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Una diablesa en la Semana Santa de Orihuela

EFE

La Semana Santa de Orihuela, a la que Miguel Hernández dedicó algunos poemas, estrena este año su declaración de Interés Turístico Internacional merced a sus muchas peculiaridades, entre éstas, el paso de una "diablesa" que, con los pechos descubiertos, sucumbe ante el poder de la cruz.

No es menos cierto que la lluvia, querida y necesaria en esta tierra, ha impedido la salida de varios pasos en los primeros días de esta Semana Santa, pero el fervor del oriolano por esta fiesta cristiana le empuja a salir a la calle cada tarde y cada noche para mostrar su devoción, enseñar sus tallas y exponer los motivos por los que han recibido la citada declaración de interés turístico.

Otra cosa bien distinta es que puedan, si la lluvia lo permite.

La Semana Santa es para el oriolano lo que el agua es para sus huertos, fuente de motivación. Siempre se lleva dentro, algunos en alma y otros en el corazón.

Para muestra, la de su hijo más predilecto, Miguel Hernández, quien escribió: "Y entre mil encapuchados con mil llamas de mil cirios/ con las carnes desgarradas aún más pálidas que lirios/ y la cruz sobre los hombros cruza, humilde, el Nazareno".

Silencio, devoción, asombro, respeto, fe y descanso comparten espacio y días.

El característico sonido oriolano de las cornetas, la tradición de la Centuria Romana, la figura del denominado Caballero Cubierto y la imaginería, con tallas del maestro Salzillo o de Coullant-Valera, la hacen "única", tal y como defiende su alcaldesa, Mónica Lorente.

Es, precisamente, ante la imaginería donde el visitante ofrece un rostro de asombro. Un asombro que procesiona entre la belleza de sus tallas y las exclamaciones de "cómo" o "qué es eso".

El conocido paso de "La Diablesa", enmarcado en las procesiones del Santo Entierro del Sábado Santo, está considerado como uno de los más "singulares" de España.

Está formado por una gran esfera que asemeja al mundo, rodeado de nubes y cinco ángeles que representan los diferentes atributos de la pasión del Señor.

Debajo de la bola terráquea, sentados en el suelo, aparece a un lado la imagen de Lucifer, alado, con cuernos y con pechos femeninos, y al otro un esqueleto humano.

Ambos abrazan la bola del mundo, pero lo que domina esta composición es una cruz enhiesta sin Cristo.

El paso fue creado por el escultor austríaco Fray Nicolás de Bussy y adquirido en 1695 por encargo del gremio de los labradores tras el pago de 800 libras valencianas.

Además de "La Diablesa", o mejor dicho el Paso de la Cruz de los Labradores -nombre oficial-, la procesión del Santo Entierro también está compuesta por las imágenes de San Juan Evangelista (de autor desconocido) y el Cristo Yaciente (de José Sequeir Zanón).

Pero las peculiaridades de esta procesión no terminan aquí, pues la comitiva estará encabezada por el Caballero Cubierto, cargo que cada año ostenta una persona que haya demostrado su nobleza o amor a la ciudad.

Vestido de frac y chistera, será el único que no tendrá que descubrirse al entrar en la catedral, en virtud de una bula papal de 1620.

Merece también especial atención las procesiones donde cofrades y público guardan un silencio sepulcral durante horas, y ante el apagón provocado y generalizado en todo el casco urbano de la villa, los hermanos penitentes encienden unos faroles mortecinos.

Silencio y penumbra ante el paso del Cristo crucificado, fe y respeto por esta Semana Santa que, por cierto, será la única de la Comunidad Valenciana que esté presente en el Vía Crucis de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que tendrá lugar en la tarde del viernes 19 de agosto y ante la presencia de Benedicto XVI.

"La Negación de San Pedro", paso esculpido por Federico Coullaut en 1958 y que sale en el Lunes Santo oriolano, será uno de los quince que, procedentes de varias ciudades españolas, participen en el citado Vía Crucis.

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