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Cuando las inversiones públicas caen en manos de la ciudadanía

Los presupuestos participativos permiten a la gente proponer y gestionar los recursos públicos. Portugal es el segundo país europeo con mayor proporción de las inversiones municipales en manos de sus habitantes. Votan sobre todo hombres de entre 30 y 45 años desencantados con la política tradicional

Manifestación en Pamplona en 2011 por unos "presupuestos participativos y sociales. - EFE

J. MARCOS
Mª ÁNGELES FERNÁNDEZ

LISBOA.- Usted decide. ¿Prefiere un parque a dos manzanas de su casa o mejor nuevas fuentes de agua para el barrio? ¿Y qué tal una playa de arena artificial?, o ¿le gustaría más la puesta en marcha de un nuevo canal de televisión? ¿Se decanta por plantar árboles conmemorativos o por una cancha de baloncesto? ¿Aprueba la organización de un festival de música joven? ¿Y sustituirlo por un recital de poesía? Usted decide.

Los presupuestos participativos permiten a la ciudadanía proponer y gestionar los recursos públicos. Suponen “mayor transparencia, control social y eficiencia”, matiza el director de la asociación española Consortium Local-Global, Andrés Falck. Son, en definitiva, una forma de decir a los políticos qué hacer con el erario que administran como representantes. Nacidos en Porto Alegre (Brasil) en 1989, hoy existen cerca de 3.000 experiencias repartidas por todo el mundo, sobre todo en América Latina y, cada vez más, en Europa.

Lisboa se convirtió en
2008 en la primera capital europea en dejar inversiones municipales en manos de sus habitantes

Portugal es el segundo país del viejo continente, apenas superado por Polonia, con mayor proporción de las inversiones municipales en manos de sus habitantes. Lisboa se convirtió en 2008 en la primera capital en implementar esta medida a este lado del Atlántico. Y arropada entre sus faldas, la turística Cascais es el Ayuntamiento que ha cosechado el ratio de participación más alta: el 20%, más de 41.000 votos (los 174.000 de París son el récord en términos absolutos, representando el 8% aproximado de su población).

El proceso alcanzó los matices europeos por la costa italiana de Grottammare, en 1994. Después vendrían la inglesa Saldford (1996) y la alemana Mönchweiler (1998). El salto a Portugal, ya a principios del siglo XXI con la villa de Palmela como pionera, coincidió con su dispersión por todo el continente. Por aquel entonces la tendencia era consultiva, es decir, la gente opinaba mucho pero decidía poco.

Hubo que esperar hasta 2008 para que los pareceres colectivos se convirtieran en decisivos. Es, en términos técnicos, la transición de lo consultivo a lo deliberativo, de presentar iniciativas esperando el visto bueno de los gobernantes a votarlas y, según legislaciones, que su aterrizaje práctico sea obligado.

Democracias a través de SMS

Sin ser un fenómeno de masas, la República Portuguesa cuenta actualmente con unas 70 experiencias activas, en una evolución al alza que no ha dejado de crecer, a tenor de los datos de la asociación lusa In Loco. Su presidente, Nelson Dias, desgrana cómo se esparce “por todo el país y en municipios de distintas dimensiones, si bien es cierto que los más interesantes se están desarrollando en ciudades medias, de entre 50.000 y 100.000 habitantes, y grandes”.

Más de 54 millones han tenido ya en sus manos los portugueses y portuguesas que, sin ir más lejos, en 2014 decidieron qué hacer con
14 millones de euros

Más de 54 millones de euros han tenido ya en sus manos los portugueses y portuguesas que, sin ir más lejos, en 2014 decidieron qué hacer con 14 millones de euros. 2,5 millones correspondieron a la capital (el 6,6% de las inversiones públicas); sobre la mesa, las habituales proposiciones de intervención del espacio público (parques infantiles, pasos de peatones, zonas verdes y ciclovías) convivieron con las más deportivas (canchas, skate parks y aparatos de gimnasia en algunas plazas), con nuevas inquietudes como la económica (start-ups y viveros de empresas) e incluso con las más atrevidas, como la que invitaba a crear una red de estaciones para alquilar carritos de bebé.

214 propuestas en total, de las que fueron elegidas 13, cuyo valor oscila entre los 70.500 y los 500.000 euros, el tope máximo establecido. El recuento llegó a los 36.032 votos, mediante mensajes de texto (se permitían hasta seis SMS por persona) y también a través del portal Lisboa Participa, que pone luz y taquígrafos a lo largo de todo el procedimiento. “Hay sistemas de votación presencial que obligan a presentarse con un documento válido. Otras veces se hace por internet, con un registro on-line. Y existe la opción de los mensajes de móvil gratuitos. El más riguroso es el primero; los otros todavía tienen fragilidades que pueden mejorarse con el tiempo a través del desarrollo tecnológico”, admite Dias.

