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Los valones se preparan para el fin de Bélgica

Tres meses después de las elecciones, la formación de Gobierno continúa atascada

DANIEL BASTEIRO

Siempre ha sido tabú, pero después de tres meses sin Gobierno, los dirigentes políticos francófonos se plantean por primera vez un futuro sin Bélgica. El choque de trenes entre la izquierda predominante en Valonia, la parte sur y francófona del país, y el nacionalismo separatista de la próspera región de Flandes, al norte, ha dejado al país al borde de la quiebra. Sin embargo, es una quiebra política que los ciudadanos belgas no acaban de creerse, acostumbrados a vivir en un país con más crisis de Gobierno que de periodos de estabilidad institucional.

La resignación de la población belga, que mantiene de momento sus diversas banderas plegadas, contrasta con el plan B de los socialistas francófonos, liderados por el popular Elio di Rupo, todavía favorito para convertirse en primer ministro con el apoyo del separatista Bart de Wever, de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA).

'Debemos empezar a prepararnos para el fin de Bélgica', aseguró la semana pasada Laurette Onkelinx, viceprimera ministra en funciones y una de las figuras más destacadas del partido. 'Si no, seremos los que paguemos el pato, No podemos ignorar que, para una gran parte de la población flamenca, la independencia es un anhelo', añadió.

Los socialistas francófonos temen que las reformas les perjudiquen

'Quizás estemos entrando en [el proceso de] la organización progresiva de la separación', reconoció, Philippe Moureaux, otro dirigente de los socialistas valones en Bruselas. '¿Qué responsable francófono aceptaría una reforma que pudiera provocar un empobrecimiento de los valones o los bruselenses?', se preguntó Di Rupo hace diez días, cuando tiró la toalla tras siete semanas de negociaciones con las principales formaciones políticas para reformar el país sin desmantelar el Estado. 'No es nuestra misión encontrar un acuerdo a cualquier precio', amenazó, en clara referencia a los flamencos de la N-VA, el partido mayoritario, y el CD&V, los democristianos nacionalistas flamencos del primer ministro en funciones, Yves Leterme.

Fuera del entorno socialista valón nadie duda de que este paso adelante es sólo una estrategia que sale del hartazgo. En otras palabras: un farol para que la atención recaiga sobre Flandes y las ambiciones de poder de sus dirigentes. Pero escindir Bélgica es incluso más difícil que mantenerla unida, y sólo convence en estos momentos a un 14% de los belgas, según los sondeos.

Incluso De Wever, que dirige la gran formación separatista en Flandes, apeló al 'sentido de la responsabilidad', insistiendo en que él no busca una escisión inmediata, sino una 'evaporación gradual' del Estado de forma natural. Según la mayoría de los economistas, la escisión sería sobre todo perjudicial para Valonia, una región con menos poderío industrial y más desempleados que Flandes. Por otra parte, Flandes no está dispuesta a prescindir de la francófona Bruselas, capital europea y motor económico imprescindible para ambas regiones.

El separatista flamenco de Wever prefiere una «evaporación gradual»

Tres meses después de las elecciones del 13 de junio, los asuntos que agrietan Bélgica permanecen invariables: una mayor descentralización que dote de más poderes a las regiones, el control fiscal, el papel de la región de Bruselas, a caballo entre las dos grandes regiones, o el estatus de los suburbios de la capital, en territorio flamenco pero con privilegios lingüísticos para los 100.000 francófonos que los habitan.

El rey Alberto II, que marca los tiempos de la formación de Gobierno y encarga labores de mediación, echó mano la semana pasada de los presidentes del Congreso y Senado para que traten de desbloquear una situación seguida con celo desde el exterior. Bélgica preside este semestre la Unión Europea, y su ingobernabilidad resta credibilidad a unas instituciones comunitarias que luchan a su manera por delimitar sus cuotas de poder ante los estados nacionales. Por otra parte, Francia ha celebrado ya discretas reuniones, presididas por el secretario de Estado para Asuntos Europeos, Pierre Lellouche, que han analizado las consecuencias de un agravamiento de las tensiones territoriales en el país vecino.

El empeño de Elio di Rupo por formar Gobierno, valorado en todo el país, deja a los dos nuevos mediadores nombrados por Alberto II escaso margen para lograr un acuerdo a corto plazo, por lo que Bélgica comienza a recordar las elecciones de junio de 2007, tras las cuales Yves Leterme tardó nueve meses en formar Gobierno.

Mientras tanto, las encuestas favorecen a los dos hombres sobre los que recae el grueso de la responsabilidad. Elio di Rupo ha elevado en dos puntos desde las elecciones hasta el 39,5% la intención de voto a los socialistas francófonos. Bart de Wever, el separatista flamenco, lo ha hecho en cuatro hasta el 32%, según un sondeo del diario La Libre Belgique.

1. Independencia de Holanda

El Reino de Bélgica nació en 1830 tras la rebelión del sur de los Países Bajos, cuya población, a diferencia del norte protestante, era católica y en su mayoría francófona. Durante mucho tiempo Valonia era la parte dominante gracias a las minas y la industrialización. Con el declive de la industria pesada y el auge de las actividades comerciales de Flandes cambió el balance de poder económico y demográfico en el estado federal. Hoy el 60% de los 10,8 millones de belgas son flamencos. También hay una minoría de unos 80.000 ciudadanos de habla alemana.

2. Dos sistemas políticos

Bélgica tiene tres regiones, Flandes, Valonia y Bruselas, que es oficialmente bilingüe aunque la gran mayoría habla francés. La división del país marca el panorama político. En Flandes y en Valonia se votan listas separadas. Cada región tiene sus propios partidos: socialistas, liberales, conservadores etc. El Gobierno federal se compone por partes iguales de ministros valones y flamencos.

3. Elecciones de junio

Los dos ganadores de las elecciones del pasado 13 de junio, los separatistas flamencos de Bart de Wever, y los socialistas valones de Elio di Rupo, llevan ahora tres meses intentado formar una coalición. 

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