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Estado Islámico El inesperado resurgir del Estado Islámico tres años después

Una oleada de acciones armadas del Estado Islámico en Irak y Siria ha hecho que suene la alarma en Occidente. El reciente asalto a la prisión de Hasakah, el ataque de mayor envergadura que ha llevado a cabo la organización desde su derrota en 2019, muestra una capacidad de planificación y ejecución que ha sorprendido a EEUU. Sin embargo, una repetición de la historia no parece estar en el orden del día.

Una vista general de la casa dañada donde Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurashi, líder del Estado Islámico, fue asesinado durante una incursión nocturna de las fuerzas especiales estadounidenses en Siria
Una vista general de la casa dañada donde Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurashi, líder del Estado Islámico, fue asesinado durante una incursión nocturna de las fuerzas especiales estadounidenses en Siria. Anas Alkharboutli / Europa Press / Dpa

Distintas operaciones militares del Estado Islámico en el pasado más reciente han suscitado inquietud en Occidente, donde no se olvida el trágico califato que reinó durante el periodo 2014-2019 en amplias regiones de Irak y Siria, similares en extensión al Reino Unido. Sin embargo, a día de hoy esas alarmas parecen exageradas y mucho tendrían que cambiar y descuidarse las cosas para que se repitiera la historia.

En realidad, el Estado Islámico ha sido y es una anomalía, máxime si se tiene en cuenta que incluso el islam moderado ha sido completamente derrotado en cada uno de los países donde ha intentado sacar cabeza. Los Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Arabia Saudí, estrechos aliados de Israel, se han encargado de neutralizar cualquier expresión del islam político, aunque consta que los Emiratos y Arabia Saudí fomentaron el islamismo radical en Siria.

Distinto del radicalismo yihadista, el islam moderado puede contar con el apoyo de una mayoría de la población en Egipto, Túnez y seguramente otros países. Pero las autarquías y tiranías en el poder no permitirán que saque cabeza. Para aplastarlo, sea cual sea su ideario, cuentan con el respaldo no solo de la potencia hegemónica Israel sino también con la aprobación de Occidente, que no se cansa de hacer jugosos negocios de armas con esos países.

Ese yihadismo radical fue particularmente espoleado en Siria desde las revueltas de marzo de 2011, y terminó por convertirse en un monstruo que alertó al mismo Occidente que lo había armado y financiado generosamente para combatir al gobierno de Damasco.

Ese yihadismo radical es intratable y no está dispuesto a dar un paso atrás. Tiene poco que ver con el islam político surgido de las llamadas primaveras árabes, que ha sido y está siendo masacrado sin piedad sin que haya recurrido a las armas, lo que indica que ha abandonado la violencia asociada al yihadismo radical y tiene la intención de participar en la vida pública de los países donde está, cuando se le permita, claro.

Debido a su evolución, el islam político no debería ser una preocupación justificada para Occidente, aunque lo es, mientras que el Estado Islámico sí que constituye un peligro, aunque sea limitado. Tres años después de haber perdido el control físico sobre el territorio del califato, vuelve a actuar con acciones en zonas cercanas a las tropas americanas desplegadas en Irak y Siria.

Con todo, su reemergencia parece hallarse en estado de gestación y no debería exagerarse su amenaza. El reciente y espectacular asalto a la prisión de Hasakah, en el nordeste de Siria, bajo control de los kurdos aliados de EEUU, puede ser un hecho aislado o el embrión de un proceso nuevo de expansión. En todo caso, los americanos todavía no atribuyen a los yihadistas el dominio sobre ningún territorio específico.

Un informe de The New York Times destaca que la oleada de "complejos" ataques en Siria e Irak indica que el Estado Islámico empieza a constituir una "amenaza más seria" que durante los últimos tres años. Le parece particularmente alarmante el asalto a la prisión de Hasakah donde están recluidos millares de yihadistas, y también la serie de ataques contra el ejército iraquí, incluido el video con la decapitación de un policía.

En el caso de la prisión de Hasaka, el asalto que se inició la semana pasada obligó a intervenir directamente, varios días después, a las fuerzas estadounidenses por aire y por tierra, siendo esta la primera confrontación significativa entre el Estado Islámico y EEUU desde hace tres años. Al final, americanos y kurdos lograron restablecer su autoridad con un balance de decenas de muertos en los dos bandos.

Lo preocupante es que con esas acciones el Estado Islámico ha mostrado una capacidad de planificación y operatividad que no se esperaban los iraquíes ni los kurdos sirios, y probablemente tampoco EEUU, y confirman que los yihadistas no están acabados. Es más, son ellos los que están llevando la iniciativa y eligen el lugar y el momento que consideran más favorables para sus acciones.

El periódico cita a un experto que subraya que muchos de los combatientes yihadistas detenidos en los últimos tres años son jóvenes y vienen de familias que con anterioridad estuvieron vinculadas al Estado Islámico, lo que significa que se está produciendo un cambio generacional que puede dar un impulso a la organización.

En Irak se ha detenido a millares de jóvenes de familias cuyos miembros estuvieron afiliados en el pasado al Estado Islámico. Otra circunstancia notable es que el ejército iraquí ni está bien dotado para enfrentarse a los yihadistas, ni sus miembros tienen una motivación que les empuje a defender el país, según el periódico.

Una cuestión de actualidad es la muerte del líder del Estados Islámico el pasado miércoles en un ataque de EEUU en el distrito rebelde de Idlib. El iraquí Abu Ibrahim al Hashimi al Qurayshi había sustituido al también iraquí Abu Bakr al Bagdadi en 2019, cuando el primer califa de la organización fue muerto en otro ataque de EEUU.

Las implicaciones de la acción del miércoles están en el aire. Lo más probable es que la Shura o Consejo Consultivo del Estado Islámico elija pronto a un sucesor. Los dos líderes que hasta ahora ha tenido el Estado Islámico han mantenido un perfil público muy bajo por razones de seguridad. La personalidad del próximo sucesor podría incidir en el desarrollo de los acontecimientos, pero parece difícil que la organización se descontrole hasta emular la irrupción yihadista de 2014.

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