Ni de izquierdas ni de derechas

La Unión Europea acompaña estos procesos, financiando alguno de ellos al tiempo que forma a técnicos y políticos. Pero el peso de los presupuestos participativos en Europa es todavía pequeño, en torno al 5% de media con respecto al erario total que manejan las diferentes administraciones, mientras que en América Latina se dispara hasta el 30%. Por ejemplo, la ciudadanía del municipio brasileño de Mundo Novo ha decidido durante varios años la totalidad del gasto público, incluyendo el salario de su regidor.

En países como Perú y la República Dominicana la puesta en marcha de las preferencias populares
es obligatoria por ley

En países como Perú y la República Dominicana la puesta en marcha de las preferencias populares es obligatoria por ley, cuando en casos como el de Polonia hay que hablar más bien de una incentivación ceñida principalmente al ámbito rural. “Los políticos están perdiendo el miedo a la participación. La crisis prácticamente les obliga a nuevas forma de hacer política más cercanas a los ciudadanos. No es una cuestión de derechas o izquierdas sino una necesidad de quienes gobiernan”, explica el presidente de In Loco, que subraya la gran distinción entre lo que sucede a uno y a otro lado del océano: “Los presupuestos participativos europeos no responden a necesidades básicas, muchas de ellas satisfechas, como sí ocurre sin embargo en América Latina y África”.

Dias recalca asimismo una de las diferencias entre Portugal y el Estado español, “donde muchos de estos procesos están marcados por una fuerza política. Al contrario, aquí no existe una bandera concreta. Nosotros no estamos frente a un nuevo sistema de partidos políticos, sino que hablamos de los partidos tradicionales”.

Lo cierto es que, observando los registros portugueses, el Partido Socialista (PS) encabeza el número de presupuestos participativos llevados a cabo desde 2002. Tras los 68 casos del PS, principal fuerza de la oposición, se encuentran los 30 del liberal-conservador Partido Social Demócrata (PSD, en el gobierno gracias a su coalición con el CDS-PP) y los 10 de la comunista Coalición Democrática Unitaria (CDU). Guarismos absolutos que, en todo caso, habría que vincular al número de municipios que regenta cada formación.

Hombres con apatía por la política tradicional

Lo que en las elecciones legislativas (como las previstas para el mes de octubre en Portugal) es todavía un elemento secundario, se ha convertido en una de las principales bazas cuando toca hacer campaña para los comicios locales. Lo corrobora Dias: “La democracia participativa es en estos momentos una política local pero no nacional, aunque probablemente empezará a serlo poco a poco”.

"La democracia participativa es en estos momentos una política local pero no nacional, aunque probablemente empezará
a serlo poco a poco"

Son cada vez más las mujeres que se interesan por estos procesos, si bien es cierto que las estadísticas coinciden en resaltar la todavía mayor presencia de hombres. Principalmente, de entre 30 y 45 años, de clase media, formados y relativamente informados.

Comparten el interés por participar en su comunidad aunque, curiosamente, “muchos de ellos no votan en las elecciones. Son gente que está fuera. Piensan que su voto no tiene poder, que no cambia nada. La diferencia es que confían en los resultados de estos procesos”, cuenta el presidente de In Loco. La asociación Consortium Local-Global también resalta la incorporación de sectores poblacionales excluidos de la democracia representativa formal, como las personas inmigrantes y las menores de edad.

Pocos hubieran predicho hace una década que los presupuestos participativos iban a ir calando poco a poco en la sociedad, impregnando sus estructuras más verticales. Y menos si cabe en un contexto de crisis como el actual, que por ejemplo en Portugal deja tras de sí niveles de desconfianza entre ciudadanía y políticos desconocidos hasta la fecha, tal y como refleja la Oficina Europea de Estadística, Eurostat.

"Somos cada vez
más individualistas. Desconfiamos de los
políticos y los políticos desconfían de nosotros"

“Somos cada vez más individualistas. Desconfiamos de los políticos y los políticos desconfían de nosotros, viéndonos como grupos más o menos organizados pero incapaces de pensar en el bien común. Desconfiamos hasta de nosotros mismos. Hacer participación con esos mimbres es muy difícil. Es una de las razones por las cuales al principio ha existido tanta resistencia a los presupuestos participativos”, añade Dias, que ve dos soluciones: la práctica constante y la creación de nuevas generaciones políticas.

Radicalización de la democracia

“Los mayores cambios se registran en el ámbito del fortalecimiento institucional y el empoderamiento ciudadano. Se produce una colaboración entre gobierno y ciudadanos participantes así como una aproximación entre los territorios que componen el municipio”, analiza Falck, que en este sentido habla de “desconcentración y descentralización”, de “aprendizaje de habilidades (auto)organizativas”. Los presupuestos participativos encajan entonces con apuestas internacionales para el desarrollo como las declaraciones de París y Doha, con la Agenda Post 2015, y con las redes de cooperación internacional entre gobiernos locales.

Faltan cosas por hacer, también en Portugal, pero la democracia no es ya el eslogan al que algunos políticos recurren de vez en cuando, con una frecuencia electoralista. Las voces consultadas por Público aclaran que no se puede hablar de democracia directa sino de consolidar el sistema de representación y mejorarlo a través de los ciudadanos. Usted decide: ¿Quiere radicalizar la democracia?

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