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Netanyahu y Trump acorralan al presidente palestino

El octogenario Abás se ha pasado desde 2004 confiando en la buena voluntad de los estadounidenses, quienes le han fallado una y otra vez y ahora lo quieren despedir.

El presidente palestino Mahmoud Abbas en la reunión del Consejo Revolucionario de Fatah en Ramallah. REUTERS

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Los días de Mahmud Abás como presidente palestino pueden estar contados sino no se aviene pronto a cumplir el dictado de Benjamín Netanyahu y Donald Trump. El presidente estadounidense es quien está forzando esta situación de castigo, de aislamiento internacional, incluso dentro del mundo árabe, una situación que puede obligar a Abás a dimitir en un futuro muy cercano.

Mahmud Abás nació en la ahora ciudad israelí de Safed, en la Galilea, hace 83 años, y desempeñó una larga carrera en el seno de la OLP a la sombra de Yaser Arafat. Tras la muerte del histórico líder en 2004, Abás lo relevó y ha hecho y deshecho a su antojo desde entonces, excepto en la Franja de Gaza, donde Hamás se hizo con el poder en 2007.

Los últimos meses han sido muy intensos para el actual líder palestino. Trump ha prometido presentar un “acuerdo del siglo” a israelíes y palestinos en las próximas semanas, aunque las últimas informaciones que está generando Israel estos días es que finalmente Trump ha decidido “aplazar” sine die su propuesta ante la tozudez de Abás.

Para llegar a este punto, Trump ha nombrado a un equipo de tres estadounidenses judíos y proisraelíes que han intentado persuadir a Abás para que acepte el dictado de Israel. Abás se ha resistido hasta ahora y esta misma semana llamó a uno de los tres estadounidenses, el embajador en Tel Aviv, David Melech Friedman, “hijo de perro”, delante de las cámaras de televisión.

Donald Trump y Benjamin Netanyahu en una reunión en septiembre de 2016 en Nueva York. REUTERS

Donald Trump y Benjamin Netanyahu en una reunión en septiembre de 2016 en Nueva York. REUTERS

Todo indica que no fue un desliz puesto que Abás no ha rectificado ni ha intentado justificar el insulto, lo que da una idea de hasta qué punto está perdiendo los papeles debido a la actuación de Israel y Estados Unidos. El embajador Friedman es un conocido fan de los asentamientos judíos de los territorios ocupados, a los que ha contribuido económicamente y que visita continuamente.

Abás está completamente aislado en el mundo árabe. Sus aliados naturales se encuentran en peores situaciones 

Abás está completamente aislado en el mundo árabe. Sus aliados naturales, Egipto y Arabia Saudí se encuentran en situaciones que casi son peores que la del propio Abás. El presidente Abdel Fattah al Sisi no puede ser más impopular en Egipto. La economía de este país está por los suelos y Sisi solo puede aspirar a contar con el apoyo de Estados Unidos e Israel.

Su dependencia de Israel es absoluta, de manera que no puede sorprender que el frágil Sisi esté tratando de convencer a Abás para que acepte el “acuerdo del siglo” que le propone Trump, un acuerdo que, por las filtraciones que han trascendido, no puede ser más perjudicial para los intereses de los palestinos.

Tres cuartos de lo mismo sucede con el hombre fuerte saudí, el príncipe Mohammad Ben Salman, quien quiere transformar Arabia Saudí hasta que pierda sus controvertidas señas de identidad y deje de ser una caricatura islámica. Pero Ben Salman se ha metido en una guerra, la de Yemen, que tiene muy mala pinta y que lo debilita en la escena internacional.

Un manifestante palestino sostiene una efigie que representa al presidente palestino Mahmoud Abbas. REUTERS

Un manifestante palestino sostiene una efigie que representa al presidente palestino Mahmoud Abbas. REUTERS

Es cierto que Ben Salman está adquiriendo armas a porrillo en Estados Unidos, Francia y el Reino Unido con la intención de comprar el silencio de sus mandatarios, pero no es menos cierto que la opinión pública occidental no ve con buenos ojos su aventura yemení y eso produce un desgaste tanto de Ben Salman como de los países que le envían armas continuamente.

Es, en resumen, otro hilo débil que depende de la gran potencia regional que es Israel para mantener a raya a sus detractores en la escena internacional. Y esa debilidad de Ben Salman ha hecho que Washington e Israel también le hayan persuadido, como en el caso de Sisi, para que intente convencer a Abás de que acepte el “acuerdo del siglo”, un acuerdo que conviene tanto a los israelíes como perjudica a los palestinos.

Algunos medios de Oriente Próximo han indicado que la administración Trump ya le está buscando sucesor a Abás, que le ha dado un ultimátum definitivo: “O aceptas el ‘acuerdo del siglo’ en nuestros términos, o te puedes despedir de la Muqata”. Sería este ultimátum el que le hizo perder los papeles con el embajador Friedman, un amigo de Trump.

Ningún político del entorno de Abás reúne condiciones claras para sucederle. El secretario del comité ejecutivo de la OLP, Saeb Erekat, no solo es muy impulsivo, sino que carece del apoyo mínimo necesario dentro de Fatah. Erekat es un buen número dos pero no cuenta con respaldo popular.

Otro candidato que sería bien visto por Israel y por Estados Unidos es Mohammad Dahlan, que desde que fue expulsado de Palestina reside en los Emiratos Árabes Unidos. Sin embargo, Dahlan es un personaje contencioso y problemático, a quien se ha acusado de ser uno de los mayores “colaboracionistas” de Israel y de la CIA. Si los americanos y los israelíes lo colocan como sucesor de Abás, lo más probable es que enseguida se desate una guerra civil.

“Estamos dispuestos a hablar con los estadounidenses pero solo nos sentaremos con ellos en un contexto multilateral. Estados Unidos ha tomado partido y no puede ser un mediador justo. El problema es que la comunidad internacional no está asumiendo sus responsabilidades”, reconoce un funcionario palestino de Ramala.

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