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El clan de Ben Alí y su exilio de lujo en el Golfo Pérsico

El dictador y su mujer, Leila, escaparon de Túnez con aproximadamente 8.000 millones de euros

DANIEL AYLLÓN

Una delegación del Gobierno de Túnez viajará en las próximas semanas a Arabia Saudí, después de que Riad haya ignorado, por segunda vez, la petición de extradición del dictador tunecino Zine el Abidine Ben Alí, para ser juzgado por la muerte de 43 personas y los daños a otras 97, en las manifestaciones que dilapidaron su régimen autoritario. Ben Alí se enfren-ta a una petición de pena capital por haber ordenado a la Policía que disparase contra los manifestantes.

'Hemos pedido la extradición dos veces, pero no hemos recibido respuesta', expresó resignado, hace unos días, Hedi Ayari, que preside el juicio. En total, los juzgados de su país reclaman a Ben Alí por un centenar de procesos (homicidios voluntarios, robos, tráfico y consumo de droga...) antes de la huida desesperada que emprendió hace justo un año, el 14 de enero de 2011. Sin embargo, la petición de extradición no será una prioridad en la agenda del Gobierno tunecino durante su viaje a Riad, según fuentes diplomáticas.

Un año después de salir huyendo, el expresidente vive protegido de la Justicia en Arabia Saudí

Rheda Tlili, profesor de Historia moderna y contemporánea en la Universidad de Túnez, considera que las buenas relaciones del rey saudí Abdulá Bin Abdulaziz y el actual Gobierno tunecino mantendrán abierto el paraguas de impunidad que protege a Ben Alí, con el objetivo de bloquear un posible encarcelamiento o ejecución, que daría aliento a las revueltas árabes. La protección saudí ya le mantiene a salvo, por ejemplo, de los 35 años de cárcel a los que se le condenó en rebeldía en junio de 2011, por corrup-ción y malversación, entre otros cargos. Tlili opina que Ben Alí, de 75 años, 'nunca' será juzgado y condenado en su país: la extradición supondría un acto diplomático 'muy grave' para Arabia Saudí.

Mientras tanto, este país y Qatar están inyectando 'grandes cantidades de dinero' a los movimientos extre-mistas religiosos de Túnez, advierte Sami Naïr, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Pablo Olavide de Sevilla. Naïr asegura que los dictadores de estos países 'temen que la llegada de la democracia les termine afectando a ellos también'.

Riad desoye la petición de extradición por delitos castigados con pena de muerte

La mujer de Ben Alí, Leila Trabelsi, fue condenada a 35 años en el mismo juicio y también está protegida por la impunidad del Golfo Pérsico. Antigua vendedora ambulante y peluquera, amasó una fortuna oficiosa de unos 5.000 millones de euros gracias a su falta de escrúpulos, ambición desmesurada y artes de seducción. Divorciada y 21 años menor que Ben Alí, fue su amante los últimos años del primer matrimonio de este, previos al golpe de Estado que dio en 1987. Ambos se casaron en segundas nupcias. Con el tiempo, se convirtió en una de las mujeres más influyentes y poderosas del mundo árabe y colocó a miembros de su clan en todas las compañías y organizaciones tunecinas de éxito (empresas, sindicatos, ONG), al margen de la ley. La organización Transparencia Internacional calcula que Leila, cabeza del clan, llegó a dominar entre el 30% y el 40% de la economía del país. Ahora, sin tanta influencia en Túnez, se centra en sus negocios en Oriente Próximo y América Latina.

Al huir del país, Leila se llevó 1.500 kilos de oro (equivalente a 45 millones de euros) del Banco Central de Túnez, según Le Monde, y se calcula que el matrimonio cuenta con 8.000 millones de euros. En total, en los 23 años que Ben Alí ostentó el poder, 'no sabemos cuánto dinero han robado al país', asegura Naïr: 'Según las fuentes que se consulten, la cantidad oscila entre los 15.000 millones de euros y los 60.000 millones'.

Ante la imposibilidad de extraditarles, 'el objetivo principal ha de ser recuperar los bienes y las cuentas que tenían fuera de Túnez', opina Tlili.

Leila llegó a dominar entre el 30% y el 40% de la economía del país con una red mafiosa

Los rumores de separación de Ben Alí y su esposa comenzaron apenas un mes después de la caída del régimen, aunque no se han llegado a verificar. Desde entonces, fuentes diplomáticas tunecinas señalan que Leila se pasea impunemente por varios países del Golfo Pérsico, como Dubái, Kuwait o Qatar, que no tienen firmado el convenio internacional de extradición y en los que sigue amasando negocios multimillonarios, al margen de las órdenes de busca y captura de Interpol.

En estos países, Leila echa en falta las libertades y la igualdad entre hombres y mujeres de Túnez (vestía con estética occidental y no renunciaba a las copas de ginebra que le granjearon el sobrenombre de Leila Gin), pero sigue practicando despilfarros como los de antaño, que tanto enfurecieron a sus compatriotas. Mientras fue primera dama, adquirió desorbitantes cantidades de mármol de Cartago para decorar sus habitaciones, compró decenas de inmuebles de lujo en Europa y una mansión en Dubái y llegó a pagar hasta 23.000 euros por noche por sus estancias en un hotel francés.

Ayer, los tunecinos celebraron con moderación el aniversario de la salida de Ben Alí y Trabelsi. El país ha pasado página y ahora tiene otras preocupaciones más acuciantes, centradas en su economía, estancada: el turismo sigue sin recuperarse (la llegada de españoles, por ejemplo, ha caído un 80%) y el paro afecta ya a entre 700.000 y un millón de tunecinos. El 18,5% de la población activa está desempleada, según los datos del Gobierno.

Tras un año electoral y de cambios políticos, el tinte económico dominará 2012. 'Túnez necesita la ayuda fundamental del Fondo Monetario Internacional y de la Unión Europea', asegura Naïr, que advierte de que la 'frustración' social puede nutrir y dar alar a los movimientos más extremistas.

'Además del impuso económico, el reto está en organizar un sistema democrático en el que los que no comparten la visión laica y secularizada del mundo puedan participar sin poner en peligro la democracia', apunta el profesor. La visión de los islamistas que ganaron las elecciones es 'problemática', porque 'dicenque están a favor de la democracia, pero están desarrollando un movimiento salafista neofascista que quiere instaurar una nueva dictadura', advierte Naïr. En este sentido, los musulmanes moderados desem-peñarán un papel fundamental.

Además, a pesar del cambio de régimen, los expertos destacan que Túnez sigue arrastrando grandes rémoras del pasado: la corrupción que permitió al clan de Ben Alí amasar su insultante fortuna sigue presente y los actuales líderes políticos también carecen de formación. El fantasma de volver a toparse con una historia similar a la de Ben Alí en sus inicios era un simple policía con lagunas culturales y educativas amenaza con volver envuelta entre proclamas de extremistas religiosos.

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