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El McDonald's rescatado por sus trabajadores para ayudar a los suburbios del norte de Marsella

En la pandemia, exempleados de la cadena convirtieron un antiguo McDonald's en un banco de alimentos. Hoy, L'Après-M también es un restaurante que contrata a jóvenes en proceso de inserción e intenta dinamizar y desestigmatizar la zona.

Las máquinas de autopedido de l'Après-M son las mismas que las del antiguo Mcdonald' s, así como buena parte del mobiliario del local.
Las máquinas de autopedido de L'Après-M son las mismas que las del antiguo McDonald' s, así como buena parte del mobiliario del local. Carles Palacio

Ya no es un McDonald's, pero ningún extraño lo diría. En el interior de L' Après-M, las mesas, bancos e incluso las máquinas de autopedido se conservan tal y como las dejó su anterior propietario. El nombre, de hecho, aguanta la M de la franquicia. El nuevo restaurante de los suburbios del Norte, dicen sus impulsores, "no renuncia a su pasado".

Hace tres años, antiguos trabajadores del único McDonald 's que había en el distrito 14 de Marsella transformaron el local en un banco de alimentos. Lo hicieron con la complicidad de bomberos, enfermeras, asociaciones y todo el que se asomaba a una zona que no se alcanza por accidente. En los meses más dudosos de la covid-19, las cajas de provisiones y platos de comida llegaron a más de quince mil personas.

Aquella iniciativa no tardó en superar su primera ambición, y el viejo McDo es ahora un restaurante de "fast food solidaria", sin ánimo de lucro. En él trabaja una treintena de personas, mientras el banco de alimentos continúa su labor con una decena más. Algunos de los empleados están bajo vigilancia judicial, otros en proceso de inserción.

El sector concentra buena parte de las viviendas sociales construidas en los años sesenta para instalar nuevas remesas de inmigración, mayoritariamente magrebí. Bloques macilentos, levantados en la falda de una montaña, que conforman los llamados "barrios del Norte". Más allá de sus fronteras, sólo resuenan por el tráfico de drogas, los ajustes de cuentas y, de vez en cuando, los estallidos de rabia. Aquí apenas hay negocios. Tampoco equipamientos municipales. El desempleo ronda el 30%.

Kamel Guemari comenzó a trabajar en McDonald's a los dieciséis años, cuando residía en las viviendas de La Savine. Con esa edad ya vislumbró que aquel trabajo podría ser una salida, aunque no imaginase hacia dónde. Más de veinte años después, él es una de las caras visibles de un proyecto que ha llegado a las tribunas del Museo de las Civilizaciones de Europa y la Mediterránea, en el atávico puerto de la ciudad, lejos de estas barriadas. También a las páginas de revistas como Forbes.

L'Après-M emplea a una treintena de personas, pero su objetivo es recuperar los setenta puestos de trabajo
L'Après-M emplea a una treintena de personas, pero su objetivo es recuperar los setenta puestos de trabajo. Carles Palacio

Esta mañana de primeros de noviembre conversamos con él una hora más tarde de lo agendado. Guemari parece haber nacido para el papel: alto, esbelto, y con una barba inconfundible, habla con el tono de quien ya no necesita convencer. Se desliza entre las mesas del local, con un café en la mano, atendiendo a las preguntas de éste y el otro. Periodistas locales, activistas, estudiantes. "¿Vosotros también sois periodistas?", pregunta un chico mientras esperamos a Guemari. A nuestro asentimiento, responde: "Increíble".

El restaurante está en plena campaña de recaudación. Hace un año, comenzó su andadura con 90.000 euros en donaciones y mucho voluntariado. Ahora necesita 300.000 para seguir siendo viable. L'Après-M, dice su fundador, es también "un hijo de las promesas incumplidas".

Ocurrió en 2019. Sumida en pérdidas millonarias, y tras años de conflictos por sus condiciones laborales, la propiedad apostó por declararse en quiebra y cerrar una franquicia que, por entonces, empleaba a más de setenta personas.

La noticia se interpretó como una sentencia de muerte. El McDonald's de la rotonda de Saint-Barthélemy, inaugurado en 1992 aprovechando la falta de competencia, vendiendo integración, se había convertido en un respiradero. Por sus planchas pasaban chavales que, de seguir consumiendo sus horas en la calle, acabarían sirviendo de carroña al narcotráfico. Además, daba trabajo a jóvenes que ya habían pasado un tiempo a la sombra e intentaban encontrar otro camino, no volver a las andadas.

