Dominio público

La ultraderecha ya es 'pacifista'

Ana Pardo de Vera

La candidata a las elecciones presidenciales de 2022 por el partido de extrema derecha Rassemblement National (RN), Marine Le Pen, pronuncia un discurso después de los resultados de la primera ronda de las elecciones presidenciales francesas en París, Francia, el 10 de abril de 2022.- EFE
La líder del partido de extrema derecha Rassemblement National (RN), Marine Le Pen.- EFE

Las elecciones europeas que se celebrarán en junio, marcadas sin remedio por la invasión rusa a Ucrania y el genocidio de Israel en Gaza, ahora con Irán en el papel estelar (poca broma), reflejan penosamente cómo a ciudadanos y ciudadanas nos preocupa cada tramo de nuestra vida diaria, sean el laboral, familiar, climático, comercial, energético ... mientras nuestros gobernantes se empeñan en meternos con calzador los temas de rearmamento y las amenazas que ellos mismos han generado, por acción u omisión.

Nos dijeron que Ucrania ganaría la guerra si Europa y EE.UU. la apoyaban y le suministraban las armas necesarias. Dos años después, nada se vislumbra de la victoria ucraniana y sí mucho de la resistencia rusa. Las encuestas confirman una ascenso del hartazgo de la población en la Unión Europea con esta situación, en la que nadie parece plantearse en serio una negociación mientras sigue muriendo gente. Este cansancio, además, viene incrementado al ver el doble rasero de la UE con Palestina y Ucrania; entre Netanyahu y Putin. A Putin, ni agua. A Netanyahu, palmaditas en el moflete de niño gamberro y abrazos contra Irán. Un cinismo vomitivo al que la población europea no es ajena, lógicamente.

Hace días, en una encuesta publicada por Ipsos para Euronews, recogida por La Vanguardia, y realizada en 18 países de la UE, nos recordaban cuáles son esas preocupaciones prioritarias de los y las europeas a los que los partidos y gobiernos parecen ignorar, al menos, en el trazo grueso de sus intereses electorales europeos. Queremos, primero, que se luche contra la inflación y la pérdida de poder adquisitivo que estamos sufriendo; un 68% de ciudadanos/as UE lo considera prioridad máxima. En segundo lugar, buscamos que se reduzca la desigualdad social rampante que campa en los países UE, según un 64% de la población. El crecimiento económico es nuestra tercera preocupación, que tiene que ver con las dos anteriores y su redistribución. Ninguna de las tres primeras inquietudes de los europeos y europeas consultados están relacionadas con más inversión en armamento; es más, según el sondeo de Ipsos, la defensa en Europa o la ayuda a Ucrania caen notablemente entre nuestras preocupaciones ante la falta de resultados con Rusia. Queremos mejores salarios, más trabajo, servicios públicos que garanticen el ascensor social, precios moderados,... La paz, no la guerra.

Todos estos datos, sumados al ascenso de la ultraderecha en las encuestas -que solo es la continuación de su acceso a las instituciones de los países europeos-, nos llevan a concluir que los intereses prioritarios de los poderes gobernantes -políticos y económicos, fundamentalmente- van por un lado y la ciudadanía europea, por otro, un abono muy jugoso para la antipolítica empeñada en convencernos de que las democracias no sirven para nada porque lo que tú votas no se refleja en las políticas que se ejecutan.


En este sentido, por ejemplo, se habría reconducido el discurso de la francesa Marine Le Pen, líder de Reagrupamiento Nacional (RN), que a su vez encabeza las encuestas en Francia, muy por delante de la formación Renacimiento del presidente Emmanuel Macron. Le Pen, en su esfuerzo por diluir las buenas relaciones pasadas de su partido con Putin, no tiene empacho en criticar el afán militarista del presidente francés, el primero en Europa que apuntó al envío de tropas a Ucrania, sabiendo lo que eso conlleva: una guerra abierta y oficial entre la OTAN y Rusia (súmenle otra entre Irán e Israel, et voilà!)

El discurso presuntamente pacifista de RN es exactamente lo que parece, una vez más: el certero detector de malestar que tiene la extrema derecha, el fascismo, para localizar las preocupaciones y los miedos de la sociedad, y, a partir de ahí, proponer la eliminación del enemigo político -no se contempla el término "adversario" en esas latitudes- y soluciones sencillas y antidemocráticas (xenofobia, racismo, más seguridad por menos libertad, negacionismos de todo tipo ...) para los problemas tan complejos como los que atravesamos hoy. Es tan simple, tan repetido a lo largo de la Historia, tan descarado en su planteamiento que parece mentira que sigamos cayendo en la trampa. Con la inestimable ayuda, sí, de quienes nos dicen de qué tenemos que preocuparnos; sin éxito, por qué será.

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