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Guerra Siria Creación de movimientos populares, operaciones de propaganda y desinformación: así intervino Reino Unido en la guerra siria

Dos documentos revelados esta semana arrojan luz sobre la injerencia y la manipulación del Reino Unido en la guerra de Siria. Aunque los documentos tienen un alcance limitado, es muy posible que la injerencia occidental fuera mucho más amplia. De hecho, Estados Unidos la empezó años antes de que estallaran las revueltas en la ciudad de Deraa en 2011.

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Imagen de archivo de las calles de Damasco durante la guerra civil siria. EFE

eugenio garcía gascón

Esta semana se han filtrado dos documentos oficiales del gobierno británico que aclaran algunas circunstancias que rodearon a la brutal guerra civil siria, mostrando las injerencias de los países occidentales así como las continuas manipulaciones que sufrió el conflicto a manos de funcionarios y empresas occidentales.

De estas manipulaciones y desestabilización planificadas y organizadas por Londres se hizo eco en cada momento la prensa occidental, pero ahora, una vez que se han desvelado, los mismos medios que alimentaron las mentiras no han publicado ni una sola línea de rectificación. Los documentos los ha revelado el portal Middle East Eye (MEE).

El primero de ellos guarda relación con un supuesto movimiento de base integrado por miembros de la comunidad alawí, a la que pertenece el presidente Bashar al Asad, que tenía por misión desacreditar al gobierno de Damasco. El inexistente movimiento popular, que en su momento contó con espacios considerables en los medios de comunicación occidentales, era en realidad una operación desestabilizadora creada por Londres.

La campaña, denominada Sarkha, "Grito", se puso en marcha en mitad de la guerra, concretamente el 15 de julio de 2014, en la ciudad costera de Tartús, y con ella, a través de las redes sociales, se pretendía capitalizar el alto número de bajas de soldados de la comunidad alawí que servían en el ejército.

Para ello se creó una página Sarkha en Facebook, se distribuyeron panfletos, se confeccionaron informes, se colgaron pósteres en los muros y se produjeron videos que se colgaron en las redes sociales en los que aparecían jóvenes supuestamente alawíes escribiendo en las paredes consignas que pretendían ser espontáneas pero que en realidad se habían ideado en Londres.

A continuación "transcendió" que las protestas "populares" contra el "régimen" se habían extendido desde la ciudad de Tartús a la de Lataquia y a otras localidades de la costa mediterránea, es decir en la zona donde vive la mayor parte de la comunidad alawí.

No contenta con eso, la inteligencia británica enseguida "filtró" a los medios de comunicación internacionales la ficción de que el apoyo a la campaña ya se daba en la mayor parte de Siria. La página principal de Facebook recibió pronto 100.000 "me gusta" y a continuación se convirtió en una página web.

El gobierno de Londres contrató a la compañía estadounidense Pechter Polls de Nueva Jersey para que se hiciera cargo de la campaña que inicialmente la puso en marcha una unidad del ministerio de Defensa británico llamada Military Strategic Effects. La financiación corrió a cargo de Londres a través de un fondo especial destinado a manejar conflictos que amenazan los intereses del Reino Unido.

El gobierno británico hacía que distintos medios locales informaran sobre Sarkha describiendo la operación contra el gobierno de Damasco como una operación "lanzada por activistas de la sociedad civil", cuando en realidad toda la desinformación estaba siendo manipulada.

Algunas de las mentiras difundidas decían que había un alto número de soldados alawíes muertos o heridos, un alto número de soldados alawíes que desertaban, así como un número elevado de jóvenes alawíes encarcelados en las prisiones de Damasco. El mensaje subyacente, dice MEE, era que el presidente Bashar al Asad era un tirano sectario.

El segundo documento revelado el jueves por MEE tiene que ver con los programas de propaganda británicos durante el conflicto sirio. Una revisión interna concluye que estuvieron mal planeados, probablemente fueron ilegales y costaron vidas.

Los servicios secretos británicos se sirvieron de agencias de noticias, de redes sociales, de campañas con pósteres e incluso de comics para niños. Empresas contratadas por el gobierno británico utilizaron esos medios para socavar el gobierno de Bashar al Asad e impulsar a la "oposición moderada".

Esta campaña de propaganda empezó en 2012 y se intensificó al año siguiente a pesar de que el parlamento británico votó contra una intervención militar en el conflicto sirio. Un examen interno elaborado en el verano de 2016 señala que la campaña era defectuosa, no se había preparado adecuadamente y podía violar las leyes británicas.

La campaña de desinformación era tan grande que incluso los británicos llegaron a perder el control de la propaganda que ellos emitían. "Las audiencias y los activistas sirios se han perdido y distraído" y los sirios ya no saben qué creer ni a quién creer, indica el examen interno.

Una parte del programa de propaganda tenía por objetivo, entre otras cosas, incidir en los periodistas sirios, impulsar a grupos que los británicos calificaron de "oposición armada moderada", y diseminar discrepancias entre los miembros de la comunidad alawí.

Una de las chapuzas que se comenta en el examen interno es que el programa "carecía de coherencia" y que había esfuerzos "duplicados". La campaña contaba con personal autóctono dentro de Siria y se señala que algunos de sus miembros murieron.

Los documentos revelados por MEE sugieren que estas actividades solamente constituyen una pequeña fracción de las que se llevaban a cabo, tanto por parte del Reino Unido como seguramente por parte de las demás potencias occidentales. En su momento, estas actividades generaron informaciones críticas con el gobierno de Damasco en los medios occidentales, sin que se supiera que detrás de ellas estaban los servicios secretos y el gobierno de Londres.

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