Este artículo se publicó hace 15 años.
Los japoneses están en todo
El verano es complicado para las parejas
El verano es complicado para las parejas. Ahora lo dicen las estadísticas de los sociólogos pero yo lo descubrí hace años en casa de mi amigo Paco Gil. Pobre Paquito, éramos tan amigos Cuando recuerdo aquel agosto me viene a la mente un haiku que dice "En desorden, como la forma de los crisantemos, has dejado mi corazón". Lo tenía su hermana escrito en una servilleta en la mesa del cuarto.
Cuando Raquel dejó a Paco éste se encontraba en Dènia. Tenía la pierna escayolada. Dos semanas antes le habían operado de una rotura de menisco.
Raquel se lo confesó por teléfono:
Pero yo te quiero, son muchos años insistía Paco.
Lo siento.
Entonces ¿por qué lloras? ¡Si estás muerta de alegría, por qué finges y lloras, eh! se cortó de añadir un calificativo.
Lo siento.
Tres días después Paco seguía sin poder dormir. Sentía punzamientos en la herida, alrededor de los puntos. Le escocía la rodilla y notaba el calor bajo el yeso. Sus padres y su hermana iban a la playa, pero Paco se quedaba en casa sin poder bañarse, estirado en el sofá, pensando en Raquel.
Una tarde sonó el teléfono. Paco contestó al instante. Era Raúl, llamaba para preguntar.
Nada, aquí en Dènia, con la pata coja. La zorra de Raquel me ha dejado.
No.
Sí.
¿Y cuándo vuelves?
Mañana.
Esa noche Paco dijo a sus padres que necesitaba ir a Madrid. Su madre se llevó las manos a la cabeza, le recordó que le faltaban dos semanas de reposo. Su padre le advirtió que no tonteara con la rodilla y que a veces parecía que no tuviera22 años.
Paco logró subir al autocar con las muletas. Durante las cinco horas de trayecto, en varias ocasiones intentó meter la mano por debajo del yeso que recubría su pierna sin suerte. Miraba el paisaje tras el cristal pero no veía nada.
Raúl y Gonzalo lo esperaban en Conde de Casal. Subieron al coche de Gonzalo y una vez en la puerta de casa Paco les dijo:
Tengo que olvidarla. Mañana fiesta. Avisaré a Fistulín y a Rubén y que traigan tías.
¡De puta madre! repuso Gonzalo Esa es la actitud.
Yo no sé si podré agregó Raúl Hoy he vuelto a llegar tarde al curro. Llevo todo el mes igual y tengo las horas contadas. Ya veremos.
A la mañana siguiente Paco llamó a cuantos sabía que estábamos en Madrid. A las doce fue al supermercado. Compró botellas de whisky, de ginebra, limón y cocacola. Pagó y mientras señalaba con la cabeza las muletas, suplicó a la cajera que se lo llevaran a casa.
Esperó a que llegara la noche en el sofá. Mientras hurgaba por debajo del yeso pensó en llamar a Raquel. Varias veces tuvo el auricular en la mano pero no se atrevió.
A las diez empezaron a llegar. Pese a las conjeturas no entró ninguna chica y alrededor de la mesa del salón estaban los de siempre. Destaparon las botellas. Paco trataba de divertirse. Antes de la cuarta copa sonó el timbre. Cuando Raúl abrió la puerta y me vio, dijo:
¡Ya estamos todos!
Llevaban cuatro copas cada uno y la cosa se empezaba a animar. Me pusieron una y Jose propuso un brindis:
Por nosotros, amigos de toda la vida.
Chocamos nuestras copas y al momento Fistulín planteó beber unos chupitos. Paco le indicó donde estaban los vasos y Fistulín los llenó con whisky.
¡Por Paco, que es el mejor!
¡En cuatro días está superado!
Bebimos los chupitos de un trago, un segundo antes de arrepentirnos y llevarnos la mano al pecho:
Joder, Fistulín, qué asco...
Cómo quema...
...tu puta madre...
