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'Caso Marta': un puzzle complicado de encajar

La versiones contradictorias de los implicados impiden saber qué pasó realmente con la joven

R. BOCANEGRA / Á. MUNÁRRIZ

Búsqueda en el vertedero de Alcalá de Guadaíra. LAURA LEÓN

 

Marta del Castillo desapareció el 24 de enero. Tres meses y medio después, el misterio sobre dónde está su cuerpo sigue en pie. La investigación se ha convertido en un rompecabezas, con los implicados enrocados en versiones contradictorias que impiden hacer un relato cerrado de lo que ocurrió aquel día. El caso se ha embrollado por las rectificaciones, pruebas y llamadas. No hay arma del crimen. Sin embargo, un hecho es inapelable: Miguel Carcaño, ex novio de Marta, participó decisivamente en su muerte en el piso de la calle León XIII. Esta es su situación y la de los otros tres encarcelados.

El joven, de 20 años, llegó al piso con Marta poco antes de las 20.30 horas, la hora en torno a la cual la Policía sostiene que murió Marta. Miguel está en prisión con las imputaciones alternativas de asesinato, homicidio o detención ilegal. El 14 de febrero, tras ser detenido, declaró a la Policía que mató a Marta en su dormitorio golpeándola con un cenicero en la cabeza por una discusión sentimental. Añadió que llamó a sus amigos, El Cuco, menor de edad, y Samuel, quienes le ayudaron a tirar el cuerpo al río Guadalquivir. Después, el 16 y 17 de marzo, por sorpresa, cambia de tercio y le dice al juez Francisco Molina, que El Cuco y él amenazaron a Marta con una navaja, la violaron, la asfixiaron con un cable y la tiraron a un contenedor. También exculpa a Samuel. Luego, trata de ahorcarse en prisión y deja una nota que refrenda su tesis. Hay un elemento que le da credibilidad a esta versión: encaja al detalle con las pruebas científicas de León XIII (sangre de Marta en el dormitorio, ADN de El Cuco y Miguel). La verdad, según fuentes policiales, puede estar en una mezcla de ambas declaraciones.

El Cuco tiene 15 años. Está encerrado en un centro de menores, acusado de encubrimiento, aunque las pruebas apuntan a una participación mayor. Ha mentido al juez y a la Policía. Las llamadas telefónicas le sitúan cerca del piso de León XIII a las 21.24, en una cabina desde la que llamó a Samuel. Una hora crítica, que le permite haber estado en la casa donde se cometió el crimen hacia las 20.30. Su primer testimonio, el 16 de febrero, es clave para inculpar a Javier Delgado, el hermano de Miguel. Dice al juez (ante quien declara como testigo, porque su caso lo ve un juzgado de menores) que cuando llegó al piso Javier miraba cómo Miguel envolvía el cuerpo de Marta con una manta y que lo amenazó para que colaborara. El juez le da credibilidad al testimonio e ingresa a Javier en prisión. El Cuco cambia su versión y dice el 10 de marzo que se lo inventó todo con lo que había visto en televisión. Sin embargo, hay ADN suyo mezclado con el de Marta en el piso. En su defensa, El Cuco alega que iba a menudo al piso de Miguel.

El joven, de 19 años, está en prisión acusado de asesinato, homicidio o detención ilegal, los mismos cargos que existen contra su amigo Miguel. En su primera declaración a la Policía, confirmó la tesis de Miguel y El Cuco del cenicero y el río. Sin embargo, ante el juez, que no le cree, dice tres días después que sufrió torturas y que su declaración estuvo inducida. De ahí no se ha movido. Sus amigos y las llamadas ratifican su coartada: que entre las 21.24 y las 1.13 horas estuvo en la barriada de Montequinto de Dos Hermanas, lo que aparentemente confirma su declaración de que no se trasladó a Sevilla hasta las 2.20 para unirse a la búsqueda de Marta.

Hermano por parte de madre de Miguel, tiene 40 años. Es el único que no ha cambiado su declaración. Sostiene que se fue de casa hacia las 20.40 y que cuando volvió no se percató de nada. Las llamadas confirman que se fue a esa hora. De madrugada, habló hasta seis veces con Miguel, quien poco después llamó al teléfono de Marta. Está en prisión acusado de ayudar a limpiar huellas. Allí, escribió una carta en la que se dice inocente, acusa a Miguel de engañarle y califica el crimen de 'horrendo' e 'incomprensible'.

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