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Cala con vistas

Un paraje natural en Almería, escenario de una experiencia de convivencia alternativa para miles de jóvenes europeos

MILENA FERNÁNDEZ

Todo un mar de agua salada al frente y manantiales de agua dulce entre sus rocas. Ensayo de vida alternativa y lugar de auténtica peregrinación turística. Zona natural protegida y propiedad de un dueño particular. En la cala de San Pedro, en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, en Almería, el otoño tarda en llegar y al atardecer el sonido de las olas se mezcla con los medios tiempos del jazz que suena en uno de los bares que dan paso al pueblo.


Protegida entre dos grandes macizos montañosos, que sólo permiten la llegada a pie o por mar, la cala de San Pedro es un lugar de contradicciones donde todo gira alrededor de la belleza de lo aislado y de quienes han convertido la cala en un espacio ocupado en el que vivir en la naturaleza y lejos de las convenciones sociales.


Repartidos en cuevas, pequeñas casas y hasta tipis indios, alrededor de una veintena de personas da vida a esta playa nudista cuya convivencia se basa en la máxima del respeto mutuo. “Esto no es una comuna, es, simplemente, como un pueblo”, explican.


Pipo, una artesana pontevedresa, repite la aclaración que hacen muchos de sus vecinos: “Aquí cada uno vive a su aire pero cuando hay problemas sí nos unimos todos, lo más importante en San Pedro es que haya respeto”. Lo hace mientras se toma una cerveza frente al Bosque de Piedras, una de las tantas obras que distintos artistas, improvisados o no, han ido dejando en la cala.


El Che, en el cuartelillo
Por el reloj que manda, el solar, a las siete de la tarde el ambiente es ya de noche cerrada y se concentra en una cueva transformada en bar. En La Cuevita se oye hablar inglés, castellano y alemán. La mezcla de idiomas es el resultado de la unión de los residentes y los viajeros que, acabado el verano, todavía sigue recibiendo San Pedro.


Cada año miles de jóvenes de toda Europa viajan hasta aquí para acampar frente al mar. En ocasiones son tantos que parece que la filosofía del lugar pueda romperse. Que eso no suceda es la gran preocupación de los más antiguos de San Pedro. Entre ellos, Pura es toda una institución. Con 68 años, y una casa levantada sobre un cuartel de la Guardia Civil que ahora preside una foto del Che, dedica las horas a trabajar por San Pedro: “Para que esté abierto a todos pero no se destruya”.


En unos días, Pura se irá para ejercer de abuela. Después, volverá a su pueblo, hasta el que muchos viajan para comprobar que es posible vivir de otra manera.

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