Recordamos batallas del colegio. Paco se sirvió otra copa. Pensó que era una buena terapia reunirnos. En cuanto acabó con el quinto cubata fue al servicio. Pese a que se mareaba y le costaba caminar con las muletas no precisó ayuda. Encaró el corredor suspirando. Empezaba a sudar más de la cuenta. Cuando volvía al salón, aún en el pasillo, escuchó la frase que se le escapó a Gonzalo:
¿Se lo decimos?
De súbito nos callamos y bajamos la vista.
Se lo decimos, ¿qué?preguntó Paco.
No, nada respondió Jose mientras apagaba un cigarro.
No, nada no, ¿qué me queréis decir?
El salón quedó atravesado por un gélido silencio. Gonzalo, Fistulín y Jose dijeron que se iban, pero Paco insistió y Raúl lo dijo:
Nada Paco, que Raquel está con otro.
Un halo de tristeza se adueñó de su rostro. Un golpe de melancolía le bajó los párpados:
¿Quién es?
No sabemos, pero está con otro Gonzalo tomó la palabra.
¿Y cómo lo sabéis? A ver, venga, ¿cómo lo sabéis?
Me lo dijo ella, ayer, en el Penta. Fuimos Raúl y yo, la vimos y nos lo dijo.
Paco se sentó en el brazo del sofá. Se acabó la copa de un trago y la tiró al suelo. En el parquet se formó un charco de cristales. Los cubitos de hielo chocaron contra el rodapié.
No os vayáis, que se quede alguien a dormir. Es el puto verano esto en invierno no hubiera pasado.
Raúl llegó con una escoba y un recogedor. Mientras barría añadió:
Me quedo yo. Salgo con estos y vuelvo. Si me dejas llaves...
Vale.
¿Dónde duermo?
En el cuarto de mi hermana.
Necesitaré despertador.
Yo te lo pongo, ¿a qué hora?
A las nueve.
Jose se encendió otro cigarro. Fistulín miraba al suelo. Gonzalo acompañó a Raúl hasta la cocina para tirar los cristales a la basura y yo, de camino al servicio, me detuve en la habitación de la hermana de Paco. Sobre la mesa vi la servilleta, leí el haiku tres veces y pensé: estos japoneses están en todo.
Cuando nos íbamos, Paco habló:
Os podríais quedar. Hoy juegaGasol
Paco, acuéstate Gonzalo le puso la mano en el hombro Nos tomamos una más y luego vendrá Raúl. El partido de los Grizzlies era ayer y Gasol está lesionado.
Una vez solo Paco se fijó en el suelo. A lo lejos advirtió cubitos de hielo. Se levantó a recogerlos y al tenerlos entre las manos, minúsculos, los imaginó entre la escayola, encima de la herida. Se acordó de Jose proponiendo el brindis.
Entró en el cuarto, cogió el despertador y lo dispuso para que sonara a las nueve. Lo llevó hasta la habitación de su hermana y lo dejó en la mesita. Luego apagó las luces del salón y se metió en la cama.
No sabía qué hora era pero a sus oídos llegó un sonido conocido. Miró su reloj, marcaban las ocho. El zumbido atravesaba la casa. No tardó en reconocer el politono del móvil de Raúl. Paco recordó sus problemas laborales y quiso avisarlo.
Conforme se aproximaba al cuarto mejor oía las señales del teléfono: aserejé-ja-dejé. La puerta estaba entornada. Al abrirla esbozó una sonrisa, Raúl dormía desnudo, roncaba y resoplaba como una bestia. Sobre la mesilla vibraba el celular. En la pantalla aparecía escrito con mayúsculas un nombre conocido. Por un instante dudó entre contestar o no. Al fin, Paco descolgó para escuchar:
Venga bicho, que ya es hora, y no quiero que te echen.
Tan temprano y la voz de Raquel tan contenta. Desconectó el móvil y lo dejó bajo el ombligo de Raúl. Por supuesto también apagó el despertador. Se giró golpeando las muletas y en la mesa vio la servilleta. Se alejó maldiciendo el calor de agosto y pensando en dormir desnudo. Releyó en la cama el haiku de la servilleta varias veces y al cabo de un rato sonó mi móvil. Descolgué medio dormido:
Tengo que contarte algo me dijo.
¿Es largo?
Qué va, es breve. Rubén, estoy pensando que al verano que viene molaría ir a Japón, ¿te parece?
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.