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El Británico expone riquezas arqueológicas afganas que se creían perdidas

EFE

Las riquezas arqueológicas de Afganistán han sido no sólo destruidas por el salvajismo de los talibanes, como ocurrió con los famosos budas de Bamiyán en 2001, sino también objeto de saqueo durante las sucesivas ocupaciones y guerras.

Ahora, el Museo Británico de Londres ha aprovechado una exposición itinerante titulada "Afganistán: encrucijada del Mundo Antiguo" -hasta el 3 de julio- para mostrar por primera vez fuera del país asiático delicadas incrustaciones de marfil robadas entre 1992 y 1994 de su Museo Nacional de Kabul.

Esas incrustaciones de marfil, que datan del primer siglo de nuestra era, han sido conservadas y sometidas a un cuidadoso examen científico en la famosa institución londinense, cuyos expertos identificaron los pigmentos, azules, rojos y negros originales así como los motivos decorativos en color.

Los marfiles los descubrieron entre 1937 y 1939 los arqueólogos franceses que llevaban a cabo excavaciones en la antigua ciudad de Bagram, al norte de Kabul.

En dos cámaras secretas del interior del palacio de Kapisa, como se llamó antes Bagram, los arqueólogos encontraron un fabuloso tesoro: bronces y objetos de cristal egipcios de la época del imperio romano, cuencos lacados de China y más de mil incrustaciones de marfil desprendidas de los muebles de madera originales.

Esas incrustaciones obedecen a diferentes estilos y representan motivos muy diversos: desde mujeres de abultados peinados y rica joyería a las que se ve bailando, charlando o tendidas en sus habitaciones particulares, hasta leones, elefantes y animales fantásticos.

Esas piezas, que serán devueltas al Museo Nacional de Afganistán, actualmente en reconstrucción, se han sumado en Londres a cerca de otras 200 prestadas por ese museo y artefactos que se conservan en la propia institución londinense.

Como indica el título de la exposición, Afganistán, hoy un país deshecho por décadas de ocupación extranjera y de guerra, disfrutó en la antigüedad gracias a su posición geográfica de estrechas relaciones con sus vecinos de Asia Central, India, Irán y China, así como con culturas más distantes como las del Mediterráneo.

Los objetos reunidos, descubiertos en sucesivas excavaciones arqueológicas entre 1937 y 1978, se creían perdidos a raíz de la invasión soviética de 1979 y la consiguiente guerra civil, en cuyo transcurso los talibanes atacaron el museo y, en su feroz iconoclastia, destruyeron muchas figuras allí conservadas.

Si pese a todo muchas piezas se salvaron fue gracias a un puñado de funcionarios afganos que lograron rescatarlas a tiempo para luego devolverlas al museo de Kabul.

Los objetos más antiguos de la exposición forman parte de un tesoro de 2.200 años antes de Cristo descubierto por agricultores afganos al pie de una colina próxima a la aldea de Fullol, en el noreste de Afganistán.

Se trata de cuencos que fabricaron en su día artesanos locales, utilizando al parecer el oro del río Oxus, aunque la inspiración de algunos de los motivos decorativos llegó de tierras distantes a través de las antiguas rutas comerciales.

Otros objetos pertenecen a un tesoro hallado en 1978 en vísperas de la invasión soviética de Afganistán por el arqueólogo ruso Viktor Sarianido en el cementerio nómada de Tillya Tepe: desde una corona de oro que puede desmontarse para facilitar su transporte hasta sofisticadas piezas de joyería que representan cupidos, delfines y otros animales y reflejan influencias griegas y persas.

Otros tesoros arqueológicos, como los de Ali Khanum, documentan la historia de la conquista de Afganistán por los griegos: esa ciudad próxima a la frontera con Tayikistán la fundó Seleuco, uno de los generales de Alejandro Magno, 300 años antes de Cristo, y en la exposición pueden verse bellos elementos arquitectónicos de su viejo palacio claramente influidos por el arte de Persia y de Grecia.

Joaquín Rábago

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