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La motosierra de Milei: un ajuste ortodoxo de manual que ya fracasó en Argentina y Latinoamérica

El presidente ultraderechista se ceba con las clases populares al provocar un 'shock' inflacionario por efecto de la devaluación del peso argentino y amenaza con reprimir las protestas sociales.

Javier Milei, en la celebración de la tradición judía 'Hanukkah', en Buenos Aires, a 12 de diciembre de 2023
Javier Milei, en la celebración de la tradición judía 'Hanukkah', en Buenos Aires, a 12 de diciembre de 2023. Guido Piotrkowski / Europa Press.

"Jódanse hoy para disfrutar mañana", decía en un célebre monólogo el gran humorista Tato Bores. Así podría resumirse el argumentario del Gobierno del ultraderechista Javier Milei al lanzar esta semana un paquete de ajuste fiscal que llega envuelto en una devaluación del peso argentino del 50%.

En un país tan dependiente del dólar, la estratosférica depreciación de su moneda supone, de entrada, más inflación y más pobreza. Como ya se lamentaba el cómico hace tres décadas, ese mañana promisorio nunca llega en Argentina.

El plan de choque anunciado por el ministro de Economía, Luis Caputo, es un ajuste fiscal ortodoxo de manual. Junto a la devaluación (el dólar saltó de 400 a 800 pesos en un solo día), Milei disminuirá los subsidios que hoy rigen para la energía y el transporte, no licitará más obra pública (de la que dependen unos 400.000 trabajadores), congelará el gasto en muchas partidas y pondrá en la calle a buen número de funcionarios.

Además, y en contra de lo que prometió en campaña, retomará el sistema anterior del impuesto a las ganancias (IRPF) que el Gobierno del peronista Alberto Fernández había reducido, y establecerá un gravamen del 17,5% a las importaciones. Con todo ello pretende lograr un ahorro del 5% del PIB para alcanzar el equilibrio fiscal y revertir lo que ha llamado "la peor herencia recibida".

El Gobierno estima que la devaluación podría generar una inflación mensual de entre el 30% y el 40% 

El Gobierno estima que la devaluación podría generar una inflación mensual de entre el 30% y el 40% durante, al menos, un trimestre. Si se supera esa previsión, Argentina podría entrar en la peligrosa senda de la hiperinflación, como ya experimentó en 1975, con Isabel Perón (tras el plan de ajuste conocido como el Rodrigazo, en alusión al ministro de Economía, Celestino Rodrigo), y en 1989-90, bajo los gobiernos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem.

La estrategia de Milei para controlar los precios a medio plazo pasa por licuar los pesos en circulación con una inflación desbocada. Cuando las clases medias y bajas no puedan pagar determinados bienes y servicios, la inflación se controlaría por la vía de la demanda.

Es una apuesta arriesgada, porque mientras llega ese momento (si es que llega), muchos ciudadanos habrán caído en el agujero negro de la pobreza, que hoy afecta ya al 40% de la población.

"Se ha cambiado la motosierra por la licuadora", declaró con guasa Carlos Melconian, un veterano economista liberal que suele hablar sin filtro. La realidad es que a la motosierra que mostraba Milei durante la campaña electoral (para recortar los gastos de la casta política, según sus palabras) se le ha sumado ahora una licuadora de salarios que pagará la clase trabajadora.

La devaluación ya ha acelerado una inflación que, en términos interanuales, ronda el 160%. Las empresas petroleras no tardaron ni 24 horas en incrementar un 37% el precio de los combustibles, y las máquinas etiquetadoras de precios de los supermercados echan humo, con aumentos de hasta el 40%. Aerolíneas Argentinas, la compañía aérea de bandera, se ha sumado a la inercia inflacionaria al anunciar subidas de hasta el 100% en los viajes aéreos.

Para tratar de aplacar a los sectores más desfavorecidos, el ajustazo, como se lo conoce en Argentina, incluye un aumento considerable de algunos planes sociales, como la Ayuda Universal por Hijo y la tarjeta Alimentar. Hay, sin embargo, muchos integrantes de esas capas empobrecidas de la sociedad que no reciben esas ayudas y quedarán a la intemperie.

Ajuste y represión

Quienes pagarán también la cuenta del ajuste serán las clases medias, a las que les subirán las tarifas de luz y gas de forma progresiva. El shock inflacionario se tragará los aumentos salariales, con lo que mermará previsiblemente su capacidad adquisitiva.

