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 Bebel, el futbolista republicano que orinó al pelotón de fusilamiento antes de morir

El jugador del Deportivo fue un significado socialista que trató de frenar el golpe de 1936 en A Coruña.

Bebel, entre los futbolistas Cela y Diz, durante un partido del Deportivo en 1933.
Bebel, entre Cela y Diz, durante un partido del Deportivo en 1933. Archivo Pachi Dopico / RCD A Coruña

Pese a su militancia socialista, Bebel García jugaba de extremo derecho. Todavía resulta más paradójico que el futbolista del Deportivo, del que ahora se cumplen 110 años de su nacimiento, fuese zurdo. Poco importa su estatura, ciertamente baja. Porque, aunque no fuese un titular indiscutible y labrase su corta carrera en Segunda División, dio la talla hasta el último día de su vida, ante un pelotón de fusilamiento, tras el golpe de 1936.

El exotismo de su nombre podría remitir a las playas de Brasil. Sin embargo, así homenajeó su padre al político socialdemócrata alemán August Bebel. El socialismo y la ilustración también bautizaron a sus hermanos France, por el escritor francés Anatole France, y Jaurés, por el político galo Jean Jaurès. Solo Concha y José, el único bautizado, tuvieron nombres cristianos. Al resto los llamó Berthelot, Voltaire y Bélgica.

Bebel nació en Ribadeo, donde termina Galicia y, más allá del río, nace Asturias, la tierra de su madre. Pronto tuvieron que trasladarse a A Coruña, ya que su padre, fundador de la Agrupación Socialista del pueblo mariñense, fue desterrado por un artículo anticlerical publicado en el periódico que dirigía, Tribuna Popular. Volvió a empezar y cambió la venta de bebidas alcohólicas por una fábrica de lejías, que terminaría apodando a los hermanos.

El castigo impuesto en su villa natal no lo amedrentó y, ya en A Coruña, fue dirigente de la Agrupación Socialista, vocal de La Antorcha Galaica del Libre Pensamiento y director del periódico Acción Socialista. No extraña que con esa cuna sus hijos, militantes de las Juventudes Socialistas y, posteriormente, de las Juventudes Socialistas Unificadas, tratasen de frenar el golpe en julio de 1936, aunque lo pagarían muy caro.

Bebel y France fueron detenidos el 25 de julio en Guitiriz cuando intentaban huir a Asturias. Habían hecho frente a los militares golpistas y colaborado en la defensa del Gobierno Civil, asediado por la artillería rebelde. Fueron fusilados en Punta Herminia, a la sombra de la Torre de Hércules, y arrojados a una fosa común del cementerio de San Amaro. Nunca se encontraron sus cuerpos, ni tampoco el de Jaurés, paseado tiempo después.

José, quien había heredado el nombre de su padre, si bien lo llamaban Pepín, protagonizó una fuga rocambolesca. Secretario general de las Juventudes Socialistas Unificadas de la ciudad, secuestró un pesquero que lo condujo a Bayona, desde Francia logró penetrar en la zona republicana, combatió en el frente de Madrid y perdió una pierna en la batalla de Brunete. Cuando no había esperanza, huyó a Francia a través de los Pirineos.

Lo acompañaban su mujer y sus dos hijas, aunque una falleció en la travesía. Pepín fue uno de los dos mil republicanos que cruzaron el Atlántico a bordo del Winnipeg, rumbo a Chile. Tras pasar por Paraguay, en 1939 se exilió en Buenos Aires. Allí vivió hasta que en 1977 decidió volver a A Coruña, donde fue enterrado dos décadas después en el cementerio de San Amaro. Una forma de reencontrarse con sus hermanos, sesenta años más tarde.

Bebel García, en el monumento a los fusilados de la guerra civil en A Coruña.
Bebel García, en el monumento a los fusilados de la guerra civil en A Coruña. Jglamela (CC BY-SA 4.0)

En 2002, su apodo fue estampado en la placa de una calle, Hermanos de la Lejía, situada cerca de donde fueron asesinados y de la ciudad deportiva de la Torre, el antiguo campo de entrenamiento del Deportivo. No queda lejos de la casa familiar, en la calle San Roque, en la falda del barrio de Monte Alto. Condenados a muerte por rebelión militar, Pepín quiso limpiar su memoria a su regreso a la ciudad, pues los franquistas los habían acusado de diversos delitos.

El historiador Carlos Fernández traza un retrato de Bebel y sus hermanos a partir de varios testimonios en el libro Alzamiento y guerra civil en Galicia (1936-39), publicado por Edicións do Castro. "Vivían con su madre viuda y comerciaban con lejía que fabricaban ellos mismos. Tenían una juventud combativa y ese optimismo fresco y alegre, de las juventudes marxistas españolas. No ha habido juventud de pulso más firme y de cabeza más clara que la que España dio a la guerra".

Las acusaciones son puestas en duda por otra fuente: "Nunca se metieron con nadie, pero tampoco ocultaban sus ideas. Eran socialistas. Bebel siempre hablaba de lo mismo: había que transformar el mundo porque es injusto con los oprimidos. Sin embargo, Bebel era una excepción. En general, los jugadores apenas hablábamos de política, excepto Sarasquete, que siempre tenía en la boca alguna frase de Calvo Sotelo, a quien admiraba mucho".

El extremo centro y miliciano antifascista jugó en el Deportivo entre 1932 y 1936. Con la llegada de la democracia, su figura empezó a ser reivindicada. Miguel Ángel Lara, en el libro El poder y el balón (Samarcanda), lo define como "más rápido que hábil" y recuerda que en la temporada 1935-36 "quedó penúltimo en el Grupo I de Segunda". Una división a la que hoy aspira el equipo blanquiazul, tras despeñarse desde la primera hasta la tercera categoría.

Otro testimonio lo describe como un hombre noble en Alzamiento y guerra civil en Galicia (1936-39): "Era un tipo genial, una gran persona, oro de ley, muy valiente, todo un idealista. Lo quitaron de en medio por eso. Tenía tanto corazón que antes de que le disparasen, fue y se puso a mear delante del pelotón". La anécdota, con visos de leyenda, también la contó Eduardo Galeano en el libro Espejos. Una historia casi universal (Siglo XXI).

"La Coruña, verano de 1936: Bebel García muere fusilado. Bebel es zurdo para jugar y para pensar. En el estadio, se pone la camiseta del Depor. A la salida del estadio, se pone la camiseta de la Juventud Socialista", escribe el autor uruguayo en el relato Última voluntad. "Once días después del cuartelazo de Franco, cuando acaba de cumplir veintidós años, enfrenta el pelotón de fusilamiento". Galeano retrata así el último aliento del indomable:

- Un momento —manda.

Y los soldados, gallegos como él, futboleros como él, obedecen.

Entonces Bebel se desabrocha la bragueta, lentamente, botón tras botón, y de cara al pelotón echa una larga meada.

Después, se abrocha la bragueta:

- Ahora sí.

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