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II Guerra Mundial Las otras fuerzas españolas que derrotaron a Hitler

Más de 65.000 republicanos exiliados formaron parte de fuerzas militares o compañías de trabajadores que operaron en las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial.

El ejército británico adoptó a los españoles que se rebelaron cuando iban a ser repatriados y creó con ellos la Spanish Company Number One | TodoColección

Alrededor de 10.000 republicanos españoles lucharon contra el nazismo y el fascismo en las filas de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, a los que habría que sumar los 55.000 que formaron parte de las compañías de trabajadores extranjeros que movilizó el ejército francés, según las estimaciones del investigador y profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza Diego Gaspar.

Este concreta en su libro La guerra continúa. Voluntarios españoles al servicio de la Francia Libre (1940-1945)” cómo 1.182 se alistaron como voluntarios en las fuerzas de la Francia Libre, mientras que entre 8.000 y 9.000 más lo hicieron en otras unidades.

“Los voluntarios españoles estuvieron presentes en las filas de la gran mayoría de unidades francesas libres de tierra y en un número importante” de las navales y las aéreas, señala el historiador, que anota que eso provocó “la presencia española en todos los teatros de operaciones en los que intervinieron las tropas que comandaba De Gaulle en la Segunda Guerra Mundial, desde Dakar a Berchtesgaden, pasando por Gabón, Siria, Líbia. El Líbano, Túnez, Italia y Francia”.

Resulta prácticamente imposible estimar la cifra concreta de republicanos que acabaron enrolados en los ejércitos del bando aliado

No obstante, y aunque si se trata de un número netamente superior a los menos de 50.000 que movilizó el franquismo con la División Azul, resulta prácticamente imposible estimar la cifra concreta de republicanos que acabaron enrolados en los ejércitos del bando aliado durante el conflicto bélico, en el que se incluyen casos como el del mecánico gallego Manuel Otero, que se dejó la vida en la playa de Omaha, a la que llegó como soldado estadounidense, en las primeras horas del Desembarco de Normandía.

En cualquier caso, sí hay constancia de la existencia de, al menos, cuatro unidades militares en el ejército francés y en el británico en las que la presencia de republicanos españoles era mayoritaria:

La Spanish Company Number One

La I Spanish Coy, abreviatura de Spanish Company Number One, se formó en septiembre de 1940 en el Cuerpo de Pioneros británico, que había acogido a sus primeros miembros tras una disparatada (y marcial) historia: se amotinaron en el puerto desde el que iban a ser deportados a España por los franceses cuando, tras haberlos dejado tirados en Dunkerke, se negaron a seguir bajo las órdenes del general Charles De Gaulle. Los ingleses intervinieron cuando los oficiales galos iban a ordenar que uno de cada tres fuera fusilado.

Bajo el mando de oficiales y suboficiales ingleses, la tropa estaba íntegramente compuesta por 207 españoles

Bajo el mando de oficiales y suboficiales ingleses, explica Gaspar, la tropa estaba íntegramente compuesta por 207 españoles, la mayoría de ellos llegados a Inglaterra por sus propios medios tras las derrotas aliadas de Dunkerke y de Noruega ese mismo año, en las que habían participado o bien como miembros de la Legión Extranjera o bien como integrantes de las compañías de trabajadores extranjeros a las que habían dejado tiradas tras la derrota.

No era una unidad de combate, sino que se dedicaba a trabajos de mantenimiento y abastecimiento y a montar infraestructuras, y fue disuelta a finales de 1945 tras haber operado en varios países.

Más de 1.500 españoles (nueve compañías de trabajadores desplazadas desde África) sirvieron en Dunkerke, donde se encargaron de asegurar el perímetro de las tropas francesas e inglesas que luego, por no tener ninguna de esas dos nacionalidades, les negaban el acceso a los barcos que debían librarles del avance nazi. En Noruega combatieron “aproximadamente medio millar de españoles”, apunta el historiador.

Foto de archivo de la Tanqueta Guadalajara llegando a la alcaldía de París durante la II Guerra Mundial | EFE

Foto de archivo de la Tanqueta Guadalajara llegando a la alcaldía de París durante la II Guerra Mundial | EFE

El Tercer Batallón de Fusileros Marinos

En las fuerzas aliadas también se hablaba euskera. Poco, obviamente; pero sí en las secciones del Tercer Batallón de Fusileros Marinos del ejército de la Francia Libre en las que todos los voluntarios conocieran esa lengua.

Esta unidad, que no llegó a entrar en combate, fue creada el 11 de septiembre de 1941 tras una jugada diplomática del Consejo Nacional Vasco (CNV), un sucedáneo de Gobierno autonómico en el exilio creado en Londres por un grupo de dirigentes del PNV encabezados por el exministro Manuel Irujo a la espera de que reapareciera el lehandakari José Antonio Agirre, que tardaría un año en dejar su exilio en Bélgica para trasladarse a EEUU.