El desacuerdo escaló a los tribunales, pero finalmente la cadena cerró y despidió a los empleados. Hubo movilizaciones para evitar la clausura. Un año antes, Guemari había conseguido la atención de los medios amenazando con inmolarse con un bidón de gasolina, y los focos enseguida volvieron a él. Incluso aquellos que, décadas atrás, habían protestado contra la "malbouffe", la llegada de la comida rápida, defendieron sin complejos la supervivencia del local. Ese fue el semillero de L'Après-M, que en su versión literal significa "Después de M".

"Los trabajadores de este McDonald's no eran estudiantes que trabajan dos meses y se van", deja caer Guemari. "Le pedimos a la empresa que nos dejase el recinto. Queríamos ayudar a esta población porque es la que nos ha ayudado a ganar nuestro dinero durante años. Pero se negó, así que lo requisamos", añade.

Poco después, el recién llegado gobierno local del socialista Benoit Payan adquirió el edificio para evitar su derribo. También sugirió que destinaría ayudas al proyecto. Pero hoy las palabras parecen haber caducado, y los fundadores del L'Après-M dicen estar solos, al menos desde el punto de vista institucional. Su nuevo objetivo es comprar el edificio al Ayuntamiento mediante una Sociedad Cooperativa de Interés Colectivo bautizada como La part du peuple. Esta zona, anuncia Guemari, "es un área en desarrollo".

Del banco de alimentos a "la plaza del pueblo"

Un hombre de mediana edad abre con cautela la puerta de la hamburguesería. Asoma la cabeza y pregunta por "el sitio dónde se recoge la comida". Uno de los trabajadores le indica que debe dirigirse a uno de los laterales del establecimiento. Allí, en un barracón donde se almacenan fardos de comida seca y cajas de fruta, una mujer cocina un guiso en dos ollas de latón. Más tarde, alguien lo llevará a la estación de Saint-Charles.

El banco de alimentos de L'Après-M funciona sin interrupción desde los primeros meses de la pandemia, cuando preparó más de cien mil paquetes de comida. En aquellos días, puso en marcha "un Uber solidario con ayuda de las enfermeras para las personas mayores y discapacitadas", precisa Guemari, quien añade: "La gente temía de verdad morir de hambre". Ahora la mayor carga de trabajo la tienen los lunes. "Repartimos entre 700 y 800 paquetes a la semana", afirma Mouna, una voluntaria que coordina la distribución. En este equipamiento también se hacen pruebas para desarrollar un sistema de reciclaje propio.

L'Après-M se ubica en el distrito 14 de Marsella, uno de los suburbios con más estigma de la ciudad.
L'Après-M se ubica en el distrito 14 de Marsella, uno de los suburbios con más estigma de la ciudad. Carles Palacio

"Al principio fue muy difícil, hubo mucha violencia. Nos costaba explicar que esto es un proyecto solidario, que uno debe pensar en el otro", asegura Mouna. "Cuando los jóvenes de este barrio tienen la nevera vacía, cuando ven la angustia de sus padres, se convierten en matones. Esto es un proceso para ayudarles a que estén seguros y comiencen a pensar. Y de paso mostrar que aquí no todos son traficantes", señala Guemari.

Hoy, en el interior del viejo McDo, no se anuncia un Big Mac, sino un Maouss Costo. El Happy Meal es ahora un Menú Minot. Uno de los platos más demandados es una hamburguesa en forma de ovni, creación del chef Gérald Passedat, un ganador de tres estrellas Michelín. Las peñas de hinchas del Olympique de Marsella - nunca el equipo - hacen donaciones de merchandising. En los últimos meses, aquí se han impulsado conciertos, veladas de cine e incluso un club de la comedia en colaboración con una compañía de teatro. Los colores que revisten el edificio, azul y violeta, surgen del ingenio de artistas locales.

"Este lugar es la plaza del pueblo. La mayoría de los vecinos que están en los alrededores necesitan un espacio neutral para compartir un pequeño momento de alegría", considera Guemari. Es como decir que L'Aprés-M es el gran anzuelo de los barrios del Norte de Marsella. Unos suburbios alejados de todo, pero siempre visibles desde la autovía que da entrada a la ciudad.

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