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'Amos de casa' latinos

Las inmigrantes, menos afectadas por el paro, cargan con la responsabilidad de sustentar a sus familias. Ellos han tenido que asumir el cuidado del hogar

SUSANA HIDALGO

Cuando ya empieza a hacer menos calor, a eso de las ocho de la tarde, el distrito de Tetuán, (Madrid), comienza a desperezarse. Los portales de las casas se abren, las plazas se llenan de niños y en los bancos de las calles se apretujan familias enteras. La mayoría de los que salen a pasear al atardecer son inmigrantes (el distrito tiene un porcentaje de un 23%), pero el panorama de las calles se hace extraño: apenas hay mujeres, los hombres cargan con los niños, algunos empujan un carrito de bebé mientras controlan con la vista a otros hijos más creciditos que circulan con la bici.

'Ellas están trabajando, ninguna vuelve antes de medianoche', da como explicación a esta espantada femenina Elgido Reyes, dominicano. Él sabe bien de lo que habla. Lleva 'dos años y pico' en España y desde hace un mes está en par. Pasa las horas muertas de barandilla en barandilla. Ni siquiera hay dinero para ir al bar. Su mujer es la única que trabaja, a destajo. 'Echa horas en la limpieza', resuelve él, con medio cuerpo apoyado en el mobiliario urbano de la calle de Bravo Murillo.

La crisis económica está cambiando los roles tradicionales en las parejas inmigrantes. El paro afecta más a ellos (el 30% de los hombres inmigrantes está sin empleo) que a ellas (el 18% no trabaja), según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa. Pero esas cifras tienen un matiz, según señala Rosa María Durango, especialista en Empleo de la Federación de Mujeres Progresitas: 'Las cifras sólo tienen en cuenta a las mujeres con contrato, pero hay muchas que están empleadas en la economía sumergida'. 'Las mujeres inmigrantes se ven obligadas a coger jornadas largas y peores salarios en trabajos marcados por el esterotipo femenino, como el servicio doméstico', añade Durango.

El caso de Sandra, dominicana, corrobora esta teoría. Tiene 32 años y trabaja sin horarios en la barra de un bar: 'Nunca enfermo, siempre estoy trabajando. No me puedo permitir otra cosa'.

Ellos se están viendo afectados por una lacra que arrasa en la construcción. Ellas, en cambio, son más proclives a encontrar trabajo 'de lo que sea', como resume María Ramírez, boliviana: cuidando niños, ancianos, limpiando casas, en cocinas, bares... 'Las mujeres llevan la empresa encima; su experiencia en casa en tareas domésticas la trasladan al trabajo', añade Daniel Amable, otro de los muchos parados inmigrantes que deambulan sin nada que hacer por Madrid.

Daniel, con cinco hijos y una mujer que no sale de trabajar hasta las diez de la noche, asume que es él el que tiene que hacerse cargo de la familia y de las tareas del hogar. 'Hay que hacerle su comidita, arreglar la casa. Yo lo veo bien. La esposa trabaja, hay que ayudar', afirma este dominicano que mata el tiempo a media mañana apoyado entre una moto y una papelera.

Pero no siempre ellos reaccionan bien. Para Vladimir Pascual, presidente de la asociación de ecuatorianos Rumiñahui, el hombre latinoamericano ha perdido protagonismo en el núcleo familiar y eso puede dar lugar a depresión e, incluso, a episodios de agresividad. 'Es patente que se está produciendo una crisis a nivel familiar. Ellos han pasado a un segundo plano', señala Pascual, cuya asociación organiza talleres para la población inmigrante sobre prevención del machismo y de la violencia de género.

En cambio, Covadonga Naredo, experta en Violencia de Género de la Federación de Mujeres Progresistas, cree que estas situaciones no provocan más violencia machista, si no que agrava las ya existentes. 'El maltratador en paro asume que es ella la que tiene que salir a trabajar, no le queda otra. Pero va a aumentar su sistema de control, por ejemplo, no dejando que después del trabajo se quede a tomar algo con los compañeros', explica Naredo. Ella piensa, además, que los latinoamericanos, 'procedentes de sociedades más machistas', asumen las mínimas responsabilidades a la hora de ayudar en casa. 'Pueden ir a buscar a los hijos al colegio, pero lo demás no lo suelen hacer. Es muy probable que la mujer llegue de trabajar tardísimo y, encima, se encuentre con todo sin hacer o tenga que levantarse muy temprano para tener todo en su sitio', señala Naredo.

Para Álvaro Zuleta, presidente de Aculco, asociación de inmigrantes colombianos, los hombres latinoamericanos sí que se están adaptando al nuevo modelo. Él no comparte las tesis de Naredo y se muestra más optimista. 'En general, ellos se lo están tomando con calma. Han aprendido a cocinar, a cuidar de los niños. No ha habido más remedio', afirma Zuleta. Para evitar que estas situaciones puedan derivar en episodios violentos, este representante de los inmigrantes cree que es necesario la intervención de trabajadores sociales que expliquen a los hombres que su papel en España 'es diferente al patriarcal que podían tener en América Latina'.

La situación de cambio de roles se da tanto en parejas maduras como en jóvenes. Albi tiene 20 años y hasta hace poco trabajaba en la construcción. Es otro más de los que mata el tiempo del mes de agosto paseando por las calles de Madrid. Su mujer trabaja en hostelería. Desde la una de la tarde a la una de la madrugada. Tienen un bebé y Albi es el que tiene que hacerse cargo. 'Hago de madre y de padre', resume.

Hay otros que vinieron solos a España y, viendo la situación, están pensando en que sus mujeres emigren desde sus países de origen. 'Los que no nos dedicamos a los malos pasos tenemos difícil tener ingresos. Quiero traerme a mi mujer de República Dominicana porque sé que ella aquí no va a tener problemas de empleo', explica Ángel, de 32 años, nueve de ellos en España.

Todas las conversaciones con los hombres tienen lugar de día en el barrio madrileño de Tetuán. Cuando cae el sol, es cuando empiezan a aparecer ellas. Euri, de 23 años, y Sameli, de 22, son una pareja de dominicanos. Los únicos ingresos que tienen son los de ella, que trabaja como camarera: 950 euros al mes. Él, en paro, cuida durante el día de su hijo de seis meses. 'A todos los hombres no les gusta quedarse en casa, pero no les queda otra. Para las mujeres hay más trabajo, por ejemplo siempre va a haber demanda de teleoperadora'. Euri está resignado. El último trabajo que tuvo fue de pintor, hace seis meses.

Ya es de noche y las calles ya se han llenado de gente buscando un poco de aire que mitigue el calor. Cerca de la medianoche, Idorqui, dominicana de 27 años, da de mamar a un bebé en un banco de la calle de Bravo Murillo. Es dominicana y está rodeada de compatriotas. Acaba de salir de trabajar en un restaurante. Su marido, uno más, no tiene trabajo. A su lado está Ramona, de 30 años, que se ríe cuando se le pregunta si los dominicanos son machistas. 'Tengo un horario malo en el restaurante. Cuando vuelvo me toca hacer de todo', se resigna. A su lado, Starling, de 22 años, tiene su propio plan dentro de su cabeza. 'Ahora mismo cogería un trabajo por 200 euros al mes'. Pero como ni de eso sale, se va a traer a su mujer desde Ecuador para que le mantenga. 'Ella sí que va a poder trabajar. Las mujeres pueden con todo. Ellas lo consiguen', concluye, seguro de sí mismo, sin despegarse de la barandilla.

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