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Rousseff: "Siento el gusto áspero y amargo de la injusticia en la boca"

La presidenta brasileña se defiende ante los 81 senadores que la han llevado al banquillo de los acusados en un polémico juicio político. La mandataria asegura que está allí “no para defender su mandato sino para defender la democracia del país”.

La presidenta suspendida de Brasil, Dilma Rousseff, durante su comparecencia en el Senado. - EFE

BRASILIA.- A las 09.44 horas (hora local) de este lunes Dilma Rousseff entró en el Senado Federal de Brasilia para hacer su defensa en el juicio político abierto contra ella. La causa está basada en una acusación de crimen de responsabilidad por haber firmado tres decretos presupuestarios donde maquilló las cuentas del Gobierno para poder solicitar nuevos créditos a los bancos sin haber devuelto los préstamos anteriores. Estas serían lo que en Brasil se conoce como “pedaladas fiscales”, un delito de maquillaje de cuentas. Sin embargo, este juicio del que hace días que se conoce el resultado, se ha convertido en un proceso simbólico en el que se pone en cuestión la democracia del país y el uso de instrumentos constitucionales para sacar a la presidenta Rousseff del poder.

La mandataria entró en el Senado sonriendo, más relajada de lo normal. En la puerta de la Cámara una centena de manifestantes vitoreaban su nombre. Dentro, los funcionarios corrían para verla llegar. Muchos aplaudían, otros sólo sacaban sus móviles para registrar uno de los últimos momentos de Rousseff como presidenta. En el Senado, 20 invitados de la presidenta la miraban desde el palco. Lula da Silva y el cantante Chico Buarque eran, junto a Rousseff, las otras dos estrellas del día, dos soportes para una presidenta abandonada por su propio partido.

El discurso de la presidenta fue contundente. No hubo las habituales frases inconexas, ni confusiones. Todo lo contrario. Rousseff fue clara, transparente y dijo que llegaba con “la conciencia completamente tranquila” para dirigirse a los 81 senadores. “Vengo aquí para mirarlos directamente a los ojos: no he cometido ningún crimen de responsabilidad”.

Comenzó hablando de su pasado y de cómo durante la dictadura también fue injustamente juzgada. Rousseff mostró su lado más humano, habló de su pasado, de sus miedos: “Vi violaciones, asesinatos y durante años sufrí las consecuencias de las marcas de la tortura. Tenía miedo pero resistí”. Aprovechó para lanzar el primer cuchillo contra algunos senadores cuando dijo: “Yo nunca cambié de lado y ahora veo cómo algunos rasgan su pasado”, en una clara apelación al senador del PSDB Aloysio Nunes, que luchó contra la dictadura y hoy es uno de los principales instigadores del impeachment.

El expresidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva  escucha la comparecencia de Dilma Rousseff en el Senado.- REUTERS

El expresidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva escucha la comparecencia de Dilma Rousseff.- REUTERS

Dilma Rousseff apeló a la historia de Brasil, un país que acarrea muchos más años de dictaduras que de régimen democráticos. Recordó el golpe que sufrió Getúlio Vargas, los intentos fallidos contra Juscelino Kubitschek y el golpe definitivo de João Gulart que trajo el último golpe de Estado de Brasil en 1964. Utilizó esa retórica para decir que siempre fueron “las élites brasileñas” las responsables de poner en jaque a la democracia, y dijo que “no estaba interesada en defender su mandato, pero sí la democracia del país”. También reconoció que había “contrariado los intereses de los poderosos y he pagado un alto precio”. Ese sería uno de los motivos por los que, a juicio de la mandataria, la democracia brasileña sufre una “violencia moral bajo pretextos constitucionales”. Fue así como definió este juicio político e insistió: “Buscan pretextos legales para el mundo de las apariencias, pero esconden el mundo de los hechos”.

Rousseff dedicó buena parte del discurso a desmontar el gobierno interino de Michel Temer y el dardo especial se lo dedicó a Eduardo Cunha, presidente apartado de la Cámara de los Diputados y responsable de abrir el proceso contra Rousseeff: “Yo nunca he robado, nunca he desviado dinero, ni tengo cuentas en el exterior como el diputado Cunha sobre el que pesan acusaciones gravísimas de corrupción. Curiosamente él es quien me ha llevado a este lugar. Y no es una ironía de la vida, sino algo completamente aceptado y silenciado por la oposición. Se viola a la democracia y se castiga a una inocente”.

Definió al equipo de Temer como un “gobierno sin mujeres”, curiosamente cuando “el pueblo apoyó con 54 millones de votos que la presidenta del país fuera una mujer”. Rousseff alertó que con el futuro ejecutivo “estarían en juego las minorías del país, los derechos sociales, las luchas conquistadas como el aumento de alumnos en las universidades, o que los médicos atiendan en todos los pueblos del país, o el sencillo sueño de tener una casa propia”, dijo refiriéndose a los trece años de logros petistas.

Es el cuarto día de este juicio político que comenzó el pasado jueves cuando se
escucharon los testigos de la acusación. El viernes y sábado tocó el turno de los testigos de la defensa de Rousseff y este lunes fue la presidenta la que en un discurso histórico denunció que “pretextos legales y una frágil retórica jurídica” se usaban para "concretar un verdadero golpe a la Constitución”. A lo largo del día al menos 47 senadores interrogarán a la presidenta. El presidente del Tribunal Supremo, Ricardo Lewandowski, pidió que el tono de las preguntas fuera “respetuoso y sobrio” y recordó algo que parece que todos han olvidado: “Senadores: ustedes tienen el papel de jueces, no de acusadores”.

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