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Un espíritu inquieto y terrible

De carácter autoritario y provocativo, Ariel Sharon fue siempre un militar indisciplinado del que los dirigentes políticos no se fiaban por su permanente desafío a la autoridad. Su responsabilidad en las matanzas de refugiados palesti

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Muchos israelíes consideran contradictoria la prolongada y exitosa carrera militar de Ariel Sharon y los últimos y frenéticos años de su vida política, en los que desempeñó el cargo de primer ministro entre 2001 y principios de 2006, cuando sufrió un derrame cerebral que lo postró en la cama y lo dejó en estado vegetativo.

Sin embargo, si se mira con atención, las contradicciones se esfuman y la figura mítica del general y del estadista se reconcilian, ya que Sharon hizo siempre todo lo que estaba a su alcance para salvar a Israel, tanto en los vastos campos de batalla como en los angostos corredores políticos que le tocó vivir durante el apogeo de la segunda intifada.

Nacido en 1928 en un moshav agrícola de Palestina, Sharon fue el segundo vástago de una familia de alto nivel educativo originaria de Bielorrusia. Su hermana, dos años mayor que él, acabaría emigrando a Estados Unidos y los dos hermanos tuvieron una relación muy tensa que se agrió hasta interrumpirse totalmente el contacto a causa de una disputa por la herencia familiar que acabó en manos de Ariel.

Desde la adolescencia se enroló en organizaciones paramilitares, grupos sionistas más o menos clandestinos que se multiplicaron durante el Mandato Británico que concluyó con el establecimiento de Israel en 1948. Como tantos otros jóvenes judíos, Sharon acabó en las filas de la Haganah, la organización militar de la que poco después surgiría el ejército regular del nuevo Estado.

Sharon empuñó las armas desde antes de la llamada guerra de la independencia de 1948 Sharon empuñó las armas desde antes de la llamada guerra de la independencia de 1948, y jugó un papel destacado en todos los conflictos principales. Aunque su carácter autónomo le llevó a enfrentarse abiertamente con los jefes militares y políticos en más de una ocasión, e incluso a desobedecer órdenes críticas de sus superiores, su personalidad autoritaria fue admirada por el pueblo hasta el punto de otorgarle títulos altisonantes, como el de 'Rey de Israel'.

A principios de los ochenta, en su condición de ministro de Defensa, se produjo la masacre de los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila, en Beirut. Una comisión israelí determinó que Sharon fue responsable de esas matanzas, y aunque al principio se resistió a dimitir, no tuvo más remedio que abandonar el cargo. No obstante, este no fue el final de su carrera política.

Sharon fue un hombre dado a las provocaciones durante toda su vida y no solamente durante sus años en el Ejército. Esta conducta fue la que llevó en su momento a los líderes políticos a no nombrarle jefe de las Fuerzas Armadas, lo que el entonces general recibió con resentimiento. Los líderes políticos no acaban de fiarse de un hombre insubordinado para quien las órdenes que recibía solo eran aceptables si coincidían con sus propias ideas.

Como acto de provocación debe interpretarse la adquisición de una casa en el barrio musulmán de la ciudad vieja de Jerusalén. Sharon apenas ocupó la vivienda durante algunos días, pero en la calle que conduce de la Puerta de Damasco al Muro de las Lamentaciones se podía ver una enorme bandera israelí ondeando y varios soldados custodiando la puerta. En la actualidad, la vivienda sigue perteneciendo a la familia, está desocupada y sin vigilancia militar, pero cuenta con un portal a prueba de bombas.

Aprovechó el caos reinante en los primeros meses de la segunda intifada para impulsar su carrera política

Otra provocación, más sonada y con terribles consecuencias, fue la visita que realizó a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén en otoño de 2000. Sharon visitó ese auténtico polvorín protegido por innumerables miembros de las fuerzas de seguridad, y la visita se convirtió en la espoleta que desencadenó la cruenta segunda intifada.

Sharon aprovechó el caos reinante en los primeros meses de la revuelta para impulsar su carrera política y convertirse al año siguiente en primer ministro. Los israelíes no querían poner fin a la ocupación ni querían gobiernos 'débiles' como el del laborista Ehud Barak, que como todos sus predecesores dentro del partido laborista eran pacifistas únicamente en las declaraciones y no en los actos.

En 2004, en plena segunda intifada, Sharon anunció la evacuación unilateral de las colonias judías de la franja de Gaza, lo que se ejecutó en el verano del año siguiente causando un enorme desasosiego y conmoción entre la mayoría de israelíes que le había votado. Las plegarias y triquiñuelas de los colonos no sirvieron de nada, aunque muchos de ellos atribuyeron el derrame cerebral de principios de 2006, cuatro meses después de la evacuación, a un merecido castigo directo de Dios.

No hay acuerdo sobre los motivos que le impulsaron a ordenar la evacuación de los colonos judíos de la franja de Gaza Sobre esta decisión se ha escrito mucho y no todo el mundo está de acuerdo al interpretarla. Es posible que Sharon ordenara la evacuación de Gaza a causa de la presión, no la presión internacional sino la que suponía el constante goteo de colonos y soldados muertos en ataques de las milicias. En ese momento había unos 8.000 colonos en Gaza, rodeados por un millón y medio de palestinos que les acosaban a diario y hasta volaron dos poderosos tanques Merkaba con los correspondientes soldados de la dotación.

Durante los últimos ocho años de coma, las alusiones a Ariel Sharon en Israel han sido escasas. Su legado, para muchos contradictorio, es agua pasada. A menudo, y a pesar del empuje que dio a los asentamientos judíos, se le considera un error histórico o un 'traidor' cuya memoria debería borrarse en los anales del pueblo judío, como en el caso de Yitzhak Rabin. El primer ministro Binyamín Netanyahu, que durante años fue su rival político, no ha sido propenso a referirse a su figura, probablemente porque también piensa que fue un error histórico.

La vida de Sharon, especialmente los últimos años, enseña la lección de que Israel únicamente camina hacia la paz cuando se ve obligada por una fuerte presión interior o exterior. Y cuando la presión interior es inexistente, como ocurre en estos tiempos, solamente la presión exterior puede obligar al estado judío a abandonar los territorios ocupados donde Ariel Sharon construyó más colonias nadie.

 

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