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Los superhéroes de México

La lucha libre mexicana causa furor en todas las clases sociales con una gran comunión entre luchadores y público

SERGIO RODRÍGUEZ

En México la lucha libre es una cultura, es parte de lo que somos', dice Alberto, técnico en informática, antes de entrar a la Arena Isabel, en compañía de su esposa y su hija de dos años.

Skándalo es un luchador de 26 años nacido en Cuernavaca, Morelos, y triple campeón de su ciudad, él nos dice: 'Es parte de nuestra cultura y folclore, en ningún lado la lucha libre mueve tantas emociones' y agrega: 'A mí lo que más me gusta es el contacto con la gente, el poder llevarlos de la risa al sufrimiento, al llanto'.

Explica que ha estado en Japón y en Estados Unidos y en ninguno de esos lugares existe la comunión entre público y luchador que se siente aquí, la identificación profunda entre el espectador, 'que se vuelve parte de la lucha, y nosotros. Aquí la lucha no es un espectáculo más, es un juego en el que todos se involucran', señala, 'y es por eso que viene tanta gente a vernos y tantos luchadores de todo el mundo a entrenarse aquí, todos quedan impactados de cómo es en México'.

Skándalo agrega: 'Aquí la gente se identifica con uno, sienten ellos que están luchando con el personaje. Uno como espectador es de alguna manera el luchador, por eso en México importan tanto las máscaras, lo que no pasa en otros lados, aquí uno es incógnito, un personaje creado, héroe o villano, que puede ser cualquiera, eso es lo bonito de las máscaras'.

El espectáculo de la lucha libre en México -que hoy se encuentra en auge- se remonta a 1933, cuando en la Arena México -la Catedral de la Lucha Libre-, de la Ciudad de México, se realizó el primer combate.

Leyendas cinematográficas

Desde entonces hasta la actualidad, la lucha libre mexicana ha estado dotada de romanticismo, mito y comercialización, haciendo de ella un lucrativo negocio, gracias a verdaderas figuras míticas como El Santo (el enmascarado de plata) y Blue Demon (el demonio azul), que, además de convertirse en superhéroes arriba del cuadrilátero -llamado pancracio en la lucha libre-, son leyendas por haber protagonizado decenas de películas sobre la eterna lucha entre el bien y el mal.

'Esencia de la lucha mexicana, que se basa en los dos bandos antagónicos: los técnicos y los rudos', dice un copropietario de la Arena Isabel. Filmes como Santo contra las mujeres vampiro son considerados como películas de culto (recientemente el director de cine Tim Burton señaló la influencia que esas películas tuvieron sobre su visión cinematográfica).

'Se creó una idolatría, ellos son nuestros superhéroes nacionales', dice Clara, fanática de las luchas y antropóloga. 'Pero a diferencia de otros como Superman o Batman -señala Alberto- estos son de carne y hueso, uno puede sacarse una foto con ellos, tocarlos, y acceden a todo eso porque saben que son nuestros superhéroes'. 'Mira allá -dice mientras señala a decenas de niños que rodean a Brazo de Platino para pedirle un autógrafo- están felices, ahí lo tienen y ellos responden'. 'Todo el mundo necesita algo en qué creer, y parte de ese algo somos los luchadores', dice Skándalo.

Pedro, el Mago, Septién, narrador de lucha libre y béisbol durante años, definió a la lucha libre: Es 'un mullido de bizarrías y de abandonos, de héroes y de mestizos'. Y remata: 'Es un ácido que disuelve a unos, los corroe, los cristaliza (...) y solamente triunfan los más fuertes o los más sabios, lucha libre, homiciday suicida'.

La Arena Isabel es pequeña y la cercanía física entre el público y el cuadrilátero es enorme; en algunos momentos la lucha trasgrede el pancracio y se traslada a las gradas: un joven tiene que saltar porque un luchador viene volando hacia él. 'La lucha libre en México es algo entre el teatro y una performance más que un deporte en estricto sentido', apunta Clara, 'aquí todo vale, aquí todos somos parte del espectáculo'. Muchas jovencitas de apenas 15 ó 16 años asisten y lo pasan 'bomba' (así dicen ellas) tomando fotografías con su móvil, se acercan, silban, desaprueban al bando contrario y salen felices.

'Somos superhéroes', señala Skándalo, 'o supervillanos, como yo, que siempre he sido rudo 100%'. 'Creo que hoy hay más gente a la que le gustan los rudos porque rompemos las reglas, y pienso que ahora la gente se identifica más con nosotros por eso, porque ellos, la gente que viene, también rompe las reglas, quiere romperlas y antes no era así'. Y aclara: 'La gente viene a desestresarse, a gritar lo que no pudieron gritar en el trabajo, en el tráfico, a eso vienen y aquí tienen la libertad de hacerlo'.

La lucha libre en México no sólo tiene cada vez más aceptación, sino que hay un verdadero furor 'y si antes se pensaba que sólo la gente del barrio venía, pues mire nada más, hay gente de todos los estratos' apunta Andrea, mientras sostiene a su hija de dos años que ya va a 'las luchas' y que porta un jersey con la leyenda 'Dios perdona... los Perros no' en alusión al ídolo de su madre, el Hijo del Perro Aguayo, que
lucha hoy en la Arena Isabel.

Si alguien supone que las luchas ya están arregladas o que esto no es más que un circo, como dicen los críticos de la lucha libre, acierta de alguna manera, pero falla también.

Alberto no duda: 'Es que es un ritual, lo de menos es si están arregladas o no, eso a mí no me preocupa, aquí venimos y ya sabemos los días, jueves o domingo, y los horarios, es un ritual que se vive todas las semanas, o cuando alcanza el dinero, lo otro no importa, yo soy el que está luchando allá arriba, eso es lo que siento'.

Máscaras cada vez más sofisticadas

Pero donde todo es más auténtico es entre los luchadores del arrabal y los entusiastas aficionados del barrio, que continúan reviviendo el ritual todas las semanas con máscaras que cada vez adoptan diseños más extraños y sofisticados. A Skándalo su madre le ayudó a diseñar su máscara: 'Es algo familiar, yo lo traigo en la sangre y, aunque me parezco a mi personaje, cuando me pongo la máscara siento algo mágico, en serio, algo pasa y
me transformo'.

-¿Cuántas máscaras tiene un luchador?, se le pregunta a Skándalo.

-¡Uy!, infinidad de máscaras, miles, y todas soy yo... o tú. 

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