+BNG) fue a través de un tuit de @CarrilCasanova, que daba forma electoral a la expresión del gurú en las ondas de la (ultra)derecha Federico Jiménez Losantos y que me envió, precisamente, un dirigente abertzale. Me tuve que reír: Losantos es un machista empedernido, insultador profesional y grosero impenitente, pero ingenio tiene y, a veces, en lugar de lograr su objetivo de hundir al enemigo, consigue hacerle crecer, elevarse por encima de a quien el locutor quiere salvar; Feijóo, en este caso. O el PP o Bildugá, ya saben, pero mientras, el BNG va disparado en las encuestas, en los actos electorales de su candidata y en su valoración positiva por parte de la opinión pública.

Pontón dice que el cambio es "imparable" y, aunque yo no tengo claro que el BNG vaya a gobernar en Galicia de ésta, sí es una evidencia que hay una pulsión territorial que quiere acabar con todo lo que representa el PP gallego: la vieja política caciquil y clientelar más interesada en calentar la silla del poder que en el futuro de gallegos y gallegas en un momento especialmente complicado; unos dirigentes incapaces de lograr nada del Estado, ni cuando gobiernan los suyos ni cuando lo hacen los socialistas. Rajoy, para Madrid; Feijóo, para Madrid; Fraga, desde Madrid con el rabo entre las piernas porque no logró ganar nunca allí, ... Galicia gobernada por y para España, nunca por y para sí misma, ignorada incluso por los suyos durante décadas pese al potencial de un territorio excepcional en todos los aspectos, sea cultural, energético sostenible, agroalimentario, pesquero o medioambiental.

Una parte de la sociedad gallega, aún cuando no logre la representación suficiente para gobernar la Xunta, ha entendido ya -como en Euskadi, como en Catalunya- que Galicia es un país que debe ser autogobernado por y para Galicia; con influencia estatal, sí, pero por y para ella, no para sus dirigentes políticos y la garantía de su continuidad en el poder. Si el BNG logra entrar en la Xunta con el apoyo de un PSdeG que resista en mínimos (los socialistas necesitan darlle unha pensada en feminino a su papel en Galicia), tres de las llamadas "nacionalidades" de España, las tres con lengua propia -que es mucho más que un habla-, estarán gobernadas por nacionalistas, por formaciones políticas creadas específicamente y por cuestiones diversas para esos territorios. El componente identitario es decisivo, sin duda, pero hay más que eso y creo que, de hecho, el PSOE lo ha entendido a la perfección, aunque tarde, y asume, incluso con entusiasmo, su papel de tercera fuerza política en Galicia y apoyo para un nacionalismo gobernante, en su caso.


La política territorial, pese al PP y Vox, que son -como al feminismo- la resistencia natural a los movimientos que rechazan la inexistente homogeneidad española, se ha convertido en el pilar central de la gobernabilidad en España, y no por generación espontánea, sino por el voto democrático de sus ciudadanos/as. Asumirlo y aprovecharlo, desde el Estado y el resto de administraciones y puesto que esta diferencia es un valor añadido, redundará sin duda en beneficio de todos y todas. Galicia, tarde o temprano, tiene que sacar también su orgullosa cabeza para mirar al resto del mundo de frente.

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