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Debate de las primarias del PSOE Díaz invierte el relato de Sánchez: "Tu problema no soy yo, Pedro; eres tú"

La presidenta andaluza centra su discurso en pivotar radicalmente contra el exlíder socialista, y subraya una clara diferencia con él: "Yo gano. Y si el PSOE no remonta conmigo, me marcharé"

Los candidatos a la Secretaría General del PSOE, Susana Díaz (i), Patxi López (c) y Pedro Sánchez (d), en la sede del partido en la madrileña calle de Ferraz, momentos antes del único debate electoral. | EFE

Daniel cela

Nadie va a convencer a Susana Díaz de que el mayor problema que acecha ahora al PSOE se llama Pedro Sánchez. En el debate de este lunes, la presidenta de Andalucía y candidata a la secretaría general del PSOE irrumpió desde el principio contra el líder socialista, pero lo hizo tranquila, sin alterarse, y eso le permitió colocar sin exabruptos sus dos ideas fuerza. La primera: yo no soy como tú, yo gano elecciones, y si las pierdo, me iré. La segunda, literal: "Yo no soy el problema del PSOE, el problema del PSOE eres tú".

Los politólogos dicen que cuanto más tiempo se deja sin contestar un ataque, más dañino se vuelve. "Si no te defiendes, la gente piensa que eres culpable de lo que se te acusa o que eres demasiado débil para luchar", escribe Michael Ignatieff en su libro Fuego y cenizas. Éxito y fracaso en política. Después de meses esquivando el dedo acusador que la señalaba como la urdidora del derribo de Pedro Sánchez, de la abstención del PSOE que facilitó el Gobierno a Rajoy, después de meses huyendo del potente relato de su adversario, que ha monopolizado el lenguaje de estas primarias, Susana Díaz se ha encontrado al fin con su propio relato, que en realidad es el mismo, pero al revés.

Se resume en las dos frases más rotundas que le ha clavado a su rival. La primera: "Pedro, a todos nos gusta ganar, pero no todo el mundo gana. Si el PSOE no remonta electoralmente conmigo, yo me marcharé, porque el partido es más importante que los tres que estamos aquí". La segunda: "Entiendo que trates de justificar tu derrota conmigo. Pero tu problema no soy yo, Pedro, tu problema eres tú. Sólo te quedan siete personas de tu ejecutiva, la mitad dimitió; tus portavoces tampoco están contigo; Zapatero, que te ayudó muchísimo, ya no se fía de ti; Felipe González, que también te ayudo mucho, ahora piensa que le has engañado… Háztelo mirar, Pedro. Para unir al partido, primero tienes que unir a tu ejecutiva".  

La sevillana y el madrileño convirtieron el único debate de las primarias del PSOE en un choque de legitimidades incompatibles e irreconciliables, no se dieron tregua y estuvieron casi dos horas lanzándose a la cara lecciones de coherencia y de credibilidad. "A veces estoy de acuerdo contigo, Pedro, pero no sé si al día siguiente vas a pensar lo mismo", le espetó la sevillana sin inmutarse. Para lanzar puñales así, es preciso no acompañarlo con un lenguaje no verbal hostil, agresivo, porque es fácil desatar las antipatías del público, como le ocurrió a Díaz en el debate electoral de Canal Sur en 2015.

El manual básico de política dice que el candidato favorito es el que más arriesga en los debates televisados. Se le recomienda, por tanto, no salir a ganar, sino a no perder. En ese caso, Díaz no se ve tan favorita como algunos dicen, porque su apuesta en el debate fue arriesgada: No se quedó relegada, porque no es su estilo, y no se quedó al contraataque, sino que se lanzó sobre Sánchez una y otra vez.

Controló el tono, interrumpió poco, no se le torció el gesto ni arrugó el ceño ni se le vio cabreo ni agresividad en los ojos, ganó en la dramatización de su relato, que al final es lo que cuenta en política: la dramatización. Usó los puños, pero con guante de seda, y no dejó de golpear durante todo el combate.

No se entiende la intervención de Susana Díaz sin la de Pedro Sánchez, y viceversa. La candidata que facilitó la investidura de Mariano Rajoy contra el candidato que perdió dos elecciones generales y con ello permitió al PP seguir gobernando. Dos verdades a medias, manipuladas hasta la extenuación, y el PSOE en medio, roto en dos, y debatiendo qué relato es menos incoherente y menos increíble. "No mientas, no mientas", se la oía decir de fondo, mientras el madrileño hablaba.

Susana Díaz encajó tantos golpes de Sánchez como los que dio: ella le trata de perdedor nato, él la sitúa en la estela de la derecha, casi fuera del partido

Susana Díaz encajó tantos golpes de Sánchez como los que dio: ella le trata de perdedor nato, él la sitúa en la estela de la derecha, casi fuera del partido. Ambos mantuvieron las formas, hubo golpes duros y golpes bajos, pero la mayoría de las veces hubo guante blanco. Ambos, además, compartieron la estrategia del “estoy de acuerdo con el compañero Patxi; comparto lo que ha dicho Patxi; hago mío lo que acaba de decir Patxi”, cuyo sentido no es otro que fagocitar al vasco y pelear por los votos desencantados con su candidatura.

