Brian De Palma, gran esteta del celuloide, se viste de cine de bajo presupuesto en "Redacted", un barroco ejercicio de estilo, aun dentro de su tono documental, en el que desarrolla un explosivo núcleo temático: los abusos del ejército estadounidense sobre la población civil iraquí.

Tendente por naturaleza a cuidar tanto las formas como a descuidar el fondo, el director de "Los intocables" (1987) estaba atrapado en los últimos años entre el caramelo visual y la vacuidad argumental, algo a lo que se anunciaba ajeno su tentativa de denuncia política: "Redacted".

Su ambicioso (pese a barato) proyecto de cubrir un vacío informativo juega, sin embargo, en el campo de minas de ese tipo de películas que, conscientes de su valor social, se saltan a la torera los criterios de calidad cinematográfica.

Para "Redacted" la gravedad era, sin duda, necesaria. Pero el realizador estadounidense llega a la discutible conclusión de que el falso documental a muchas voces es la clave que mejor desentraña una mentira y desnuda algo tan pudoroso como la objetividad.

Conseguir verismo y encontrar verdad parece la misión del cineasta -más imposible que la del título que él mismo dirigió en 1996-, y despliega para ello un arsenal de aplicaciones de internet, cámaras de seguridad, televisión y vídeo digital que marcan un nuevo reto en su carrera.

Así, una concatenación de planos secuencia en todo tipo de formatos hila lo que en el fondo -y pese a la forma- importa: cómo un grupo de soldados estadounidenses viola y asesina a una joven iraquí en la localidad de Samarra casi por diversión y, más sutilmente, qué porcentaje de realidad se evapora en la imagen filmada, una limitación asumida también por el cineasta.

El director de "Atrapado por su pasado" (1993) acierta en el planteamiento, pero se desmelena en la resolución. Su primera parte ofrece una visión insólita del conflicto bélico: la del aburrimiento de sus soldados, cuyo nervio está pinzado por la paranoia que se les inyecta desde arriba.

Sin embargo, aunque "Redacted" tiene la gran virtud de presentar una galería de personajes ecléctica, a los que De Palma reduce al ridículo por separado, despliega tras el crimen -adelantado en los títulos de crédito- reiteración y, sobre todo, histrionismo.