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Kaláshnikov se privatiza

El consorcio estatal ruso Rostec tiene intención de reducir su participación en el
fabricante de armas. Desde que el zar Alejandro I ordenara en 1807 la construcción
de una fábrica, el fusil de asalto es el más utilizado en conflictos en todo el mundo.

El presidente ruso, Vladimir Putin, con una réplica de un kaláshnikov durante una exhibición en Moscú en 2012. - AFP

MOSCÚ.- Para bien o para mal, la del fusil de asalto kaláshnikov es una de las imágenes más asociadas a Rusia. Su estatus, sin embargo, podría cambiar pronto. Los medios de comunicación informaban recientemente de las intenciones del presidente del consorcio estatal Rostec, Serguéi Chemezov, de reducir su participación en el fabricante de armas a una minoría de bloqueo (25% + 1 acción). Con esta decisión el Estado ruso mantendrá el control sobre la dirección de la empresa, pero deja la vía libre a una privatización parcial, en línea con el paquete de medidas anticrisis anunciado por el Kremlin en febrero. “Chemezov retira el dedo del gatillo, pero no del seguro”, escribe un corresponsal austriaco en Rusia.

“La cuestión se encuentra actualmente en fase de debate, la decisión, creo, se tomará a finales de año”, dijo Chemezov, anteriormente director de la agencia estatal para la exportación de armas y tecnología militar Rosoboronexport y considerado un hombre de confianza del presidente ruso, Vladímir Putin.

Rostec posee actualmente el 51% de las acciones del grupo Kaláshnikov, hasta 2013 conocido como Izmash. El 49% restante pertenecen a los empresarios Iskander Majmudov, Andréi Bokarev y Alexéi Krivoruchko, el actual director general del grupo. Si Rostec reduce finalmente su participación en Kaláshnikov, podrían ser los principales beneficiarios. El precio de las acciones lo fijarán expertos independientes, según Krivoruchko.

Un gigante armamentístico con historia

El zar Alejandro I ordenó en 1807 la construcción de una fábrica de armas en Izhevsk, la capital de Udmurtia, a orillas del río Izh. Andando el tiempo, aquella factoría se convertiría en una de las empresas de armas más importantes del mundo. El año pasado el grupo Kaláshnikov, que da trabajo a más de 5.000 personas, tuvo unos beneficios netos de 8.200 millones de rublos (uno 116 millones de euros). Según Krivoruchko en entrevista con la agencia Interfax, Kaláshnikov tiene una cartera de pedidos de 200 millones de dólares. El grupo había depositado grandes esperanzas en el mercado estadounidense, pero las sanciones en 2014 dieron al traste con la operación. “Debido a las sanciones se nos han cerrado los mercados de armas de uso civil de Estados Unidos y Europa, pero hemos podido encontrar nuevos mercados en Asia, África y América Latina”, explicó.

El grupo Kaláshnikov, que ocupa el 95% del sector en Rusia y provee a más de 27 países, modificó en el año 2014 su nombre y estrategia de comunicación corporativa, cambiando su nombre de Izmash a simplemente Kaláshnikov. Además del armamento y su munición, Kaláshnikov también planea diversificarse y fabricar en el futuro drones y embarcaciones marítimas ligeras. El grupo Kaláshnikov no sólo fabrica armas de uso militar, sino que también tiene una línea de armas y ropa de caza (“Baikal”) y otra de carabinas deportivas, sobre todo para la competición de biatlón (“Izhmash”).

Con todo, el producto estrella de la compañía sigue siendo el notorio fusil de asalto, e incluso el logotipo de la empresa incluye su icónico cargador curvo. En septiembre, el grupo Kaláshnikov presentó en el Foro Army 2016 el modelo AK-400, la última versión de la línea AK. En su libro AK 47: La historia del arma del pueblo (Lengua de Trapo, 2014), el escritor y periodista Michael Hodges se adentró en la historia del que es el fusil de asalto más utilizado en conflictos en todo el mundo (los otros dos son el M16 de origen estadounidense y el HK de origen alemán). Descrito por Hodges como “una arma de destrucción masiva”, de este fusil y sus variantes ─fabricadas desde Serbia hasta la República Popular China─, se calcula que hay unos 100 millones de ejemplares en circulación y está presente desde los campos de batalla en Oriente Medio hasta las calles de Estados Unidos o México, donde es empuñado por los narcotraficantes.

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