La presidenta andaluza intentó esquivar una tras otra las pullas de Sánchez, no se dejó enredar en el relato machacón del madrileño sobre la "nefasta" abstención del PSOE en la investidura de Rajoy. Pero tampoco la rehuyó. "Pedro, yo comprendo que la decisión de la abstención fue difícil y dolorosa, pero no perdamos de vista que estamos aquí porque ese PP tóxico e infame nos ha provocado el mayor desastre electoral de los últimos años", dijo, y se sonrió, cínica, al criticar muy duramente la "curiosa teoría de que hay dos PSOE, uno que le conviene a la derecha y otro no". Para luego, rematar el relato de Sánchez usando sus mismas armas: "¿Le conviene al PP el candidato que ha sido derrotado dos veces con el peor resultado de su historia, o le conviene la que le gana al PP por diez puntos", insistió, apelando a su victoria electoral en las andaluzas (14 diputados más que los populares).

Una Susana contra tres Pedros

Los asesores de Díaz la habían preparado para combatir, no un discurso de Sánchez, sino tres. Poner el acento en los "bandazos" del exlíder socialista, sus contradicciones, y su soledad dentro del partido. Una cascada de reproches: "Yo quiero ganarle a Podemos y al PP, no sé qué quieres hacer tú"; "¿Eres pro Podemos o pro Ciudadanos? Yo creo que eres pro Pedro Sánchez, defiendes lo que te viene bien"; "Yo defiendo una España unida y con igualdad de oportunidades. Tú tienes cada día de la semana una visión de España distinta"; "Yo no soy nacionalista, sino internacionalista. Suscribo el modelo federal de país que aprobamos en la Declaración de Granada. Tú sales y entras de la Declaración de Granada"; "No digo que seas voluble, sólo que cambias de opinión en función de lo que te viene bien"; "Yo digo lo mismo en todas partes; tú has dado tantos bandazos que ya no somos reconocibles"; "No entiendo a aquellos que quieren esconder a Zapatero o a Felipe González, este país no sería el mismo sin ahora"; "Somos la izquierda útil, la que cambia la vida de los españoles desde el BOE, desde los gobiernos y los ayuntamientos, y para eso hay que ganar".

Díaz habló recurrentemente de unidad, de fortaleza, de compañerismo, aunque su diálogo con Sánchez hace difícil imaginar un armisticio tras el 21 de mayo. La andaluza fue ágil al reivindicar el concepto de izquierda: lo hizo nada más arrancar el debate, y luego puso como ejemplo de políticas de izquierda a los Gobiernos autonómicos de Asturias, Aragón, Comunidad Valenciana, Extremadura y Castilla La Mancha, todos liderados por barones socialistas afines a su candidatura.

El madrileño le recordó que el PSOE no había sido primera fuerza en ninguna de ellas, que en algunas se ha pactado con Podemos sin que él pusiera ningún veto, y acusó a la andaluza de defender una reforma electoral para que gobierne la lista más votada (algo que también es una verdad a medias). Otro ejemplo de que el frentismo es radical fue la alusión que Sánchez hizo a dos famosas frases de Díaz durante una campaña electoral: cuando dijo que los ahorros de los andaluces se los iban a quedar los bancos catalanes, o cuando habló del euskera y el catalán como "acentos". Ambas frases, que forman parte de una vieja estrategia de Díaz de denunciar los agravios con Andalucía y los supuestos privilegios del norte, se le han vuelto en contra en estas primarias, como demuestra el nefasto resultado en la recogida de avales que obtuvo en País Vasco (unos 60) y Catalunya (algo más de 900).

La segunda parte de su estrategia era sacar a relucir su currículum: las victorias electorales, la gestión del Gobierno andaluz (aunque apenas lo mencionó) y cómo reconstruyó la unidad fragmentada del PSOE andaluz cuando ella llegó al poder. Díaz cree que la división interna del partido ahora, que no tiene antecedentes en la historia del socialismo español, es menos grave que lo que ella encontró en la federación andaluza cuando Manuel Chaves pasó el testigo a José Antonio Griñán y muchos secretarios provinciales se levantaron en armas.

La andaluza tiró de orgullo, tiró de historia y tradición, tiró de aparato orgánico y habló cara a cara a la militancia, y cerró su intervención explicando por qué, después de tres años especulandose con que daría el salto a Ferraz, finalmente lo hizo: “Se hicieron dos afirmaciones graves: una es que en el PSOE hay dos bandos, y la otra es que tenemos que hablar con una sola voz”. “No quiero que nadie levante muros entre socialistas”, sentenció. Pero su cara a cara con Sánchez ha dejado evidencia de que existe un muro tremendo que separa el partido, y que se erige sobre el ruido y la furia, odio personal, el rencor, el revanchismo y la sed de venganza.

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