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"La última víctima de la guerra civil no puede morir 80 años después"

La Policía y la Guardia Civil alertan del riesgo que entrañan los miles de explosivos de la contienda que siguen activos y con capacidad para estallar pese a haber transcurrido ocho décadas

Proyectil hallado en pleno campo y rescatado por la Policía para volarlo en un lugar apartado. / POLICÍA NACIONAL

“La última víctima de la guerra civil no puede fallecer 80 años después, eso sería muy triste”, explica Félix Hernández, jefe de los Tedax (Técnicos Especialistas en Desactivación de Artefactos Explosivos) de la Jefatura Superior de Policía de Aragón, que, entre otros cometidos, lleva décadas rescatando, inutilizando y explosionando muchas de las decenas de bombas y granadas de aquella contienda que siguen apareciendo en montes, campos de labor y edificios de toda la comunidad autónoma. “Se supone que el último muerto de la guerra civil ya ha tenido que morir. No puede fallecer más gente por bombas de entonces”, refuerza.

Resulta imposible calcular cuántos explosivos de la guerra quedan por desactivar. La Guardia Civil maneja la cifra de en torno a un millar de localizaciones al cabo del año en todo el país, aunque en ejercicios como los de 2013 se llegó a rondar los 12.000. “Seguirán apareciendo, no se puede calcular cuántos hay”, anota el policía.

Sí se sabe con certeza, en cambio, las zonas en las que más quedan, que coinciden con los tres frentes neurálgicos del país, en los que los combates fueron más encarnizados y constantes: Teruel, a cuyo doble asedio se le suma el hecho de que el franquismo declarara la provincia en Estado de Guerra entre 1947 y 1951 por la actividad del maquis; la sierra de Guadarrama, desde donde los sublevados cercaron Madrid, y el frente del Ebro, desde el sur de Zaragoza hasta Tarragona. “Teruel es la zona en la que más aparecen, fue la más castigada”, explica el policía.

“Teruel fue la zona más castigada”

Los datos de las fuerzas de seguridad avalan esa tesis, con 1.769 artefactos explosivos de la guerra localizados en los últimos diez años en esa provincia: 1.485 por la Guardia Civil y 284 por el Cuerpo Nacional de Policía.

La cifra supera con creces a la de las otras dos provincias aragonesas pese a que tanto Huesca (397) como Zaragoza (429) fueron escenario de episodios como la Bolsa de Bielsa o la batalla de Belchite.

El grueso de la munición activa localizada en Teruel lo componen las granadas de mortero (891), seguidas de cerca por los proyectiles de artillería (869), a mucha distancia en ambos casos de las granadas de mano (465) y a mucha más de las bombas de aviación (28), mientras otros 20 artefactos aparecen en el apartado de “otros” en la estadística de la Guardia Civil.

Este proyectil de artillería permaneció durante décadas en una alacena de una vivienda en la provincia de Teruel. / POLICÍA NACIONAL

Este proyectil de artillería permaneció durante décadas en una alacena de una vivienda en la provincia de Teruel. / POLICÍA NACIONAL

En unos casos se encuentran en campos y huertos, donde cayeron en su día y donde las labores de la tierra las han mantenido enterradas pese a la tendencia de la tierra a expulsar lo que no es suyo, como el metal, y en zonas de monte, donde no llegaron a explotar tras ser lanzadas o donde fueron abandonadas en retiradas como ocurrió en Villastar en 2014 con un alijo de 212 explosivos, e incluso en el lecho de un río, como pasó en Miravet (Tarragona) hace tres años con un arsenal de 350 artefactos.

Igualmente han sido localizadas en casas, en trasteros y en edificios antiguos, ya fuera porque en su día se utilizaron como arsenal o porque alguien decidió conservarlas.

Entre las causas más habituales de su aparición, además de la limpieza doméstica, la labranza y la construcción de edificios, se encuentran los movimientos de tierras de las grandes infraestructuras, como ocurrió con la autovía Mudéjar, la Ronda de Barrios y la Circunvalación de Teruel.

“Un 20% de las granadas y proyectiles fallaban”

“Probablemente un 20% de las granadas y proyectiles fallaban, pero no se sabe por qué motivo y siguen activas. Y eso es un peligro”, señala Hernández, que explica que “la guerra duró muchos años y cada vez se utilizaba armamento de peor calidad, pese a que también fue un ensayo de la Segunda Guerra Mundial. Eso hace que desconozcas a qué material te enfrentas en cada momento”.

“El explosivo principal era la trilita, que puede perdurar 80 años y más, mientras el material se fatiga y deteriora con el tiempo”, anota el Policía, que señala como uno de los riesgos principales “la degradación del material mientras la carga se conserva en perfecto estado”, a lo que se suman los efectos de la metralla en caso de explosión.

Así fue hallado este proyectil en pleno campo, y así fue rescatado por la Policía para volarlo en un lugar apartado./ POLICÍA NACIONAL

Así fue hallado este proyectil en pleno campo, y así fue rescatado por la Policía para volarlo en un lugar apartado./ POLICÍA NACIONAL

Hernández, partidario de “no alarmar a la población y de generar confianza”, recomienda, en caso de hallar un artefacto explosivo antiguo, “no moverlo, no tocarlo y avisar a la Guardia Civil o la Policía”. “No hay sanción por tener bombas de la guerra civil, que nadie se crea que se le va a investigar”, anota.

“El ciudadano no tiene por qué saber nada”, añade el policía, que recuerda cómo esos explosivos “aparecen a veces bajo unas tejas, o en ocasiones las ha guardado alguien por nostalgia, pero la nostalgia con estas cosas está de sobra. Había gente que las tenía en casa, sin darles importancia”.

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