Exiliados de Euskadi y de Francia cerraron, con el apoyo de EEUU y las reticencias de Reino Unido, que no quería empeorar su relaciones con la dictadura franquista, una serie de acuerdos entre los que se incluía estrechar la colaboración diplomática y la económico-comercial y facilitar el alistamiento de voluntarios vascos en las fuerzas francesas.

La mayoría de sus miembros se integraron en otras unidades cuando fue disuelta ante la oposición del Gobierno de Churchill

El reglamento establecía el francés como lengua de mando “mientras que en el interior de la unidad por norma general sería el español, aunque en aquellas secciones en las que los voluntarios hablasen euskera, las órdenes podrían darse también en ese idioma”, señala Gaspar, que añade que “para favorecer la aplicación de estas normas (…) siempre que fuera posible el jefe del batallón (…) se esforzaría en la tarea de reagrupar a los voluntarios atendiendo a su país de origen y a su lengua materna, colocando al mando de cada uno de estos grupos a oficiales originarios del mismo país y conocedores de dicha lengua”.

La mayoría de sus miembros se integraron en otras unidades cuando, en mayo del año siguiente, fue disuelta ante la oposición del Gobierno de Winston Churchill a su existencia.

El XIV Cuerpo de Guerrilleros Españoles

No fue una unidad militar regular, sino la denominación con la que se conocía a los voluntarios españoles que, movilizados por el PCE bajo el paraguas de la UNE (Unión Nacional Española), se integraron como partisanos en la Resistencia francesa.

Con experiencia en acciones bélicas por haber intervenido previamente en la guerra civil, la mayoría de sus más de 8.000 miembros procedía de campos de refugiados del sur del país y, en muchos casos, habían participado también en las compañías de trabajadores extranjeros que Francia había incorporado a su ejército entre la invasión alemana y la capitulación del mariscal Petain.

Fue el germen de la Agrupación de Guerrilleros Españoles (AGE), a la que Francia acabó reconociendo en 1944 como una fuerza militar y de la que después saldría el maquis español.

El Tercer Batallón del Regimiento de Marcha del Chad

En esa unidad militar, mandada por el comandante Joseph Putz y encuadrada en la Segunda División Blindada del general Leclerc, se encuadraban cuatro compañías con fuerte presencia española: La Nueve, cuyos hombres liberarían en agosto de 1944 el Ayuntamiento de París y capturarían al estado mayor de las tropas nazis con Dietrich von Choltitz al frente, fue fundada prácticamente en exclusiva con republicanos exiliados tras la guerra civil, mientras que la presencia de estos llegaba a un tercio de la tropa tanto en La Diez y en La Once como en el grupo de apoyo. Las tres primeras eran fuerzas de combate.

Las rutas del exilio

“La participación en las fuerzas aliadas, la integración en la Resistencia, las incorporaciones a la Legión Extranjera… todo sale de la guerra civil, de la diáspora de más de medio millón de personas que tuvieron que salir de España”, explica Gaspar.

La mitad acabó regresando tras haber salido en alguno de los cinco grandes flujos migratorios del conflicto: entre 15.000 y 20.000 al caer Guipúzcoa en agosto de 1936, 125.000 entre junio y octubre de 1937 al derrumbarse el frente del Norte, 25.000 más de marzo a junio del año siguiente por la Bolsa de Bielsa, alrededor de medio millón en enero y febrero del 39 desde Catalunya y, por último, otros 12.000 el mes siguiente desde el Levante.

La mayoría acabó en Francia, salvo el último flujo, que se dirigió a Argelia y Marruecos, y una parte del segundo, que se repartió entre Inglaterra y la URSS

La mayoría de ellos acabó en Francia, salvo el último flujo, que se dirigió a Argelia y Marruecos, y una parte del segundo, que se repartió entre Inglaterra y la URSS. Y todos se encontraron con la misma amenaza: el BOE publicaba el 1e de febrero de 1939 la Ley de Responsabilidades Políticas, con la que la dictadura franquista sentaba las bases de la feroz represión con la que iba a apuntalar lo que denominaba “la reconstrucción espiritual y material de nuestra patria”.

En esa situación, y cuando estaba a punto de estallar la Segunda Guerra Mundial, los exiliados se encontraban con cinco alternativas, explica el historiador: volver a España, contratarse como trabajadores en los campos de refugiados o en las compañías de extranjeros, saltar a un tercer país como México o Venezuela y, por último, enrolarse en la Legión Extranjera o en el Cuerpo Franco de África. Esta última opción fue la más común entre los republicanos que años más tarde integrarían La Nueve.

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