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El 'León de Panjshir' sigue vivo como gran héroe de los afganos

Centenares de personas visitan cada día la tumba del líder de la Alianza del Norte

ANTONIO PAMPLIEGA

Masud era un gran hombre que nunca se rindió. Era un gran líder. Afganistán nunca podrá encontrar a nadie como él. Para nosotros no murió Masud, murió un padre”, afirma a Público el joven Fayas, que acude, junto a sus amigos, a rendir tributo al León de Panjshir en la tumba que se erige en lo alto de una loma desde donde se divisa Bazarak, la localidad que vio nacer a Ahmad Shah Masud. Aquí, en este mastodóntico mausoleo levantado para honrar la memoria del inmortal líder de la resistencia afgana, acuden cada día cientos de personas a presentar sus respetos. Es centro de peregrinación obligada para todos los habitantes del Panjshir, que no han olvidado la figura del carismático guerrillero. En la entrada a este mausoleo, el visitante se topa de bruces con una docena de obsoletos tanques soviéticos, una peculiar guardia de honor que acompaña a Masud en el más allá; vestigios de su victoria contra el invasor. Una victoria que le convirtió en el alma de este valle… pero sólo su muerte lo convirtió en leyenda imperecedera.

'Ya quisiera Karzai tener su carisma, su determinación y su valor', dice un joven Junto a su tumba, esculpida en mármol negro y donde un cristal de metacrilato deja ver la tierra que cubre los restos mortales del líder de la Alianza del Norte, varias plañideras lloran desconsoladamente mientras se enjugan las lágrimas con los velos negros que cubren sus rostros ajados. Junto a ellas, los más jóvenes se arrodillan para rezar por su alma. “Para nosotros era mucho más que un simple líder; era una especie de deidad, y como tal acudimos a rezar por su alma”, enfatiza Ebrahik mientras posa para una foto delante de la tumba del mítico señor de la guerra.Pero hasta aquí no se acercan sólo personas anónimas o antiguos guerrilleros que lucharon al lado del León, primero contra los soviéticos y después contra los talibanes. Incluso altas personalidades del actual Gobierno de Karzai se arrodillan ante Masud. Es el caso de Mohammad Qasim Fahim, exjefe de los servicios de inteligencia de Masud y actual vicepresidente, quien acudió a presentarle sus respetos junto a su familia.

Se cumplen diez años desde que un comando talibán, haciéndose pasar por reporteros, acabó con su vida, pero la figura de Masud sigue estando muy viva en todo el valle. “Ya quisiera Hamid Karzai tener su carisma, su determinación y su valor. Para nosotros es una pérdida irreparable. Nunca existirá nadie como él”, se lamenta Asid, quien acude al mausoleo junto a toda su familia. El rostro duro y mirada profunda, su cuidada barba y su cabeza coronada por el tradicional pakol (gorro de lana afgano) presiden, en un inmenso cartel, la entrada al Panjshir. El rostro del muyahidín está presente no sólo en las pegatinas o banderines que decoran los coches que circulan por las carreteras del valle, y las tiendas y casas de esta provincia afgana… Cada hombre del Panjshir es el vivo retrato del guerrillero.

La población del valle asegura que si vuelven los talibanes retomarán las armas Todos visten con su mismo chaleco. Todos cubren su cabeza con el pakol de color marrón. Todos llevan la barba como él. Todos son Masud. En Panjshir, Masud es un dios. “Si Masud estuviese aún vivo sería el líder de Afganistán. Con él hace tiempo que se habría acabado con los talibanes”, afirma Abdullah, un comerciante que vende melones al pie de la carretera que se dirige a Bazarak. En Panjshir, la imagen de Karzai no tiene cabida ante el gigante local.

El valle de Panjshir, a unos 100 kilómetros al norte de Kabul, forjó su leyenda a base de cruentas batallas contra las tropas soviéticas y contra los talibanes del mulá Omar. Nunca nadie fue capaz de tomar el control del valle. “Si los talibanes quieren tomar este valle se encontrarán con que Masud no ha muerto. Él vive dentro de nosotros”, afirma un desafiante Aziz, antiguo muyahidín. En las desnudas y áridas lomas de las montañas de este valle todavía se pueden ver los restos de los tanques que sucumbieron a las acometidas de los muyahidines comandados por Masud. Aquí fue donde la invasión soviética recibió su estocada mortal y donde los talibanes mordieron el polvo. Se cumplen diez años de su muerte, pero como dice un cartel situado a la izquierda de su tumba: “Masud está en el corazón del mundo, no sólo del Panjshir”.

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