Público
Público

"Habrá que hacer algo"

El deterioro del PSOE andaluz, acosado por los escándalos, enciende las alarmas en distintos sectores del partido

ANTONIO AVENDAÑO

El presidente andaluz, José Antonio Griñán, no olvidará fácilmente la semana que hoy concluye. El lunes 4, a última hora de la mañana, el consejero de Gobernación y Justicia y dirigente histórico de los socialistas andaluces, Luis Pizarro, dejaba caer una bomba de racimo sobre el número 37 de la calle de San Vicente de Sevilla. En la sede de la dirección regional del partido no daban crédito: Pizarro se iba del Ejecutivo andaluz dando un portazo. La destitución de su delegado de Gobernación en Cádiz, Gabriel Almagro, era la gota que colmaba el vaso de unas diferencias con Griñán que venía llenándose lenta pero inexorablemente desde hacía al menos un año, cuando el presidente andaluz forzó la convocatoria del congreso extraordinario que lo convirtió en secretario general y Pizarro fue perdiendo poder e influencia.

Si la destitución de Almagro era la gota que colmaba el vaso de Pizarro, la dimisión de este era, a su vez, la gota que colmaba el vaso de los problemas en el PSOE andaluz. Salvo los más cercanos al presidente, casi todos los dirigentes consultados por Público coinciden en el diagnóstico: el verdadero perdedor de la pugna de Pizarro y Griñán es el jefe del Ejecutivo autonómico, al sufrir un nuevo zarpazo la confianza del partido en su capacidad para afianzar un liderazgo todavía en el alero.

La dimisión de Pizarro llueve sobre mojado. La espantada del número dos del partido, Rafael Velasco, el pasado 27 de octubre, se ve hoy como una señal. Lo de Velasco fue grave, pero lo de Pizarro lo es más. Velasco no tenía velasquistas, pero Pizarro sí tiene pizarristas, concentrados principalmente en Cádiz, pero no sólo ahí. Haber sido durante veinte años mano derecha de Manuel Chaves en un partido que sumaba victoria tras victoria otorga un cierto ascendiente.

Los socialistas temen el descrédito de sus políticas durante 30 años

Pero su portazo al Gobierno andaluz en un momento tan delicado, con las elecciones municipales a la vuelta de la esquina y el escándalo de los ERE ocupando portadas, no ha dejado en buen lugar a Pizarro. Su prestigio no ha salido indemne. Pero tampoco ha salido indemne el de Griñán, cuyo principal problema interno es que en el PSOE todavía no hay griñanistas.

No ha dado tiempo a que los haya. Y no ha dado tiempo no sólo por los errores del secretario general, sino también, y sobre todo, porque sus prisas para dirigir el partido abrieron una brecha irreparable con quienes le habían promocionado a la Presidencia: Manuel Chaves y Luis Pizarrro, principalmente. Esa brecha se extendería más tarde a otros dirigentes, entre ellos Gaspar Zarrías, número dos de Chaves en el Ministerio de Política Territorial y número cuatro en la dirección federal del PSOE.

La dimisión de Luis
Pizarro es de mayor calado que la de Rafael Velasco

Todos esos problemas serían, en todo caso, llevaderos si en el camino de Griñán no se hubieran cruzado poderosos vendavales que han arrastrado al partido y a la Junta adonde están: la crisis económica, el paro monstruoso, el deterioro de la marca PSOE, la conveniencia democrática de un cambio, el hundimiento demoscópico de José Luis Rodríguez Zapatero y el escándalo de los falsos prejubilados, además del fraude de unas 6.000 empresas andaluzas en las ayudas europeas a la contratación indefinida y que investigan Bruselas y la Fiscalía. Todo ello compone un deterioro de la imagen de Andalucía que necesariamente afecta al partido que la ha gobernado 30 años.

A ese deterioro están contribuyendo también las ruidosas informaciones sobre la inoportuna actividad profesional de Iván Chaves en ámbitos de la Administración que dirigió su padre durante casi 20 años. Aún se desconoce si detrás de tanto ruido hay un número significativo de nueces. El caso Matsa, vinculado a una hija de Chaves, también hizo mucho ruido, pero luego el Supremo concluyó que no había nuez alguna. El daño político, en todo caso, sí fue relevante.

En el PSOE andaluz no había velasquistas, pero sí hay pizarristas

Sea como fuere, hay desconcierto en el PSOE. Y pesimismo. Y un pánico cerval a ser derrotados en 2012 y a que esa derrota venga de la mano de un descrédito generalizado de las políticas de modernización de la comunidad, que han sido la razón de ser del partido durante tres décadas. Las alarmas vienen sonando desde hace tiempo, aunque la disciplina interna impide que su sonido llegue al exterior. Si las municipales salen mal para los socialistas andaluces, el sonido de esas alarmas despertará al presidente y pondrá en alerta a todo el partido.

Un dirigente andaluz bien conectado con Madrid hacía este descarnado resumen a Público: 'Habrá que hacer algo. La cosa está regular. Algunos creían que iban a llegar ellos y todo iba a ser bueno, bonito y barato'.

¿Ocurrirá algo tras las municipales? 'No se puede descartar que ocurra algo parecido a lo que ha pasado en Madrid, donde hubo gente del partido que le trasladó a Zapatero la necesidad de que diera un paso atrás porque era una rémora para el partido. También en Andalucía puede ocurrir que una serie de personas le planteen abiertamente y a cara de perro al secretario general que es necesario un revulsivo, un golpe de timón'.

¿Que se marche? ¿Abrir un proceso de primarias? 'Hay que esperar'.

Andalucía es el principal granero socialista. Las victorias del PSOE en las generales se han asentado en su enorme ventaja en la región. En 2004, el año en que José Luis Rodríguez Zapatero llegó al poder, el PSOE sacó al PP nada menos que 19,2 puntos (52,9% frente a 33,7%) en Andalucía. En 2008, en la segunda victoria de Zapatero, la ventaja se redujo a 13,7 puntos, pero siguió siendo amplia. En 1996, cuando José María Aznar ganó las primeras elecciones por mayoría simple, los socialistas resistieron el batacazo gracias a los 11,3 puntos de distancia que marcaron en Andalucía. En cambio, en 2000, el PP arrasó con mayoría absoluta, en parte gracias a que redujo a sólo 3,3 puntos su desventaja en Andalucía. Las elecciones andaluzas y generales coinciden en fecha desde 1996. Entre los socialistas cunde la preocupación ante las malas perspectivas en Andalucía, donde las encuestas dan mayoría absoluta a Javier Arenas. Los escándalos y problemas internos que afectan al PSOE andaluz pueden llevarse por delante el Gobierno socialista en la Junta, pero también decidir el destino de Moncloa. 

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias