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Derroche en las cajas de ahorros

Diez ejemplos del despilfarro que ha presidido el hacer de un sector que ahora necesita la ayuda de los contribuyentes y de los bancos para poder sobrevivir

MIGUEL ALBA / VIRGINIA ZAFRA

'La caja no es de nadie', repetía con insistencia Jaime Terceiro, quien durante buena parte de los años noventa presidió Caja Madrid. Razón llevaba y ahora se ha visto a la hora de venderlas. Como no son de nadie en realidad, nadie se preocupa a fondo por cuál es su precio y su valor. Cuando un bien tiene un dueño, ya suele encargarse él de que cada vez sea más valioso y esté en buen estado. Terceiro sabía bien que sin un propietario definido no había nadie que le echara en cara los derroches. Nadie que le juzgara por malgastar un dinero que supuestamente corresponde a la sociedad.

Y eso mismo han pensado tantos y tantos gestores de cajas de ahorros en los últimos años. Acostumbrados a no tener que dar cuentas a nadie, más que a unos representantes públicos que a la postre han sido beneficiarios de muchos de estos derroches, han despilfarrado dinero con alegría durante muchos años. Y no sólo en los años del boom en los que los beneficios no hacían más que crecer. Las buenas costumbres vienen de antaño. Están arraigadas.

Y después de su mala gestión y derroche de los fondos que ha llevado a las entidades a una situación crítica que exige la aportación de cuantiosos fondos públicos y a la práctica desaparición de la obra social, consejeros y gestores se han llevado en su retirada multimillonarias indemnizaciones, que ya se acercan a los 90 millones de euros. Mientras, Unnim, la CAM, CatalunyaCaixa y Novacaixagalicia podrán ahora destinar menos del 10%, y en algunos casos nada, a la obra social.

Terceiro, que llegó a la presidencia en 1988 cuando todavía estaba por venir la crisis de los noventa, obsequiaba a los consejeros de la entidad con una caja de puros habanos y una de bombones en cada reunión (habitualmente una al mes). Es un gasto nimio comparado con otros derroches millonarios que se han hecho desde entonces en las cajas, pero es una muestra de la forma de actuar que se ha tenido en estas entidades. Es una cultura del despilfarro que en los años del auge económico se hizo bien patente en su política de concesión de créditos al sector inmobiliario y en su capacidad para financiar proyectos (en buena parte de los casos, por razones políticas) que no tenían ninguna posibilidad de ser rentables.

Son estos dos últimos factores los que han traído al sector de cajas de ahorros al estado actual, con tres de ellas nacionalizadas, otra intervenida y el resto reconvirtiéndose en bancos para poder sobrevivir, pero quizá sin esa política de derroche podrían haber aguantado más. O al menos podría haber sido menor la factura de su rescate. Hasta ahora, el fondo público para salvar a las entidades financieras ha comprometido 17.617 millones para ayudar a nueve grupos de cajas. La pretensión es que 10.000 millones puedan recuperarse cuando las cajas devuelvan los préstamos y el resto podrían pagarlos al final bancos y cajas a través de su Fondo de Garantía de Depósitos (FGD). Lo único seguro de cómo se articulará es que no serán las cajas por sí solas las que paguen sus platos rotos y sus dispendios. Serán los bancos y los contribuyentes los que tengan que hacerse cargo de ellos.

A cambio, las cajas han recompensado a la sociedad durante años con su obra social, pero también la han usado a veces para disimular los delirios de grandeza de los gestores. A continuación se muestran diez ejemplos de los derroches que realizados, especialmente en algunas cajas con ayudas de miles de millones.

La CAM (2.800 millones de euros en ayudas públicas) ha tenido durante años un barco de vela en propiedad, alquilado o en leasing para competir en las grandes regatas. El príncipe de Asturias ha sido patrón del equipo varias temporadas. La orden era que el barco fuera el mejor y la filosofía consistía en que la mejor publicidad que podían tener era que el príncipe compitiera con ellos. En los años más boyantes, el presupuesto anual para el equipo era de 1,5 millones de euros, a lo que había que sumar el precio del barco (en torno a un millón de euros) y la inversión que hacían en lo que se denomina en la jerga 'activar el patrocinio', es decir, llevar invitados a ver las regatas sin escatimar ni un lujo. Un año en la Copa del Rey (el mayor evento de vela en España), el barco estrenó dos velas mayores (unos 30.000 euros cada una) y otros tipos de velas, que llevaron la inversión para esa semana a más de 150.000 euros. Lo sorprendente es que algunos años se contabilizó como obra social.

