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González, Aznar, Zapatero o Rajoy: todos los manuales de un expresidente

Con perfiles muy distintos, los expresidentes del Gobierno han combinado el peso político que tienen en sus espacios ideológicos con el paso al lado o el interés que suscitan en la empresa privada.

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De izquierda a derecha, Mariano Rajoy (PP), José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE), José María Aznar (PP) y Felipe González (PSOE). Eduardo Parra / Europa Press

"A la gente, más que el hecho de que un expresidente trabaje en una empresa cuando termina su mandato, lo que le molesta es que entre en el consejo de administración de una gran compañía superpoderosa y, muchas veces, en sectores controvertidos". Lo dice alguien que formó parte del cuerpo de asesores de un expresidente del Gobierno en conversación con Público. La del expresidente es una figura compleja y, desde luego, no hay un único manual. Las puertas giratorias, la labor en la guía —casi— espiritual de sus partidos, la crítica, el paso a un lado o la función de cortafuegos se entremezclan en las biografías de las figuras que dirigieron un día este país.

Por empezar por el principio, existe una decreto específico sobre los expresidentes del Gobierno que sienta las bases de los medios que se ponen a su disposición una vez abandonan La Moncloa. Entre otras cosas, disponen de dos trabajadores que dependen del Ministerio de Presidencia, de una dotación para el alquiler de una oficina y del abono de los gastos que se originen en la misma, de un automóvil con conductor de la Administración o de seguridad. Esa dotación se fija cada año en los Presupuestos Generales del Estado (PGE) y se mueve en una horquilla entre los 60.000 y los 70.000 euros.

Ningún presidente del Gobierno forma parte, hoy por hoy, del Consejo de Estado

En otra ley, la del Consejo de Estado, se les otorga un puesto en el mismo valorado en unos 100.000 euros anuales. La realidad es que algunos de los expresidentes ni siquiera accedieron al cargo y otros, como el popular José María Aznar o el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, renunciaron a él.

Dimensión empresarial

La primera pregunta que habría que hacerse es qué aporta un político a una gran empresa. La respuesta es, más o menos, sencilla. El politólogo y colaborador en varios medios de comunicación Jordi Sarrión-Carbonell lo dice así: "Lo que te da un político es una lista de contactos casi infinita, te abre muchas puertas". En otras palabras, a un expresidente del Gobierno todo el mundo le coge el teléfono. En España, un paradero particularmente habitual entre los expresidentes han sido las compañías eléctricas.

González, Aznar y Calvo Sotelo han sido altos cargos de compañías eléctricas

José María Aznar (Partido Popular), Felipe González (Partido Socialista) y Leopoldo Calvo-Sotelo (primero, Unión de Centro Democrático y, después, independiente) han pasado por los consejos de administración de Endesa, Gas Natural (ahora, Naturgy) y Unión Fenosa (también, Naturgy). Los tres, con sueldos a la altura de los altos cargos que ocuparon. Es lo que se ha venido en llamar puerta giratoria, algo que ha generado un fuerte rechazo en gran parte de la opinión pública. Son "compañías controvertidas", como las apoda el asesor con el que ha hablado este medio. Además de los expresidntes, hasta 40 altos cargos de PP y PSOE terminaron en puestos en grandes empresas.

Zapatero, cuando dejó su silla en el Consejo de Estado, lo hizo para ocupar un puesto remunerado como presidente del Consejo Asesor de Institute for Cultural Diplomacy, una fundación alemana para la promoción de la paz, tal y como relatan los teletipos de aquellos días. Aznar, por su parte, ya ha cobrado casi cuatro millones de euros como asesor de News Corp, del magnate de la comunicación Rupert Murdoch.

Un caso distinto es el de Mariano Rajoy, que, cuando terminó su presidencia del Gobierno, volvió a desempeñarse como registrador de la propiedad. Deshizo sus pasos hasta Santa Pola (Alicante), donde tenía plaza, pero por poco tiempo. Enseguida, consiguió otra en el Registro Mercantil número 5 de Madrid, en la Castellana, uno de los que tiene más actividad de toda España. Se trata de un puesto funcionarial y, por tanto, percibe un salario público. El diario El Español lo cifró en 1,5 millones de euros al año.

Aida Vizcaino Estevan, profesora de Ciencia Política en la Universitat de València, apunta que tiene dudas sobre si, en España, existe una concepción clara de "qué comportamiento tiene que tener un expresidente". También señala que las nuevas generaciones son más críticas. "Desde Zapatero, se ha observado una desacralización de la política y, también, de los expresidentes". Eso influiría en la valoración que se hace de unos y otros. 

