Este artículo se publicó hace 17 años.
Arranca la Cumbre en el país candidato a incorporarse al primer mundo
El control policial, la indiferencia de los ciudadanos y el sosiego marcan el ambiente en la Cumbre Iberoamericana que arranca hoy en Santiago de Chile, la capital de uno de los países candidatos de América a incorporarse en el club del primer mundo.
La ausencia en portadas de la prensa chilena de la Cumbre, que se inaugura hoy, va acorde con la discreción que ha predominado en su organización, pero contrasta con el hecho de que el área de trabajo mejor valorada de la presidenta Michelle Bachelet sea precisamente su manejo de las relaciones internacionales, según las encuestas.
Estos hechos reflejan que Chile es ya un país a las puertas de pertenecer a la comunidad desarrollada, o al menos así lo manifestó su ministro de Hacienda, Andrés Velasco, quien auguró hace unos días que "en diez años debería equipararse a Portugal".
Sirve de ejemplo que los santiagueños comenten en las calles a los medios de comunicación extranjeros que los gastos destinados a esta XVII Cumbre Iberoamericana, a la que asisten desde hoy una veintena de jefes de Estado y Gobierno, deberían destinarse a mejorar el transporte público de la capital.
Eso evidencia una conciencia social muy superior si se compara con otras naciones del entorno, como Perú o Bolivia, donde grandes masas de población viven en la pobreza y su máxima preocupación es disponer de agua potable, salud o educación.
Cubiertas las necesidades básicas en Chile, al menos en la generalidad, este sureño país se ha convertido en un ejemplo de buen manejo económico, donde el Producto Interior Bruto (PIB) se ha triplicado desde 1990 y se prevé que su crecimiento este año se eleve al 5,8 por ciento.
Con más de 50 Tratados de Libre Comercio (TLC) firmados con, entre otros, la Unión Europea, Estados Unidos, Japón, China, México y Canadá, la economía chilena es la más abierta de la región y, entre las emergentes a nivel mundial, cuenta con el mayor nivel de renta.
Sin embargo, no es un secreto que Chile, en su proceso por incorporarse al club de los privilegiados, padece uno de los peores repartos del ingreso del continente dado que la bonanza económica todavía no llega a todos por igual.
Pese a estas contradicciones, Chile se presenta como anfitriona de esta cumbre brindando a sus invitados la seguridad, tranquilidad y sosiego que disfrutan cada día sus habitantes, sin perspectivas de significativos altercados o desórdenes.
Aún así, se ha desplegado a un millar de policías en la capital y algunas vías han sido cortadas al tráfico para facilitar el traslado de los ministros, funcionarios y presidentes que, desde hoy y hasta el sábado, se movilizarán desde sus hoteles hasta el aislado Centro de Convenciones de Riesco, ubicado en un pequeño valle al norte de la ciudad, y al Palacio de la Moneda, en el centro de Santiago.
Un gran despliegue de seguridad que también alcanza a los más de 1.300 periodistas acreditados y llegados de toda América Latina, España y Portugal, asimismo aislados en el centro de prensa de Riesco y sin acceso directo a los protagonistas de la cumbre.
Mientras tanto, los chilenos centran sus preocupaciones en los problemas más cercanos y en la capital sus quejas se concentran sobre todo en los problemas de transporte.
Hoy, en la jornada inaugural de la Cumbre, los asuntos domésticos ocupaban las portadas de los principales diarios chilenos, todos ellos de tendencia conservadora, y sólo el gubernamental periódico "La Nación" resaltaba en su primera página la cita de mandatarios.
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