Este artículo se publicó hace 15 años.
El G-20, un grupo desigual en busca de un nuevo orden mundial
El G-20 ha liderado en el último año la respuesta internacional a la crisis, pero esta amalgama de países todavía debe afianzar su autoridad como promotora de un nuevo orden mundial.
Su indiscutible protagonismo comenzó a finales del año pasado, cuando el entonces presidente de EEUU, George W. Bush, eligió al G-20 como el foro desde el que atacar la amenazante crisis financiera.
Este grupo -formado por Alemania, Arabia Saudí, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, EEUU, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica, Turquía y la UE- ha celebrado dos cumbres en un año, Washington y Londres, a la que se sumará en unos días la de Pittsburg (EEUU).
En definitiva, el G-20 -que nació a finales de los 90 como un foro de discusión económica entre países industrializados y en desarrollo- se ha convertido en el actor principal de la actual crisis económica, desbancando incluso al G8, al que se acusa de no ser efectivo y de dar voz solo a los más ricos.
El G-20 se ha situado a la vanguardia en el diseño de medidas para rescatar de la recesión a la economía mundial.
Así, ha promovido medidas para reparar el sistema financiero, restaurar el crédito, y reforzar la regulación de los mercados.
Ha logrado que aumenten los fondos de las grandes instituciones financieras, ha pedido que se eliminen las trabas al comercio y ha abogado por un crecimiento económico respetuoso con el medio ambiente.
En este nuevo orden mundial que trata de promover, quiere imponer una mayor vigilancia a la banca y recortar los sueldos de sus directivos, reclama medidas de buen gobierno para los países y las instituciones, y propone un nuevo multilateralismo basado en el respeto a los diferentes sistemas políticos y modelos de mercado.
Todo parece preparado, por tanto, para que el G-20 sume otro gran éxito en Pittsburg y logre de nuevo unir, en un compromiso común, a los países que suman el 90 por ciento de la riqueza del planeta.
¿Pero está preparado este heterodoxo grupo de países para liderar al mundo hacia un nuevo orden mundial? ¿O su éxito ha sido fruto del miedo a un desplome del sistema financiero internacional? Los analistas no se ponen de acuerdo.
Para los expertos del Instituto Brookings de Washington, Colin I Bradfrd y Johannes F. Linn, el G-20 se ha convertido en la "principal manifestación" del nuevo orden que se quiere instalar en el planeta, y cuenta con "potencial" para establecer nuevos valores y nuevas formas de cooperación en el mundo.
No obstante, creen que su formato -diez países industrializados y diez en desarrollo que deciden, por consenso, cuestiones sobre la economía mundial- es "demasiado ingobernable" como para imponer cambios efectivos en el planeta.
Para que el G-20 siga siendo el grupo de referencia, dicen en un informe, es importante que no se expanda a más países, que se concentre en determinados aspectos de su agenda, y que se dote de una Secretaría "pequeña pero efectiva", que dé apoyo logístico a las cumbres y seguimiento a sus decisiones.
Pero nada de esto parece claro. Si bien los expertos de Brookings creen que sería bueno que el grupo se redujera a 14 miembros (G14), existen presiones para abrirse a más países, especialmente desde Europa.
Además, cada vez su agenda es más amplia. Junto a sus reuniones económicas, han celebrado otras sobre cambio climático, y preparan una reunión sobre no proliferación la próxima primavera.
Otros expertos ven un problema adicional, por las dudas sobre la capacidad de estos países para imponer al resto del planeta sus decisiones consensuadas sobre la apertura del comercio y la inversión, el buen gobierno o la regulación efectiva de los mercados.
"Deberíamos preguntarnos si este consenso existe más allá de la retórica de estas reuniones. ¿Se encuentran estos principios en China? ¿En Arabia Saudí?", se preguntan en un artículo Laura Tedesco y Richard Young, de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE).
"Por ahora, el G-20 parece estar muy lejos de ofrecer un sistema multilateral basado en reglas y valores", dice estos expertos, que recomiendan no dejarse cegar por el resplandor que salga de la cumbre.
"Cuando los medios de comunicación nos inunden sobre los debates de la cumbre de Pittsburg -afirman-, debemos recordar estas debilidades del G-20".
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