"Hay que pasar el verano (austral)", insisten desde la Casa Rosada, confiados en que la contracción de la demanda y de la actividad económica generen a medio plazo una caída de la inflación.

De momento, la palabra que resuena en todas partes es la de estanflación (estancamiento económico con alta inflación). Habrá que ver qué sucede después de marzo. Si para entonces todavía no se ve esa luz en el túnel que hoy sólo vislumbra Milei, es probable que la luna de miel que ahora disfruta el presidente con una mayoría de la sociedad comience a resquebrajarse.

La CGT —el sindicato mayoritario— y los movimientos sociales se han declarado ya en alerta

La CGT —el sindicato mayoritario— y los movimientos sociales se han declarado ya en alerta. Con el peronismo en horas bajas, a la espera de su enésima recomposición, la respuesta al ajuste podría canalizarse a través del descontento social en las calles, un termómetro que a veces revienta en Argentina.

Para evitar que las protestas se desborden, el Gobierno ultraderechista se apresuró a anunciar un protocolo antipiquetes. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, excandidata presidencial de la coalición conservadora Juntos por el Cambio, sólo ha tardado dos días tras la aprobación del plan de ajuste en amenazar a los movimientos sociales con represión policial y duras sanciones si cortan las calles durante las manifestaciones.

Una receta tristemente conocida

Milei, un economista ultraliberal de 53 años que se dio a conocer en los canales de televisión y fundó hace apenas dos años su partido, La Libertad Avanza, inicia su mandato asomándose al espejo retrovisor de la historia latinoamericana. Su plan de choque no es muy diferente a otros que ya se aplicaron en Argentina en el pasado, y recuerda también a los que sufrieron varios países de la región.

El ideario económico del mandatario se inspira en las teorías liberales de la escuela austriaca y en las medidas ensayadas por los denominados Chicago boys en Chile. Los alumnos de Milton Friedman desplegaron el recetario neoliberal en el país sudamericano durante los primeros años de la dictadura de Pinochet (1973-1990). Chile todavía no se ha recuperado de la profunda brecha de desigualdad social que supuso aquella nefasta experiencia.

Aunque de forma más gradualista, Mauricio Macri, el pater familias de la derecha tradicional argentina, también arrancó su mandato (2015-2019) con devaluaciones y recortes. El apoyo de Macri fue fundamental para que Milei derrotara al peronista y exministro de Economía Sergio Massa en los comicios de noviembre.

Aunque el presidente se ha resistido a que Macri le colonizara medio gabinete de ministros, lo cierto es que el nuevo gobierno tiene el aroma de la vieja derecha. La casta política la personifica como nadie la ministra Bullrich, con una dilatada carrera en la función pública. Y la casta económica ha desembarcado en el Palacio de Hacienda de la mano de un Caputo que asume el cargo que ya ocupara con Macri.

Aquel "Messi de las finanzas", como lo definiera el expresidente, fue quien negoció con el Fondo Monetario Internacional el préstamo de 45.000 millones de dólares que lastra las cuentas del país desde hace varios años. Poco hábil en cuestiones macroeconómicas, este exitoso trader ha amasado una fortuna en las partidas financieras internacionales.

Los primeros pasos del nuevo gobierno tienen también reflejos de los mandatos de Carlos Menem (1989-1999), el peronista neoliberal fallecido en 2021, de quien Milei se declara profundo admirador. No en vano, ha situado a Martín Menem (miembro de su partido y sobrino del exmandatario) como presidente de la Cámara de Diputados.

Carlos Menem aplicó en su día un ajuste fiscal similar, con una fuerte devaluación del peso que disparó la inflación

Carlos Menem aplicó en su día un ajuste fiscal similar, con una fuerte devaluación del peso que disparó la inflación. Su plan de convertibilidad estabilizó la economía durante unos años pero acabó derivando en la grave crisis de 2001 que dejó el país sembrado de pobres.

"Estamos evitando una catástrofe. Lo que estamos haciendo es lo mejor y lo único que se puede hacer", se justificó el ministro Caputo hace unos días, en una entrevista en el canal Todo Noticias. "Lo que quiero transmitir es que, esta vez, el esfuerzo que va a hacer la gente va a rendir frutos", añadió.

En su hilarante sketch de hace 30 años, Tato Bores recreaba una conversación con un supuesto ministro de Economía partidario del ajuste. "Lo único que les pedimos es un pequeño esfuerzo hoy (...) En poco tiempo le vamos a cambiar la cara al país", le decía el político. "Pobre", respondía el humorista, "lo van a desfigurar más todavía".

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