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La familia que se enfrentó al racismo del sistema

Lograron repetir un juicio injusto por la muerte de su hijo

BEATRIZ LUCAS

Cuando Paulina Kikawanako escuchó que el asesino de su hijo iba a quedar libre rompió a llorar. Desesperada, se tiró al suelo y gritó: “¡No hay Justicia en este país!”. Ya en la calle se desmayó. Había sido un procedimiento repleto de irregularidades: un testigo presencial muerto de un disparo, otros aparecidos de la nada que mintieron en el juicio, un jurado intimidado y una sentencia inmotivada.

Son una familia de luchadores. Filomeno Wzama y Paulina llegaron a España con sus 6 hijos huyendo de la guerra en Guinea 15 años atrás y no estaban dispuestos a que el asesino de su hijo quedara libre.

“Si hubiéramos sido blancos hubiera sido distinto”, dice Paulina. Apoyados por el Movimiento contra la Intolerancia consiguieron que se reabriera el crimen de Costa Polvoranca. Su hijo Augusto Ndombele, de 16 años, murió el 2 de junio de 2002. El portero José David Fuertes, de 26, le asestó una puñalada en el corazón en una discoteca de Alcorcón (Madrid).

Varios testigos le vincularon con movimientos de extrema derecha y contaron que le llamó “negro de mierda”.

El Supremo y el Tribunal Superior de Justicia ordenaron repetir el juicio. La sentencia estaba poco motivada. Fuertes fue condenado el 6 de junio de 2006 a 18 años de cárcel.
Cuando a Paulina le piden un consejo para otras víctimas le sale una palabra: “Paciencia”. Luego, una reflexión: “Si en un bar alguien se maracha por no estar con una negra me da pena. Pero no me enfrento a él, para que no me clave un cuchillo como a mi hijo?”.

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