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Ángela Vallvey con manzanas

RAFEL REIG

A ver cuando nos vemos sin paquetes, es lo que nos decimos Ángela Vallvey y yo cada semana.

Nos encontramos por el barrio, casi siempre en el despacho que tengo en la esquina de la barra del bar de Pedro, el Express. Ángela siempre viene del súper, cargada de bolsas de plástico amarillo. Parece que su hija sólo acepta los derivados lácteos si vienen con envases muy voluminosos.

Este martes, Ángela, mi novia y yo nos tomamos unas cañas rodeados de pan bimbo y briks de leche. Temas de conversación que recuerdo: la inexplicable facilidad para perder gafas de sol, la situación en Colombia, si se adelgaza o no en un secuestro y qué posibilidades tendría yo, en caso de ser secuestrado por las FARC, de ligar con una guerrillera (con cananas puestas, si puede ser), el premio de nuestro amigo Martín Casariego, unas revelaciones (en mi opinión innecesarias) que le hizo Ángela a mi novia sobre lo miserables, trapisondistas y cobardes que somos los hombres, en general, y el que suscribe en particular, una visita a Ángela que tenemos planeada en Guadalajara, si Ángela está a sueldo del Mossad y la CIA (yo opinaba que sí; ella decía que ojalá), si yo estaba a sueldo de Al Qaeda y del Komintern (a la viceversa las opiniones), si estos pinchos engordarían (Pedro nos aseguró que no, que allí lo prepara Ana todo light, panceta-light, jamón-light y unos huevos fritos ultraligeros), que en ese caso, otra ronda, venga.

Siempre pedimos cerveza sin. Y whisky sin también. Todo sin. 'Ya, ya sé. Sin que se note mucho', precisa Pedro. Luego nos reímos un poco mi novia y yo, que sosteníamos que Ángela habla como en los tebeos de Mortadelo: 'estoy con Reig y su churri', le explicó por teléfono a su novio, y luego, cuando había que retratarse, dijo: 'no tengo un chavo'. ¿Y el Planeta? Pues ni una palabra.

Yo estoy convencido de que no lo sabía. Pensaría que podía ser, pero nada sabía de cierto. Me consta que, cuando Marta Rivera de la Cruz quedó finalista del mismo premio, no supo nada hasta el último momento. El ganador no dudo que esté dado de antemano, o que sea 'una súper-trola' (como diría Ángela en su estilo Rue del Percebe), pero creo que la finalista la decide de verdad el jurado.

Nadie en su sano juicio hace una compra como la que hizo Ángela, usando cupones de descuento y todo,  si está segura de que al día siguiente va a quedar finalista del Planeta, que es 'una pasta gansa' (diría ella). Por eso me alegro mucho de que lo haya merecido Ángela, que nos debe unas cañas sin (que se note mucho). Tiene, entre otras, dos virtudes que no abundan: adhesión a la realidad, aunque tenga que ir cargada de paquetes; y amor al lenguaje, aunque a veces hable como el profesor Bacterio.

Como de costumbre, se despidió con una cita de César Vallejo: 'Señores, caballeros, volveremos a vernos sin paquetes'. Respondimos con el mismo Vallejo: 'Volveremos, señores, a vernos con manzanas'. 

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