Alguien decidió en la caja alicantina (una entidad que en sus buenos tiempos ganaba 200 millones de euros anuales) que tenía que ser más avanzada que la NASA tecnológicamente hablando. Sólo así se explica que se pagaran cien millones de euros por el sistema informático Alnova y su implantación durante cinco años. Pretendía ser la plataforma tecnológica de funcionamiento de red más avanzada de España. Su preocupación por los avances y por las redes también le llevó a estar presente en todas las redes sociales muy pronto (como casi todas las entidades ahora), pero a cambio de un caro asesoramiento externo de 300.000 euros al año.

Los que conocen las entrañas de la CAM aseguran que una de sus principales ruinas ha sido la existencia de los consejos de administración territoriales. Había uno en Valencia, otro en Murcia y otro en Alicante, cada uno de ellos formado por 20 personas, que por supuesto cobraban por asistir a las reuniones, en las que aprobaban sus propias actividades y decidían sobre parte de la obra social. Como premio tenían un viaje por todo lo alto o incluso dos cada año al extranjero y por España.

Hasta 2005, en Caixa Galicia era uso común invitar cada año a los consejeros y a sus familias a un viaje de lujo por el extranjero que se prolongaba entre cinco días y una semana. Estados Unidos, Alemania o Francia han estado entre los destinos de este presente. Además, en los últimos años, con la excusa de analizar el terreno para estudiar la posibilidad de abrir alguna delegación internacional, ejecutivos de esta entidad han viajado a Brasil o Miami, sin que luego hayan materializado nada.

A Coruña-Madrid, Santiago-Madrid... Viajes muy habituales de los directivos de Novacaixagalicia acaban costando un dineral a la caja, que busca inversores para poder salir del atolladero en que está metida (3.627 millones en ayudas públicas). Lo habitual es que estos viajes se realicen en business y para la vuelta se compran hasta tres billetes para que el ejecutivo pueda elegir el que mejor le convenga. Eso hace que en cada viaje la caja pague sólo en vuelos en torno a 1.400 euros (350 euros por billete), mientras que si lo hiciera con un billete por trayecto y con la tarifa turista podría ir y volver por 200 euros. Y teniendo en cuenta que son cientos de viajes al cabo de un año, el gasto más bien puede calificarse de despilfarro.

Algunos altos cargos de la entidad tienen la casa pagada y no a un precio reducido ni de viviendas propiedad de la entidad. Uno de ellos recibe 4.000 euros al mes en concepto de 'ayuda' para el alquiler de la vivienda. Y en algunos casos ni siquiera utilizan la casa que se supone que alquilan. Sólo en este caso, se trata de un gasto de 48.000 euros, que bien supera el sueldo de dos empleados de ingreso reciente. Los consejeros tienen, además, derecho a utilizar bodegas de vinos propiedad de la entidad.

Caixa Galicia fue durante varios años propietaria de la pequeña isla de Sálvora, situada en la entrada de la ría de Arousa. La compró por 8,5 millones de euros y posteriormente traspasó su propiedad a la Xunta de Galicia y al Ministerio de Medio Ambiente.

La fusión de Caja España- Duero está siendo muy difícil de digerir y ninguna de las dos ha querido ceder su cota de poder. Por eso, han quedado sedes operativas por doquier. Eso obliga a los consejeros y directivos a trasladarse continuamente entre León y Valladolid, entre otras ciudades, para asistir a las reu-

niones. En apenas tres meses se gastaron 21.000 euros en taxis, aseguran fuentes conocedoras de los números.

Caja Madrid (ahora Bankia) es propietaria desde la época de Miguel Blesa de una villa de lujo en Miami, a la que acuden con cierta frecuencia los ejecutivos y algunos consejeros. Directivos de entonces también aseguran que era habitual que cada año hubiera un viaje de lujo pagado para toda la familia y regalos de la última tecnología, como ordenadores o grabadoras. Todos destacan el impresionante tamaño y contenido de la cesta de Navidad.

Medio centenar de directivos de la caja cordobesa (entonces de la Iglesia) y sus parejas viajaron 15 días en la Semana Santa de 2009 a Nueva York, donde se alojaron en hoteles de lujo y comieron en los mejores restaurantes. El regalo, que algunos disfrazaron de viaje de formación, costó varios cientos de miles de euros.

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