Dimensión política

Es otra historia la dimensión política de todos los expresidentes, especialmente de los que lo fueron bajo las siglas de los partidos políticos que dominan el panorama en la actualidad, es decir, con la excepción de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo. Felipe González, Aznar, Zapatero o Rajoy han tenido un recorrido distinto en lo referente a su faceta como personajes políticos y juegan hoy, cada uno de ellos, un papel particular. "El manual del expresidente perfecto no existe", desliza Vizcaino Estevan: "Depende de muchos factores".

Felipe González es una de las figuras más complejas. Su oposición feroz a la amnistía lo ha convertido, prácticamente, en un azote para su partido. Muchos militantes le han acusado de deslealtad. En unas declaraciones recientes en la presentación del libro del periodista Manuel Sánchez Zapatero, el legado progresista (Penguin Random House, 2024), José Bono, quien fuera ministro de Defensa y presidente del Congreso de los Diputados con Zapatero, afeó a las figuras de su partido que con sus opiniones perjudican al Gobierno de Sánchez.

A pesar de las críticas, es justo señalar que la incidencia de González en el devenir del mandato del actual presidente ha sido prácticamente nula. Sánchez casi ha emulado una las máximas en las que, según explica Sergio del Molino en Un tal González (Alfaguara, 2022), fundamentó el sevillano su mando.

Felipe González ha cargado duramente contra la amnistía, desmarcándose de la línea de Sánchez

"Si te afliges, te aflojan". Es una frase que le dijo a González el dictador panameño Omar Torrijos. Sánchez, en este caso, parece habérsela hecho suya. Ha tenido a parte de la vieja guardia del PSOE ejerciendo una presión por momentos ensordecedora en contra de la amnistía, pero, por convicción o por aritmética, no se ha afligido. El expresidente González no ha logrado que el actual, Pedro Sánchez, afloje.

El caso de José María Aznar es muy distinto. "Hacia él no hubo, al menos aparentemente, ningún cuestionamiento interno por parte de su formación", explica Vizcaino Estevan, "por lo que su influencia pudo empezar desde muy pronto desde FAES", a pesar del negro final de su mandato con el gran bulo tras el 11M. De hecho, Aznar sigue ejerciendo ese papel casi como de "consejero áulico", en palabras de la politóloga, que no fue tal durante el Gobierno de Rajoy por las discrepancias entre ambos. Terminaron partiendo peras.

Cómodo para su partido o no, Aznar se ha convertido en una figura omnipresente en la derecha. En los últimos días, uno de los que fuera hombre de confianza del presidente, Miguel Ángel Rodríguez, está en todos los titulares por sus ataques a la prensa. Actualmente, es la mano derecha de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. La relación virtuosa entre los tres tiene un gran peso específico en el devenir del Partido Popular.

Para que Zapatero, que en la actualidad tiene una buena consideración en las filas del PSOE, renovara su estatus de importancia, cuando menos, pública en su partido, ha tenido que pasar bastante tiempo. "El fin de su mandato fue gris por la llegada a España de la crisis económica", apunta Jordi Sarrión-Carbonell: "Ha tenido que pasar tiempo para que se puedan recuperar los grandes avances sociales de sus legislaturas, como el matrimonio homosexual". El fin de ETA, que él mismo ha reivindicado, recientemente, en la Cadena Cope o en su entrevista con Jordi Évole en La Sexta, es otro ejemplo. 

Zapatero fue una pieza clave en las campaña electoral de las elecciones generales del 23J

En un libro que publicó el periodista Óscar Campillo en 2004 bajo el nombre de Zapatero, presidente a la primera (La Esfera de los Libros) ya hablaba de un concepto que se manejaba en el partido. El "efecto Zapatero". Entonces, terminó en La Moncloa. Es destacable que, veinte años después, se vuelva a hablar del expresidente como una pieza clave para el socialismo, especialmente durante la campaña del 23 de julio. Sarrión-Carbonell habla de él como un "expresidente cortafuegos", en el sentido de que está a disposición del partido para intermediar cuando se considere oportuno. Un ejemplo claro es su mediación en la negociación para sacar adelante la Ley de Amnistía.

Rajoy también ha acudido a la llamada del partido cuando se le ha requerido. Ha participado en varios actos electorales. Entre otros, acudió a la concentración contra la amnistía que se celebró en Madrid en septiembre, junto a Aznar y Alberto Núñez Feijóo. Sin embargo, su papel se sitúa en un absoluto segundo plano. Rajoy dio un paso al lado, en 2018, cuando una moción de censura lo expulsó de La Moncloa.

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