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Una crítica a Juliana

Pablo Iglesias en La Base
Pablo Iglesias en La Base.

Me gusta debatir con Enric Juliana. Es un analista muy inteligente y que influye. El presidente del Gobierno lee sus artículos en La Vanguardia y en los últimos años se ha convertido en un represente intelectual del moderantismo progresista. Hay en él también una pose estética muy de esta época. En su momento Juliana afirmó que, una vez normalizados los pantalones vaqueros, las camisas y en general la ropa informal entre los nuevos políticos de izquierdas, para él llevar traje y corbata era una declaración política de principios.

Vivimos tiempos de cierta banalidad estética y política. Cómo habrá sido la cosa para que hasta un tipo como yo, el político que peor y con menos talento vestía del hemisferio occidental, tuviera que dejarse disfrazar en Vanity Fair. Gloriosos tiempos en los que la belleza política era un pañuelo palestino y una guerrera de estilo vietnamita con amplios bolsillos para guardar el tirachinas y cartas de amor con citas de Rosa Luxemburgo. Pero volvamos a Juliana y a las elecciones en Francia que me estoy haciendo mayor y me voy por las ramas.

Protegido por su traje y su corbata de eurocomunista de derechas, Juliana escribió anoche en Twitter : "Después de lo de este domingo en Francia lo del PP y VOX se aleja más todavía del marco europeo. Y ahora viene Andalucía. Los alumnos de Romay Beccaría, el Andreotti gallego, deberían hilar fino".

Traducción Juliana-Román paladino: Los alumnos de Romay Beccaría, el Adreotti gallego, son Feijóo y su equipo, a los que Juliana regala la consideración de moderados a la vez que les hace propietarios de una sutileza italiana de la que, en mi modesta opinión, carecen.

Lo que hay detrás del análisis de Juliana es un deseo que comparten muchos dirigentes del PSOE y de la progresía mediática. Sueñan con un PP democrático que vuelva a los grandes acuerdos de Estado con el PSOE y parece como si les estuvieran diciendo, ¿veis lo mal que ha ido a Le Pen y lo bien que le ha ido a Macron? Volved a la lógica del bipartidismo que en Europa soplan vientos moderados.

El problema es que este deseo choca con la realidad. En Francia la ultraderecha ha cosechado el mejor resultado de su historia y lo que es peor, ha sido normalizada por los medios, incluso por los progresistas. Ha logrado además contar con dos poderosas candidaturas que les ha permitido repartirse los papeles y hemos asistido a que, nada menos que en Francia, la progresía social-liberal llamaba a Mélenchon, el único candidato de izquierdas que pudo haber disputado la presidencia, agente de Putin y se negaba de ofrecerle sus votos para que pasara a la segunda vuelta.

En España la ultraderecha ya gobierna en Castilla y León mientras los poderes mediáticos dicen que al fin y al cabo VOX es como Podemos pero en la derecha y, en todo caso, muy preferible a los independentistas. Si los números dan y pueden dar, la ultraderecha gobernará en Andalucía y en todos aquellos territorios donde sumen con el PP, incluido España, ante la alegría de poderosos sectores de la judicatura, las FCS del Estado, de las televisiones más importantes y por supuesto de algunos grupos económicos.

La ultraderecha hoy es mucho más poderosa en Francia, en Europa y en España. Pensar que la mejor garantía electoral es agitar el miedo ante VOX ofreciendo el moderantismo del PSOE, como hizo en su momento Sánchez, es un error que puede costarle muy caro a nuestra democracia.

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